Diálogos con el Maestro Volumen II

DIÁLOGOS CON EL MAESTRO VOLUMEN II FILOSOFÍA DE LA INSTRUCCIÓN, CONOCIMIENTO Y EJERCICIO DE LAS ARMAS.   ACADEMIA DE ESGRIMA LÁSER D. Marcelino J. Miguel Castro: Maestro en la disciplina de la Esgrima Láser Kigen de la Academia de Esgrima Láser - D. Javier Araque Mediano: Docente en Educación Primaria por la Junta de Andalucía Opositor a escala ejecutiva del Cuerpo Nacional de Policía Iniciado de la Academia de Esgrima Láser Linares, 2024   Queda terminantemente prohibida la copia y reproducción parcial o total del contenido de este volumen, sin consentimiento expreso del Kigen de la Academia de Esgrima Láser. Si el permiso de difusión o copia de este libro fuese concedido, se habrá de nombrar este volumen como fuente, así como los autores del mismo. "Esgrima Láser" y "Academia de Esgrima Láser" son marcas registradas, sujetas a las normas de la propiedad intelectual de España, 2024. Queda prohibido el uso de estos términos para la descripción, publicidad o fines comerciales de entidades terceras, sin permiso expreso del Kigen de la Academia de Esgrima Láser. ACADEMIA DE ESGRIMA LÁSER - MAESTRO MARCELINO MIGUEL. 2024. © (TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS) - Primera edición - NRA: AELMM20230128001 CARGAD. FUEGO Fría. Robusta. Letal. Una obra de ingeniería tan antigua como la propia humanidad: el arma. Instrumento diseñado para conseguir un éxito de la forma más rápida y contundente posible. Sin matices. Una victoria perfecta. El uso de un arma, de fuego, en este caso, ha ocurrido hoy por primera vez. Unos protocolos de seguridad muy claros han permitido la operación del arma corta utilizada para aprender acerca del uso real de este instrumento. Sostienes en tus manos la herramienta que brinda la posibilidad de causar la muerte a un ser vivo, y con ello, interrumpir el flujo de información que aporta a todo su entorno hasta el día de su cese vital natural. Cuidado. Me emociona pensar en la ciencia aplicada a la creación y uso de este tipo de objetos. Óptica, geometría, biomecánica, balística… un largo etcétera de factores que, aplicados en la medida correcta, hacen del usuario un agente neutralizador perfecto de una amenaza… a un coste total. Solo sostener un arma, de cualquier índole e independientemente de la destreza con la misma de aquel que ejerce su uso, adquiere instantáneamente una responsabilidad inconmensurable para consigo mismo y el resto de seres vivos: supone dotar de la capacidad de decisión sobre la interrupción de la vida de cualquiera de esos seres. Solo con la aplicación de una presión irrisoria en una pieza que apenas alcanza unos centímetros de longitud. Es algo crudo. Muy crudo. El empleo de la fuerza, en este caso a través de un arma, en cualquiera de sus vertientes, supone un arma de doble filo, valga la redundancia. Aprendes no solo sobre su uso y mantenimiento, sino que, al mismo tiempo, uno se nutre de las consecuencias de lo anterior; cómo queda el mundo sin una fuente de información más valiosa que toda la investigación científica aportada al mundo bélico. Aprendes acerca de todos y cada uno de los elementos y ramas científicas que la afectan, todo, para entender que siempre es mejor no tener que usar una, pues tan solo en la elección del mal menor, cabría su utilización: mejor terminar con una fuente de información que atente contra la vida de siete fuentes distintas. Un sacrificio necesario. Un uso satisfactorio de un arma de fuego. Una demostración letal de cómo cosechar un éxito rápido frente a un opositor. Un paso más cerca del entendimiento sobre la necesidad de aprender a operar un arma de fuego. Un paso más cerca de entender el carácter antagonista de la difusión de la información. Un paso más cerca sobre su carácter subsidiario frente a la generación del conocimiento. – Maestro, ¿cómo fue su experiencia al empuñar un arma de fuego por primera vez? – El ejercicio de las armas, tal como ya tienes sabido, es un mundo denostado, colmado de individuos que ni comprenden ni pretenden comprender la profundidad de la cuestión. Humanos que hacen gala de su derecho a mantenerse ignorantes, dejando de lado la honda reflexión filosófica, que ha de sostener el uso de un elemento letal. Y son aquellos con la capacidad de disparar sin entender los que hacen que personas con tus actitudes y aptitudes sobresalgan de manera natural. Sin duda, has hecho un gran trabajo, y seguirás haciéndolo. Dicho esto: La memoria es algo que todos debemos tener en cuenta como un elemento relativo. Los recuerdos se conforman bajo el sesgo de la inexperiencia. Más tarde, se tornean y matizan dependiendo de las vivencias acontecidas, que pueden dar lugar a una deformación notable de los hechos, separando holgadamente lo vivido de lo recordado. En esencia, el ejercicio humano de recordar tiene naturaleza reconstructiva, lo que lo hace notablemente variable e impreciso, dejando que la condición del momento en que rememoramos permee lo rememorado. “Cuando recordamos teñimos el pasado de presente.” Con esto quiero decir que es complejo saber cómo fue mi primera experiencia con un arma de fuego en mis manos, pese a haber sido protagonista, pues en capítulos posteriores de mi vida, se han ido acumulando situaciones y recuerdos que erosionan mi memoria y que desdibujan aquello que pasó. Aplicando el principio de mediocridad a mi primer contacto directo con un arma de fuego, puedo entender las sensaciones, pese a no recordarlas. Al ser un niño muy pequeño, rememoro vagamente escenas de oír disparos, unos más cercanos que otros, teniendo especial protagonismo el estrépito de uno concreto. Ahora sé que fué un disparo de rifle, concretamente la detonación de un .375 Holland & Holland Magnum, de 350 granos. No alcanzo a entender qué sensación sentí, no obstante, sin mucho esfuerzo, me viene a la mente el miedo infantil ante un estímulo que pertenecía a un mundo adulto, tosco y crudo, que aún no entendía. Tengo difusa la impresión de que el sonido hizo retumbar mi cabeza, compungiéndome y casi aturdiéndome, ante esa dinámica acústica que nunca antes había sentido. Por otro lado, y respondiendo a tu pregunta, no soy capaz de recordar la primera vez que tomé un arma de fuego. Sin embargo, supongo que la sensación sería de tener en mis manos aquello que me hacía parecer mayor. Sentiría en ese momento el orgullo de ser digno de sostener lo que mis referentes entendían como un símbolo de su coraje. Igual me ocurre con la primera vez que operé y disparé un arma, pues no soy capaz de hallar el momento. Muchas y distintas situaciones se mezclan en mi mente, haciendo imposible determinar un punto de partida en eso de liberar la aguja percutora. En cualquier caso, crecí, viví y trabajé y trabajo rodeado de armas, de diversas índoles, y hoy tengo la sensación de que siempre he sido consciente de su potencial. Mas es imposible que haya sido así, pues estoy seguro que aquel primer estruendo que viene a mi cabeza, no tenía el significado que hoy tiene, dado que mi vida ha adornado de luto y coloreado de negro lo que significa disparar. La experiencia sostenida en el ejercicio de las armas me ha regalado una perspectiva muy particular de ellas. Sin duda alguna, ha hecho cambiar la forma en la que hoy entiendo mis recuerdos y el modo en que los trato, y con ello, la manera en la que entendemos y tratamos las armas en la Academia de Esgrima Láser. En una síntesis guiada por la pura lógica, en el comienzo entendí como agradables mis primeras experiencias con las armas, tanto disparándolas como observando a otros mientras lo hacían, puesto que de cualquier otra forma, mi distancia con esas herramientas habría sido mayor desde el comienzo, habiendo sido imposible que hoy sea quien soy. “No recuerdo la primera vez que sostuve o disparé un arma, mas sin esa experiencia, no estaría hoy aquí.” – Comprendo su postura ante las armas. Es cierto lo que usted refería unas líneas más arriba sobre “sostener lo que mis referentes entendían como un símbolo de su coraje”. Quizás sea una impresión mía, pero no recuerdo que tan solo quince años atrás el mundo del marketing estuviera tan armado como lo parece hoy en día. Recuerdo ver, hará cosa de año y medio aproximadamente desde el momento en el que escribo estas líneas, aquella docuserie en la que se mostraba cómo era parte de la instrucción a superar para formar parte del cuerpo operativo de élite por excelencia del Cuerpo Nacional de Policía, el Grupo Especial de Operaciones (G.E.O.). Suponía una suerte de campaña de marketing con la que impulsar la imagen del policía ideal. Aquello a lo que todos debemos aspirar. En mi caso, he de decir que supuso un extra de motivación en mi objetivo para adquirir un empleo en la escala de mando del CNP. En nuestro país, solo los cuerpos de seguridad pueden portar un arma de fuego libremente, todo en pos de la protección de la ciudadanía. Del mismo modo que yo defendía al inicio de este texto el sacrificio de un mal menor, arma de fuego mediante, en pos de un bien mayor, dígame, maestro, ¿coincide conmigo en que, en ocasiones, el uso de un arma de fuego está justificado? – Aclaremos previamente que, de fuego o blanca, negra o láser, concreta o abstracta… un arma es un arma. Es por ello, que: “Un arma es aquel elemento que es usado para ofender.” Por tanto, es la intención de ofensa la que le atribuye la cualidad de arma a un concepto, palabra, hecho u objeto. De esa forma, podemos inferir que lo que me preguntas es por la justificación del uso de la ofensa para la resolución de un conflicto. Es ahí donde tengo que decir que no, no queda justificada la ofensa, en ningún caso. Y no es por una cuestión ética o moral, sino por pura eficiencia en la resolución de un conflicto. Es aquí donde he de definir “conflicto”, para poder hablar con propiedad en adelante: “El conflicto es entendido por mí y, en consecuencia, por la Academia de Esgrima Láser, como: el contraste de intereses entre dos entes.” Así pues, para la resolución eficiente de un conflicto, se precisa de minimizar el contraste de manera paulatina, pues de otra forma, se generarán alteraciones repentinas en el entorno que no podremos prever, controlar o enfrentar. Siendo así, lo ideal es eliminar el contraste en los intereses enfrentados, no acabar con la figura del opositor, pues dicha figura siempre existirá y, además, será necesaria para asegurar el aprendizaje. Adicionalmente, el enfrentamiento directo, forzado y ejecutivo, da lugar a una escalada en la intensidad de las diferencias, que generará un acrecimiento en las repercusiones. De esa manera, la conclusión inicialmente favorable para el agente que use la fuerza tendrá una serie de efectos a posteriori, que harán manifiesto que el conflicto no ha cesado, sino que se ha trasladado en el tiempo, generando un nuevo evento en que se manifestará el contraste. En palabras más escuetas y llanas: “Cualquier diferencia resuelta por el uso de la fuerza y la ofensa genera una serie de consecuencias que extienden el conflicto y lo llevan a un plano imprevisible.” Siendo así, el uso del arma tan solo quedaría justificado si comprendemos que es producto de nuestro fracaso en obtener un éxito más sólido y eficiente. Hemos de recordar que los humanos somos animales y lo único que aparentemente nos separa del resto de las especies es un raciocinio levemente más elaborado, que nos provee de una mayor capacidad de previsión. Es con ayuda de dicha previsión que debemos de hacer el intento de resolver el conflicto en el estado embrionario, evitando su génesis. Por eso, puedo afirmar que debemos evitar la tentación de hacer uso de la ofensa, y por tanto, del arma, pues no resuelve el problema raíz del que emerge el conflicto, y además, quedamos expuestos a la potencia ejecutiva del opositor. Por otro lado, hemos de ser humildes y realistas, admitiendo que como seres básicos que somos, tenderemos siempre a preservar nuestra supervivencia, y por ende, cederemos a nuestros instintos en situaciones que experimentemos como críticas, dejándonos llevar por el miedo e instinto de preservación, siendo inevitable que nos defendamos de aquel que creemos opositor, y además, que sintamos justificación interna ante la ofensa en pos de nuestros intereses. Pese a ello, hemos de entender que ese momento es la culminación de un fracaso, pues intentar resolver con las armas un conflicto es la confirmación de que no hemos sido capaces de atisbarlo, manejarlo, o solucionarlo de maneras más funcionales. Sin embargo, cuando el arma se convierte en la causa instrumental de un ejercicio doméstico, preparatorio, académico y formal, que facilite el acercamiento al saber universal, está cumpliendo una labor que asistirá a la resolución de problemas futuros. Y esto es así dado que es el conocimiento aquello que nos auxilia a prever, atajar y cesar los conflictos, de una manera que crece en eficiencia en proporción a la sabiduría poseída. Javier, recuerda la frase del Tratado general de la Esgrima Láser, que sostiene la filosofía de las armas láser: “La forma más eficiente de usar las armas es valerse de ellas para nunca necesitarlas.” – Comprendo y coincido con la reflexión detrás del uso de las armas y las enseñanzas que llevamos adquiridas desde hace más de tres años, cuando comenzó este periplo en la Academia de Esgrima láser. Extraigo la conclusión de que el esfuerzo del conflicto, para erradicarlo y que las consecuencias del contraste citado sean solo positivas, debería estar centrado en transformar al opositor en un aliado, pues si no hay contraste, no hay conflicto. El duelo en la esgrima láser es un medio de dar luz de la forma más eficaz posible al opositor, regalando esa oportunidad única de aprendizaje a través del diálogo implícito en cada una de las frases de armas de los asaltos que lo desarrollan. El fin es noble, y, sin embargo, la técnica y geometría bien aplicadas otorgan la victoria a aquel que mejor esgrimista es, imponiendo, en esencia, sus argumentos frente a los del opositor. Parece una forma contundente de conseguir la paz, entendiendo esta como ausencia de conflicto. Podría decir que es el mismo caso de la “paz romana”, que en ocasiones hemos tratado en clase. Solo la capacidad de impedir toda opción de contraataque por parte del opositor, inhabilitando así de forma completa su respuesta, consigue una victoria total. Es la paz por la fuerza. Esto parece otorgar, en teoría, una eliminación del conflicto, pues sostenido lo anterior durante generaciones, se valdría del tiempo para eliminar asperezas, ya que todos aquellos que llegaran a este mundo ya nacerían con una realidad configurada de tal modo, no teniendo memoria para recordar el contraste que originó el conflicto. “Solo las victorias inconclusas dan lugar a un conflicto interminable”, decía usted en una ocasión. Por tanto, siento curiosidad en preguntarle: ¿no sería igual, a efectos prácticos, una “paz romana” sostenida a lo largo de generaciones, borrando la cultura sobre la que se impone dicho contraste, que un proceso paulatino de simbiosis entre las discrepancias de dos entes enfrentados? – Has de ser consciente de que para obtener una victoria completa se necesita mucho más que el éxito puntual en la imposición de la fuerza. Por tanto, borrar una cultura no es eficaz, pues estarás sembrando el germen del miedo entre todos los que sean testigos. Esto podrá dar lugar a una futura revolución en tu propia cultura o en otra emergente, en la que aparecerá la inseguridad ante la posibilidad de que se vuelva a usar la misma fuerza, mas esta vez, en su contra. Con dicho temor germinará la semilla del miedo que se plantó al extinguir al opositor, dando como fruto un nuevo conflicto. “Aquel que conozca tu capacidad de ser implacable, siempre podrá temerte, y con ello, caer en la tentación de defenderse de ti.” Teniendo esto en cuenta, puedo decir que no, Javier, no es lo mismo una paz romana que una simbiosis entre potenciales opositores. Y esto es así porque para que exista el genuino y verdadero cese de las hostilidades, siempre se ha de dar un único vector en el sentido de los intereses de los participantes del conflicto, siendo la reflexión sobre aspectos comunes la última la única vía eficiente y sostenible para dar cimiento a la calma. En una paz romana, el cese de las hostilidades se sustenta en el temor a las represalias, lo que mantiene a un sujeto bajo el control de otro. Por ende, aquel que es subyugado posee un interés con un vector distinto al de aquel que subyuga, dado que siempre pretenderá deshacerse del yugo. O sea: “Cesar las hostilidades por el temor del opositor resultará en un caduco y fugaz espejismo de paz.” De esa forma, la única manera de que una paz romana sea funcional es valiéndose de ella para contener la amenaza, y así tener la oportunidad de organizar los intereses de los opositores, para conseguir dirigirlos en un mismo vector, con idéntico sentido y dirección, evitando la necesidad de la ofensa sobre el otro, siendo el tiempo que durará la paz igual al módulo común entre los dos vectores. “La proactiva amenaza de ofensa retrasará la aplicación de la fuerza por parte tanto de agente como de paciente.” “Cualquier retraso en la acción paciente deberá ser usado para aumentar la eficiencia en la conclusión agente del conflicto.” Es así como es útil utilizar superioridad manifiesta como un arma controlada, sin intención ejecutiva, creando la sensación en el opositor de verse superado, dando tiempo al agente para minimizar las diferencias y obtener una conclusión sin necesidad de usar las armas de manera ejecutiva. Te propongo, con todo lo expuesto, hacer el ejercicio de crear un símil con la dialéctica: Imaginemos un contexto en el que dos individuos mantienen un debate. En él, se produce un intercambio de ideas, que pueden atentar en mayor o menor medida sobre la integridad de las posturas y opiniones que sostienen cada uno. Hemos de suponer que uno de los interlocutores, llamado agente, posee la intención genuina de cesar en el debate, y además, pretenderá hacerlo habiendo aprendido de lo debatido y/o de su opositor. El otro interlocutor, que será el paciente, pretende únicamente sentir que está acertado, valiéndose para ello de cualquier método posible, pese a ser falaz. En un primer escenario, el agente que se siente seguro de la veracidad de su perspectiva y posee el conocimiento para defenderla puede hacer entender sus argumentos a su opositor. Para ello, deberá encontrar puntos comunes entre las posturas, haciendo que el paciente pueda empatizar con dicho agente, generándose una sensación común de estar de acuerdo en un gran porcentaje de lo discutido, evitando hacer notar o elevar la oposición. Esto dejará como núcleo del debate pequeños detalles, que podrán ser acomodados con facilidad, por medio de argumentos sólidos y entendibles por el opositor. Si el agente consigue establecer una misma orientación de los criterios de ambos, la oposición será reducida al mínimo, haciendo que el agente pueda sobreponerse a ella y el paciente no tenga sensación de fracaso. De esta manera, agente y paciente no sufrirán nuevamente la fricción propia de la disensión en ese ámbito. En un segundo escenario, el paciente que no es capaz de comunicar sus ideas, pretende concluir la discusión con un golpe en la mesa, poniéndose en pie y amenazando con agredir a su contrario. Sin duda alguna, el agente sabio cesará el debate para conservar la integridad de ambos, más no se ha llegado a conclusión alguna, quedándose el tema sin zanjar. Tras esto, el debate volverá a surgir en otras ocasiones, pues las bases de este siguen sin resolverse, habiéndose simplemente restrasado el momento en que las diferencias tendrán que solventarse. Entendamos esto como la paz romana. Ahora planteo un ejemplo táctico hipotético, muy reducido y con un formato exageradamente elemental para facilitar su uso. Este podrá arrojar luz sobre la aplicación de lo anterior en la búsqueda de la eficiencia en el campo de la intervención armada moderna: Indicativos: (Blufor) Foxtrot. Equipo de fuego (Foxtrot 1). Equipo de apoyo (Foxtrot 2). (Opfor) Civil - Neutral/Potencialmente hostil (Hotel). Briefing (Blufor): El equipo Foxtrot, conformado por un equipo de fuego (Foxtrot 1) y uno de apoyo (Foxtrot 2), partirán a las 13:00 GMT del punto A. Podría existir presencia civil potencialmente hostil (Hotel) en A-B. El equipo de apoyo avanzará en compases de cruce y tomará las cotas AB001, AB004, AB013, AB023, apoyando compases de cruce del equipo de fuego. En caso de establecer contacto e identificar presencia civil en A-B, el tránsito se desviará a C, habiendo de completar C-B. Debriefing: Foxtrot, gracias al posicionamiento elevado del equipo de apoyo sobre la cota AB004, ha adquirido una mayor amplitud en su adquisición de inteligencia. Al advertir prematuramente la presencia de Hotel sobre la vía A-B, cede a transitar furtivo hasta C, evitando la exposición, interacción y potencial intercambio de fuego. Tras ello, se realiza el tránsito C-B sin novedad. Claramente, en este ejemplo se ha obtenido el éxito general, común y particular gracias a que Foxtrot, con clara superioridad, ha asumido la responsabilidad de evitar el enfrentamiento, cediendo la vía directa a la Opfor. Esta cesión, mientras se mantenga al margen la tozudez humana por demostrar preeminencia, no supone pérdida alguna en la operatividad de Foxtrot, sin embargo, es notable la ganancia de evitar el intercambio de fuego. Dichos opositores civiles ni tan siquiera han advertido la presencia de Foxtrot, siendo así que no ha existido intención, obra u acción ejecutiva por parte de estos al no advertir ni entender amenaza alguna. Todo ha tenido lugar gracias a la manera de operar, sin necesidad de establecer contacto y sin existir la exposición a bajas o pérdidas materiales. De esta manera el éxito es universal, pues afecta al equipo Foxtrot, al grupo de civiles y al resto de la humanidad, dado que el conflicto no ha escalado, las familias siguen completas y la información en la mente de todos los implicados continúa siendo accesible para beneficio de los que vengan. En este ejemplo, las herramientas ofensivas, entendidas en el contexto como armas, se han usado para posibilitar la operación con solvencia y eficacia, salvaguardando la integridad de Foxtrot ante lo imprevisto y ofreciéndole una seguridad que le ha permitido el ejercicio de la humildad para enfrentarse al reto y a la cesión de su vía original (A-B). Por tanto, se han usado las armas para permitir la conclusión más eficiente, que no ha sido otra que la de obtener el éxito sin la necesidad del fracaso opositor. Y de esa manera, el éxito es sostenido, pues no se dará lugar a la escalada del conflicto, colateralidades o futuras represalias. Hemos de entender que el conocimiento es el arma más poderosa posible, capaz de convertir cualquier elemento en útil ofensivo. De este modo, será aquel que posea el conocimiento suficiente, para quedar en absoluta superioridad sobre su opositor, quien deberá usarlo para minimizar los efectos del conflicto. “Será honesto, sabio, consecuente y humilde usar cualquier posible arma poseída para asistir a cualquiera, incluso al opositor.” En síntesis, repito sin miedo a ser redundante: “La forma más eficiente de usar las armas es valerse de ellas para nunca necesitarlas.” – Quedo plenamente convencido y acorde con los argumentos expuestos, Maestro. Tan solo albergo una simple inquietud, rondando en mi mente ahora: si la superioridad manifiesta del agente ha de ser, a priori, el primer recurso de aquel que intenta, de forma fehaciente, llegar a puntos en común, transformando la discrepancia entre ambos entes en un mismo vector, eliminado así el conflicto de forma real, ¿qué hacer cuando el paciente no es capaz de comprender esa superioridad manifiesta, bien por osadía, bien por ignorancia, hasta el punto en el que solo obra con intención claramente ejecutiva por ser incapaz de entender el contraste entre ambos? Quizás existan situaciones en las que haya tiempo suficiente para hacer entender dicha diferencia de modo incesante hasta conseguir el éxito, pudiendo así iniciar el diálogo que solventa la situación para ambos, ¿pero cómo hacerlo cuando no existe tiempo suficiente para dar a entender dicha superioridad y, por tanto, ser imposible dar paso al diálogo? – Alguien con la suficiente superioridad, real y no solo en lo físico, habrá de evitar la situación de la que me hablas. Será necesario entender las posibilidades que existen respecto a que una oposición pueda emerger, y por tanto, evitar dicho escenario. Haciendo uso de la lógica estoica, podemos entender que nos pertenece la responsabilidad de todo lo que nos acontece. Responsabilidad: “La responsabilidad es la atribución propia de la causa y de sus efectos.” O sea, que la responsabilidad resulta ser la manera en la que nos erigimos como titulares de los efectos de aquello que decidimos entender como nuestro, convirtiéndonos en causa, y con ello, en quien debe velar por que lo posible dé como resultado los efectos pretendidos, pues de lo contrario estaremos fallando en nuestro propósito de organizar y gobernar aquello sobre lo que hemos de tener control. “Asumir la responsabilidad de lo que acontece nos hace dueños de ello, con todo lo que ello implica.” Te pongo un ejemplo tan ilustrativo como esquemático: Imagina que tienes una moto. Toda la pericia real que adquieras habrá de estar centrada en evitar la situación en la que tengas una caída. Sin embargo, como los errores son parte del ser humano, deberás estar preparado para caer lo mejor posible, una vez ocurra el inevitable accidente, reaccionando con cierta solvencia y reflejos para gestionar la situación, así como será ideal portar el equipo necesario para minimizar las potenciales lesiones. Así pues, podemos entender que ante un conflicto ocurre igual. Es nuestra la responsabilidad de estar allí donde el conflicto puede sobrevenirnos, así como la de evitar ubicarnos donde esto pueda suceder. Por tanto, deberemos de pasar más tiempo preparándonos para discernir la gestación de la amenaza que para responder a ella, pues impedir que el conflicto emerja es una forma más eficiente de controlarlo que saber extinguirlo. “Es más eficiente aprender a evitar el conflicto que entrenar cómo extinguirlo.” No obstante, siempre hay la posibilidad de errar, al igual que con la moto, y podemos encontrarnos sin haberlo previsto en una situación límite. Así pues, para la resolución más eficiente de dicha emergencia, también habremos de prepararnos, teniendo el mayor repertorio de obras posible en nuestro poder, y además, habiéndolas interiorizado para ser capaces de enfrentar la oposición de una manera eficiente y eficaz, siendo la respuesta subconsciente la más rápida. Es ahí donde entra y gana valor el verdadero conocimiento de las armas y del uso de la fuerza. Y digo esto porque la resolución más eficiente de la situación de oposición emergente es aquella en la que se minimizan los daños, para agente, paciente y otros elementos contextuales. Por tanto, debemos entender que el que más capacitado está no es quien es capaz de responder de la manera más contundente y abrupta, haciendo la baja instantánea del opositor, sino quien es capaz de contener la amenaza sin exposición propia, reduciendo la aplicación de la fuerza por medio de la obra elegante, disminuyendo los efectos y consecuencias posteriores al uso de la fuerza. Esa obra elegante que menciono es aquella en la que, con el mínimo de elementos geométricos, dinámicos y semánticos, se obtiene el éxito menos lesivo posible para todos los implicados. Ahí entra la esgrima como instrumento preparatorio, pues su técnica emerge de combinar el propósito de ofender con la necesidad de no ser ofendido en el proceso. En el caso de la Esgrima Láser, esa ofensa agente deberá de ser tenida en cuenta y estudiada, para reducir al mínimo sus implicaciones, haciendo que dicho agente siempre esté seguro y que el paciente sufra los mínimos efectos lesivos. Por ende y para ello, se precisa la comprensión profunda de la geometría de los elementos implícitos, así como el estudio y constante supervisión de la dinámica con la que dicha geometría cambia en el espacio. De esta manera, no solo se posibilitará la solvencia en el asalto, sino que se aumentará la capacidad de previsión que un tirador posee, haciendo más sencilla y eficiente la identificación de un conflicto potencial y la resolución de este una vez tenga lugar. En definitiva: “Lo más eficiente será prepararse para evitar la génesis del conflicto, siendo para ello necesario conocer y poseer las herramientas que posibiliten el control y extinción de este desde dentro.” – Comprendo. Es tal y como hemos hablado en numerosas ocasiones a lo largo de las sesiones de formación en la Academia: el conflicto surge antes de que ocurra y termina después de que este acabe. Previsión como panacea para tratarlo incluso antes de que el paciente entienda que ha tenido lugar, evitando el perjuicio incluso antes de que este se manifieste. Gracias, Maestro. COLAPSO Y CONOCIMIENTO  Acostumbramos a vivir en la modernidad, entendiendo esta como la inercia social de hacer nuestro aquello que va a la vanguardia. Lo nuevo es mejor que lo anterior, o eso parece demostrarse a medida que la sociedad de nuestros días crece. En todos los sentidos. No cabe el sentido ecléctico de una praxis que, de diferir en un porcentaje mínimo respecto a lo estandarizado, queda absolutamente tildada de incoherente y extraña. Actualmente, los medios de comunicación nos hablan de tensiones geopolíticas que trascienden nuestras fronteras nacionales. Cuando estábamos en nuestra infancia, el conflicto sólo atendía a aquello que alcanzaba, como mucho, a nuestro grupo de compañeros y compañeras de clase, sin embargo, a medida que la globalización nos atrapa, como elemento fundamental de la socialización adulta que cada ser humano adquiere con el paso del tiempo, observamos cómo el conflicto, el contraste de intereses entre dos entes, se repite incesantemente más allá de lo que ni siquiera nuestros ojos pueden ver. El que suscribe percibe el mundo, y la sociedad en la que habita, cada vez más polarizada; más predispuesta a generar conflicto. – Maestro, quisiera preguntar su opinión al respecto: hemos vivido la ficción de distopías muy variadas, tanto en videojuegos como en series, películas y novelas. El grado de psicosis social que percibo en el mundo actual me hace pensar que existe una ínfima pero no imposible posibilidad de producir un cambio en el orden mundial, tal y como lo conocemos. Y no hablo de un cambio paulatino, propio de la evolución de las naciones y sociedades que han conformado la historia de la humanidad. Hablo de un cambio brusco, sin precedentes. Yo le pregunto: ¿cree que eso podría pasar en algún momento próximo? Y si así fuera, apliquemos lo que sabemos de la naturaleza del conflicto a la siguiente hipótesis: ¿cómo reaccionaría el mundo entero ante la anomia, como efecto colateral, de ese supuesto fin del mundo que conocemos? – Javier, voy a intentar explicarte la fuente de tus impresiones, y lo voy a hacer desde la más absoluta humildad, pues en este ámbito, mi palabra está respaldada por poco más que mi perspectiva particular, inevitablemente sesgada. Entiendo que el fin del mundo que conocemos está teniendo lugar de manera constante. Cada uno de los cambios que ocurren en el universo afecta de manera inequívoca al conjunto de lo que nos rodea. La diferencia es el intervalo de tiempo entre lo que podemos observar del cambio y notar sus efectos. Cuando un suceso ocurre, pese a no ser testigos directos de ello y no notarlo en el momento en que tiene lugar, sus consecuencias afectan o afectarán de manera indiscutible, mas al no conocer de dónde provienen los efectos que sentimos, le llamamos azar. Sin embargo, cuando un evento es observado, es debido a que notamos parte de sus efectos, y es eso lo que nos hace entender la fuente. Por tanto, ya está interfiriendo de manera directa sobre el observador. De esta forma, debemos suponer que: “Cualquier evento que podemos notar está teniendo efectos sobre nosotros, y cualquier evento que no podemos notar, los tendrá.” Aunque parezca inverosímil, esto nos lleva a comprender la sensación que tienes, y que subconscientemente comparto, de que el mundo está en un momento límite, en el que parece que no existe estabilidad alguna. No obstante, tan solo es una percepción subjetiva. En definitiva, es una impresión que tenemos debida a poder acceder a la información de manera instantánea. Con la tecnología actual podemos advertir eventos remotos, que de manera natural pasarían desapercibidos para nosotros, pues no alcanzaríamos a enterarnos nunca de que han tenido lugar dado el escaso impacto que tendrían sobre nosotros. Es así que no hemos de ser más empíricos, reaccionando y dejándonos condicionar mayormente por los eventos que experimentemos de manera propia, dejando al margen aquello que, pese a saber de su existencia, no deje testigos observables de su incidencia. Dicho de otra manera: “Para dejarnos condicionar por un suceso debemos de entender la escala en la que seremos afectados por él, pues de ser escasa o nula, el evento únicamente afectará para la previsión de otros subsiguientes.” En esencia, cuando nos enteramos de una noticia, debemos notar y controlar la sensación producida por la exposición a ella. En el medio natural, contexto del humano primitivo (Hommo sapiens) que aún somos, el sujeto se dejaba influir por toda la información que le llegaba, tanto en su psicología como su fisiología, pues en dicho contexto, cualquier cosa que advirtiera podía tener efectos inmediatos o a corto plazo sobre él. Si veía humo desde una colina, ese fuego podía extenderse hasta su asentamiento. Si oía el grito de alguien, podía ser el de un miembro de su grupo o tribu. Si olía el petricor de la tierra mojada, sabía que llovería. Sin embargo, hoy las noticias tienen el mismo impacto sobre el humano, mas por otro lado, aquello que acontece no siempre tiene una repercusión notable, dado que las noticias pueden hacer alusión al suceso del vecino o a desastres casi bíblicos a miles de kilómetros. Es indiscutible que el humano ha evolucionado algo durante los últimos treinta mil años, sin embargo, el desarrollo de las tecnologías comunicativas es mucho más rápido que el proceso evolutivo natural. Ha sido así como poseemos conocimientos y métodos de mantenernos informados que superan la capacidad de gestionar dicha información y las emociones que nos produce. “La tecnología avanza más rápido que la capacidad para adaptarnos a ella, emergiendo inconvenientes imprevistos de lo que pretende ser útil.” El instinto para buscar información, o sea, la curiosidad, ha sido un elemento crucial para la supervivencia del humano como especie. No obstante, esto torna a nuestra naturaleza en nuestra contra, concretamente en el momento en que disponemos de maneras para obtener toda la información que queramos y carecemos de métodos para contender con ello. Es por ello esencial ser capaces de discernir qué parte de esa información que nos llueve es relevante y cuál no, basándonos en nuestra previsión y centrándonos en la dimensión y magnitud en la que nos afectarán los eventos de los que se nos informa. Con esto de base, respondo a tus preguntas: Gran parte de la sensación que tenemos de estar al límite se debe únicamente a la incapacidad de contender con la información que nos llega, siendo una cantidad notablemente mayor a la que tendríamos en un medio natural. No obstante, y sin lugar a dudas, un cambio repentino podría tener lugar. Con la ciencia en la mano, esto es plausible y deberíamos estar mínimamente preparados para ello y/o para minimizar sus efectos. Sin embargo, en el presente, para que ocurriese un colapso profundo de la sociedad moderna, tendría que haber un cataclismo tecnológico, donde se manifestase de manera notable la presente dependencia de la tecnología digital que padece el ser humano. Hablando de manera general, ante una situación apocalíptica, el humano, como animal que es, tiende a dar prioridad a la supervivencia del individuo, pretendiéndose asegurar los recursos básicos a toda costa. Una vez sus necesidades básicas queden cubiertas, pasaría a establecer lazos sociales. En unos días, tras un colapso profundo, los individuos supervivientes con mayores recursos y comodidades adquiridas tienden a organizar grupos a su alrededor, sostenidos o inicialmente coordinados por ellos. Estas comunidades son el germen de nuevas sociedades de mayor escala, que interaccionan entre ellas con todo lo que eso implica. En definitiva, en un par de meses, se crearía una sociedad arcaica que, independientemente de la tecnología de la que dispusiese, sería plenamente funcional. Claro está, si lo permiten las condiciones del medio ambiente donde se desarrollase. Ahora, hablando en el contexto específico del conflicto marcial, esta tipología de colapsos sociales se han visto y se pueden ver en las zonas de conflicto, a lo largo y ancho del mundo, durante los primeros estadios de un conflicto armado. Todos los grupos sociales y etnias que he podido estudiar han actuado de manera muy similar ante un evento de una magnitud apocalíptica para ellos, como podría ser una invasión repentina, un saqueo masivo o un levantamiento por las armas de un régimen totalitario. En primera instancia, tal y como digo, ante el impacto del cambio drástico, siempre se ha vuelto a ese estado animal y primario de los individuos, que llevados por el miedo, actúan de manera visceral ante las necesidades, entendiendo a los congéneres como competidores en cualquier campo, mientras no se tengan unas necesidades mínimas cubiertas, donde entran la supervivencia propia y la de la prole. Obviamente, dada nuestra naturaleza racional, siempre hay excepciones a esto, que en este caso son sujetos que se mantienen fríos ante la situación, pretendiendo obrar de manera reflexiva. No obstante, esa actitud serena, en según que contextos de incertidumbre, genera muchas posibilidades de ser víctima de otro u otros con menos raciocinio. Luego, una vez que el primer impacto queda atrás, los individuos comienzan a colaborar, y con ello me refiero a interaccionar entre sí para determinar entes más elaborados. En dicha interacctuación está implícita tanto la jerarquización voluntaria como las luchas por el poder, en ocasiones con una violencia mayor que la que se aplica contra el opositor. Cosa que, paradójicamente, ubica a los individuos que pugnan en el lugar más adecuado de la organización y, con ello, se genera estabilidad y se establece un orden que permite la función más eficiente del grupo. Una vez esto ha tenido lugar, comienza de nuevo la normal evolución de los acontecimientos. O sea, el crecimiento del grupo, la interactuación con otros grupos, la lucha por los recursos y la colaboración, teniendo todo ello su comienzo en el momento en que una de las tribus ha cubierto sus necesidades básicas de grupo y empieza a explotar o valerse de otras. Un individuo es un animal que, cuando se asocia con otros, conforma otro animal que llamamos grupo, y así ocurre en distintas escalas, llegando al ente más grande posible, que es el mundo al que apelas al principio, siendo este el último gran grupo posible que no se va a unificar hasta que aparezca un opositor común que nos haga entendernos como un único ser. Y aquí es donde entra la lógica del conocimiento como elemento universal de crecimiento, pues a mayor conocimiento poseído, mayor es la velocidad con la que un grupo se cohesiona y evoluciona, dando lugar a una mayor estabilidad que evitará el colapso de su estructura y posibilitará su supervivencia. En síntesis: “El impacto de un cambio sorpresivo hace que volvamos a ser simples individuos que, con el tiempo, se adaptan y asocian, creando entes mayores, que nos permiten sentirnos fuertes e inmortales, haciéndonos capaces de volver a caer en los errores que nos separan, siendo todo esto únicamente evitable a través del conocimiento.” – Entiendo la lógica. En el primer momento de incertidumbre, el instinto de supervivencia se activa, por lo que volvemos a priorizar esas necesidades básicas que a día de hoy ya se encuentran suplidas, por lo que queda espacio para el diálogo. Una vez resuelto esto, todo vuelve naturalmente al estado social que tenemos hoy. Gracias por la reflexión, Maestro. RECURSOS HONESTOS – Maestro, en alguna ocasión me he visto envuelto en un conflicto verbal con personas a las que no conocía por, simplemente, carecer de la misma información. Un ejemplo reciente es el de un chico que compró un producto a través de una web para venta de productos de segunda mano. El producto en cuestión llevaba la preparación necesaria para un uso efectivo, pues de otro modo, no sería posible su utilización. Al realizar la venta, pasados varios días, el comprador me contactó y me indicó que el artículo no funcionaba. Le expliqué que necesitaba aprovechar la adaptación que llevaba preparada, ajustada al elemento sobre el que se ensambla, para poder disfrutar de él, ya que recién salido de tienda, su uso es imposible. A pesar de explicar el proceso, que apenas llevaría unos minutos, no parecía aceptar mis palabras, por lo que, por más detalles y facilidades que le di, aportando la información veraz, contrastada y comprobada por mi experiencia en el mismo contexto, no conseguí extinguir el conflicto. Entiendo que esta situación es fácilmente extrapolable a otros contextos; por ejemplo, la violencia explícita aplicada en un atraco fortuito, que por la naturaleza de la situación, impide el diálogo. Tras reflexionar en numerosas ocasiones respecto a esto, saco la conclusión de que solo la cesión ante el interés ajeno extingue el conflicto. No obstante, quisiera saber si, en su experiencia y opinión, existe otra alternativa por la que se extinga el conflicto, a partir del diálogo y/o compartir información, que extinga el problema sin tener que ceder ante la voluntad de un opositor. – Javier, nuestro tiempo es la única riqueza que tenemos, que además es imposible o exageradamente difícil de multiplicar. Sin embargo, sí es posible aprovecharlo o usarlo de manera más eficiente. En un breve resumen, ante el conflicto que me planteas, la mejor opción es ceder tras pretender de la manera más educada posible hacer entrar en razón al opositor. Hemos de tener en cuenta que, en ese contexto, la cesión a los intereses del otro no supone un perjuicio notable. En el caso que comentamos, si la resolución del conflicto tomara más tiempo que la cesión ante el otro, será más eficiente claudicar, dado que respecto a nuestros intereses particulares habrá una menor inversión de esfuerzo. No obstante, debemos de entender la situación dentro de un sistema global y en una mayor escala a la nuestra. En ese caso, por compromiso con el resto de individuos que componen la sociedad, deberemos poner más carne en el asador para que, lo que sea honesto, tenga lugar. De esa manera el opositor tendrá la posibilidad de darse cuenta de su error, algo que hemos de entender como un ejercicio de iluminación, facilitando que el otro tenga la información pertinente. Sin embargo, como acertadamente dices, puede darse y se dará el caso de que el contrario no tenga intención o posibilidad de hacer uso de la información que le brindamos, y con ello, sea imposible hacerle entrar en razón. Es en ese momento donde termina nuestra responsabilidad para con el resto de la sociedad. Siendo ahí donde hemos de sopesar si es más eficiente seguir pretendiendo la resolución del conflicto a nuestro favor o la retirada táctica ante un opositor que no teme a nada. Desde mi punto de vista, experiencia, así como mis acciones pasadas y presentes, lo ideal es pretender la resolución del conflicto aportando información para disminuir el contraste de intereses. Si no es posible eso, honestamente pienso que sigue siendo eficiente zanjar el tema asumiendo menos ganancias de las inicialmente esperadas. Más si cabe, teniendo en cuenta que aprendemos una lección con su respectivo valor, en la que podemos vislumbrar con qué estereotipo de individuo no debemos interaccionar por el potencial riesgo de generación de un conflicto del que no podemos salir plenamente airosos. De esta manera entiendo que: “Prefiero un opositor sabio y fuerte que uno estulto y débil, pues este último no cesará en su ofensa, pues ni tan siquiera entenderá cuándo ha ganado.” Voy a explicar la manera de generar ventaja de la beligerancia del opositor con la geometría propia de los medios de la Esgrima Láser. Cuando la hoja de un opositor está agregada a la nuestra, privándonos, se podrá dar el caso en que dicho individuo pretenda la disposición de nuestra hoja, imponiendo fuerza sobre ella. Lo más eficiente en ese momento para nosotros será divertir la hoja opositora, dejando a la nuestra que ceda ante la presión recibida. De esa manera, el opositor estará siendo esclavo de su propio vector de inercia, mientras nuestra hoja queda con potencia de obrar, permitiéndonos actuar cuando sea ideal, dado que nosotros no estamos ejerciendo fuerza sobre ella. Dicho de otra manera: “Cuando el paciente proceda a disponer la hoja agente, el agente divertirá, aprovechando que el paciente quedará preso de su movimiento y presión, mientras el agente tendrá libre disponibilidad de su hoja, quedando en potencia de obrar.” Eso mismo ocurre en un conflicto de cualquier índole. Cuando el opositor esté ejercerciendo fuerza sobre nosotros, seremos nosotros quien posea la iniciativa, dado que él estará obrando para conseguir su propósito de imponerse. Este es un recurso que se usa como elemento táctico en el área de la dialéctica. Consiste en generar una situación que al paciente le resulte sumamente incómoda, tanto como para que le sea inevitable luchar contra ella. Mientras tanto, el agente cederá a la resistencia del opositor en unos determinados vectores, mas no en todos, habiendo ganado terreno a su interés en las áreas que el paciente no ha podido tener en cuenta durante su forzosa resistencia. Por ejemplo, imaginemos que un grupo de gente se dedica a hacer escobas, de lo cual no paga ningún impuesto. El cobrador de impuestos se acerca a sus negocios y les pide el total control de sus fábricas. Estos se niegan, y de manera manifiesta, se oponen al mandato, luchando y evitando cualquier elemento de control con resistencia férrea. Ante ello, el cobrador aparenta claudicar y les propone tan solo pagar una fracción muy pequeña de lo que pretendía inicialmente. Los escoberos, absortos en su lucha, consideran que pagar un impuesto mínimo es una victoria. Al final, el cobrador ha ganado la porción que pretendía, y además, los escoberos creen que han sido los verdaderos triunfadores de la lucha. En esencia: “Cuando se resiste contra una fuerza se genera naturalmente un deseo de cesar en la oposición, que podrá ser usado por el contrario para negociar los términos del cese, habiendo ganado lo que inicialmente pretendía.” Este recurso táctico es un elemento que se puede explicar con vectores: Si dos objetos se mueven por vectores que se intersecan perpendiculares, la magnitud de la desviación tras la interacción es la máxima posible. Sin embargo, si uno de los objetos cede la presión de su vector a la presión generada por el contrario, tendrá la oportunidad de acomodar a placer el ángulo de las trayectorias resultantes así como la potencia de una intersección futura. Respecto a lo que me preguntas: “¿Existe otra alternativa por la que se extinga el conflicto, a partir del diálogo y/o compartir información, que extinga el problema sin tener que ceder ante la voluntad de un opositor?” Sí, existen varias posibles, con base en el carisma. A grandes rasgos, aquí expongo cuatro posibles soluciones al conflicto que me planteas: Primera solución: previsión Hacer un análisis previo del contexto y, como siempre, ser capaz de predecir la posibilidad de que el conflicto emerja, evitando las situaciones en las que pueda tener lugar. Como siempre digo, esto es un ejercicio exageradamente profundo, que además no podrá tener garantía de éxito. En cualquier caso, en contextos tan domésticos como son normalmente las relaciones civiles de compra-venta, se puede hacer un estudio previo del contrario, sin temor a cancelar el trato en caso de que exista cualquier indicio de irregularidad o potencial problema, antes o durante el proceso. Esto puede ser así por la escasa implicación que tiene la venta de un artículo menor, tanto en nuestra economía como en nuestra función diaria. “La previsión disminuirá la posibilidad de que emerja el conflicto y aumentará la potencia de controlarlo.” Segunda solución: intimidación Una vez el comprador manifieste su disconformidad, elevar el conflicto de manera superlativa. Esto generará un clima de asombro sobre el comprador que le hará receptivo ante una propuesta más mesurada y acorde a los intereses de ambos. No obstante, la intimidación no será una conclusión plena, sino que dará lugar a la retirada del opositor, quedando el conflicto abierto, y por ende, existiendo la posibilidad de que se manifieste de nuevo. “La intimidación exitosa hará que el opositor se retire del medio, quedando inconcluso el asalto y/o conflicto.” Tercera solución: empatía inducida Apelar a la capacidad de empatía del opositor se puede llevar a cabo manifestando, sin mentir en ningún caso, con solemnidad y artístico dramatismo los eventos recientes que motivan la venta, las dificultades del proceso y los elementos condicionantes que dificultan la vida de aquel que pretende zanjar el conflicto. En esencia, el opositor entenderá fuera de lugar seguir usando la fuerza sobre alguien tan desvalido y con tantas trabas. Siendo así, el paciente que compra comenzará a entender asumibles ciertas pérdidas en sus intereses, por creerlas menores que la pérdidas que está teniendo o tendrá el agente que vende. “Inducir la empatía ofrecerá la posibilidad de minimizar el conflicto, apelando a las emociones del paciente, que tenderá a decrecer en la contundencia de su oposición.” Cuarta solución: divertir Una solución, en muchos casos válida pese a que tu quieras prescindir de ella, es la de ceder ante los intereses del otro, sin miedo, previniendo y entendiendo las posibles consecuencias de ello. Pues retirarse del conflicto no es abandonarse a la desidia, sino establecer un nuevo punto de partida sólido, donde la ventaja táctica sea mayor. “Ceder ante el opositor facilitará la extinción del conflicto, asumiendo el sacrificio.” Espero que esto te pueda servir de ayuda en futuras situaciones, que muy a mi pesar, vivirás. No obstante, te insto a que aproveches cada una de ellas para practicar, acomodar e interiorizar la metodología, haciendo más eficiente el control del conflicto. – Agradezco la luz arrojada al asunto, Maestro. Sin embargo, me queda una duda respecto a todo lo anterior. Entendemos que compartir una información veraz, honesta y sin ninguna pretensión oculta da pie a un diálogo sincero, donde ambos entes disfrutan de una oportunidad en la que sus intereses pasan de ser linealmente perpendiculares a, con suerte, paralelos. Los enfoques anteriores, bien sean con argumentos, bien sean con acciones, me plantean una disyuntiva: o bien somos capaces de generar el éxito dentro del contexto honesto donde la información se comparte, o bien hacemos uso de algún tipo de artimaña con la que conseguir un interés propio, meditado previamente o de forma improvisada, con el que hacer creer al otro que todo se mueve en un canal transparente, cuando en realidad, todo es orquestado por nuestra astucia. En tal caso, ¿no estaríamos renunciando al carácter honesto del traspaso de información en pos de un conocimiento ya filtrado y parcialmente modificado por nuestros propios intereses? Dicho lo cual, ¿qué resulta más valioso para la humanidad y la expansión del conocimiento? – En esencia, el objetivo a cumplir para evitar el conflicto es que nuestros intereses coincidan, en la mayor medida posible, con la pretensión de obtener el conocimiento y expandirlo. Será así que seguiremos siendo honestos cuando persigamos una determinada gesta pretendiendo evitar el conflicto, dado que nuestro propósito no es otro que el que aparentamos, y además, universal: sobrevivir. La naturaleza pretende, tal y como hacemos nosotros, la perpetuación de la información y del conocimiento, y esto lo hace por medio del interés genuino de la supervivencia de los individuos y su descendencia. Por ejemplo, cuando una madre actúa de manera instintiva para proteger a su hijo se está manifestando el mecanismo natural que pretende asegurar que la información genética y cultural se conserve, así como una ganancia en el potencial de expandirse. Igualmente ocurre cuando esa madre se protege a sí misma, dado que esto es un acto que le asegura proteger y seguir criando a su hijo, existente o futuro. Tanto es así, que cuando una madre humana pierde a su prole, en una mayoría aplastante de los casos, la depresión le inunda, haciéndole sentir que su vida ha perdido el sentido de ser, condicionando su intelecto con intenciones autolíticas. Dicho esto, te contesto: “Seguimos siendo honestos cuando usamos "artimañas" y "tácticas" conscientes para influir sobre la cognición del opositor, siempre que el objetivo sea el común.” Me explico: Cuando nosotros buscamos voluntariamente la reorientación de los vectores de los intereses propios y del opositor, estamos evitando el conflicto de una manera eficiente. Puesto que el conflicto es un evento emergente que no beneficia ni a agente ni a paciente, cuando tomamos el control de la dirección de los intereses estamos obrando a favor de todos los implicados. “La honestidad de nuestros recursos no depende del elemento usado, sino del impacto sobre el opositor y del propósito con el que se esgrime.” Siempre que los métodos para la reubicación de los vectores no incidan negativamente en el estado presente del opositor, dichos métodos serán proporcionales a la situación y no se estará manifestando el uso de la fuerza. En definitiva, estos recursos podrán considerarse honestos por manifestar el interés universal de minimizar el conflicto, puesto que ese es el interés último de todo ser vivo, al aumentarse con ello las posibilidades de la supervivencia. En caso de que el opositor paciente advierta las maniobras del agente, se creará un debate donde ambos podrán usar herramientas honestas y sustentadas en la veracidad para contravenir los cambios de dirección en los vectores que pretenda el opositor. Estas herramientas usadas han de ser honestas y veraces, tal y como digo. Y no habrán de serlo por una cuestión ética o moral, sino porque harán más eficiente su uso y la administración de ello tras el debate. Esto es así por tres motivos: Solidez: La solidez aplicativa tendrá lugar cuando un argumento se entienda como verdaderamente honesto, dado que posiblemente está madurado en la mente de quien lo esgrime, así como probablemente contrastado, y por tanto, tiene muchas posibilidades de resultar más firme en su exposición, más sólido en la aplicación y más cercano a la veracidad de lo experimentado, al menos, desde la perspectiva del que lo usa. Previsión: Cuando un argumento es honesto será más previsible aquello que acontezca tras su uso, dado que el agente habrá experimentado con anterioridad los efectos de dicho razonamiento. De esta manera, se podrán adelantar los efectos y las reacciones en el paciente, permitiendo una mayor eficiencia en el debate, alejándose de la manifestación de la fuerza. Resiliencia: El agente que esgrima argumentos sólidos, que entienda humilde y sinceramente como válidos, quedará exonerado de los efectos de su uso, pues al obrar de manera honesta, tendrá mayor capacidad en el futuro de comprender sus errores, de administrar las consecuencias y de maximizar la detección de fallas en su obra, que podrá subsanar para hacerse más eficiente en próximas intervenciones. En caso de que un paciente esté usando la fuerza, será obligación del agente seguir esgrimiendo todo recurso disponible para minimizar la escala del conflicto, pretendiendo su más rápida y eficiente extinción, cumpliendo esto con los intereses honestos de ambos implicados. En síntesis: “Cuando se debate con el propósito de llegar a una conclusión, por medio del carisma, evitando el uso de la fuerza, se hará uso de cualquier argumento honesto que se disponga, siempre que este siga la dirección del interés común y no ejerza fuerza frontal o perpendicular sobre los intereses del opositor.” Siempre que exista el mínimo interés común entre agente y paciente, que será el de seguir operativos para continuar con su función, el agente podrá usar todo aquel útil que impida la génesis o permita la resolución del conflicto, evitando el uso de la fuerza, pues dicho método estará afectando positivamente a ambos implicados, aumentando la potencia de que, tras el contacto, puedan seguir trabajando por el crecimiento y expansión del conocimiento universal. “Será honesto cualquier elemento usado con el propósito de minimizar el conflicto, pues esto es un interés universal.” – Entiendo que cualquier recurso es viable siempre que se use con la sincera intención de desescalar hasta extinguir el conflicto, pues un conflicto activo, cuando se manifiesta a través de la fuerza, no beneficia a nadie. Gracias, Maestro. DE LA GUERRA Y EL GUERRERO  En su primera acepción, la Real Academia Española (RAE) define la guerra como “desavenencia y rompimiento de la paz entre dos o más potencias”. Paralelamente, la misma RAE define al guerrero como aquel “perteneciente o relativo a la guerra.” Si estudiamos el conflicto, como contraposición de intereses entre dos entes conscientes y sabedores de su actitud aplicada a una praxis concreta, podemos inferir, sin mayor esfuerzo, que es en la guerra donde podemos analizarlo en su máximo exponente. Los medios de comunicación que en el presente nos bombardean con información de todo tipo nos afirman que son los soldados de X nación o los mercenarios de X grupo los que actúan en un escenario bélico. El ejemplo de guerra más reciente y claro es el enfrentamiento entre Ucrania (apoyada por la OTAN) y Rusia que actualmente se está desarrollando en Europa en el momento en que escribo estas líneas. Podríamos entender el conflicto que subyace a este evento desde dos perspectivas: – Por un lado, la contraposición de intereses entre un estado y otro, cada uno con sus argumentos, como consecuencia de la explicación y razonamiento de sus motivaciones frente al opositor, con un entendimiento frustrado, que enfrenta los ideales de aquellos que dirigen ambos países. – Por otro lado, el contexto al que me quiero referir en este capítulo, reduciendo el conflicto a uno contra uno, existe el conflicto entre aquel uniformado (o no) y un opositor de un bando distinto. Profundizando más en este segundo ejemplo, aquella persona que porta un arma de fuego bajo unas órdenes, y que ejecuta actos donde la violencia está implícita, estaría participando en dicha guerra, sin embargo, como apuntaba antes, los medios de comunicación denominan como “soldado” o “mercenario” a aquellas personas que así actúan en dicho escenario. – Quisiera preguntar, Maestro, si, en su experiencia, un soldado, un mercenario y un guerrero son significantes con idéntico significado. Mi experiencia a partir de la formación recibida en la Academia de Esgrima Láser me hace pensar que nada tienen que ver. Con todo, me gustaría tener bien clara dicha diferencia y, además, qué papel tendría cada uno de ellos en el conflicto, bien sea un rol consistente en acrecentar el conflicto, extinguirlo o, simplemente, aprovecharse de él, sin influir en su desarrollo natural. – Atendiendo a las socráticas maneras de las que espontáneamente tiendo a hacer gala, hemos de comenzar describiendo o puntualizando aspectos fundamentales del debate. Será de ese modo que podremos comprender de forma común los términos que usamos, facilitando notablemente el acuerdo. Comencemos por entender qué es la guerra: Como con acierto apuntas, la RAE señala que la guerra es una desavenencia o una ruptura de la paz entre dos o más potencias, cosa que considero ambigua, pues es tan amplia dicha definición del término que poco o nada alcanza a concretar. Sabiendo que incluye más acepciones que complementan a esta, hemos de tener en cuenta que la RAE es una institución dedicada a observar y facilitar que la mutación orgánica de la lengua española no la haga perder su coherencia. Siendo así, las definiciones de la ilustre entidad no tienen como objetivo ser precisas en campos específicos de estudio, pues la institución vela por concretar un lenguaje estándar, en ningún caso por el desarrollo de los conceptos técnicos que sostienen definiciones mucho más concretas, necesarias para áreas especializadas. Quede claro que en mis palabras tan solo hay agradecimiento para la entidad de las letras, dado que su trabajo ayuda notablemente a todo hispanoparlante. En definitiva, las acepciones de la palabra “guerra” que la RAE ofrece son veraces y acertadas en un plano general, sin embargo, resultan escasas para la profundidad con la que trataremos el tema. Es ahora que, humildemente, debo exponer mi perspectiva sobre cada uno de los elementos que componen la definición de la RAE. La RAE habla de desavenencia o rompimiento de la paz, en la acepción primera, de la que tú haces uso. Desde mi prisma, para que un desacuerdo se convierta en guerra, ha de ser expresado por, al menos, dos de las partes implicadas, existiendo una oposición manifiesta en la que ambos estén sufriendo los efectos de las obras contrarias. Esto es así puesto que en la mera desavenencia no queda implícita la confrontación ni el uso de la fuerza en contra del otro, sino que únicamente está presente la oposición, la discordia o la contrariedad, según la misma RAE. Luego, las mayúsculas y las minúsculas usan la palabra “potencia”, de la cual nos valemos para describir la capacidad operativa, ejecutiva y organizativa que suele tener un estado que, de manera relativa, posea poder notable en cualquiera de los ámbitos posibles. Por mi parte, conservando la posibilidad de errar y siempre sujeto a mi experiencia académica y vital, de manera técnica y precisa en este contexto que nos atañe, entiendo que: Guerra: “La guerra es la manifestación ejecutiva del conflicto en la escala sociológica.” Explicando esta acepción, la guerra ha de ser una consecución de actos en los que uno o más de los intervinientes sean conscientes de la situación; es por ello que la guerra ha de ser una manifestación de la oposición. Adicionalmente, dicha manifestación ha de ser ejecutiva, pues será fundamental la intención de atentar contra la integridad del ente opositor, ya sea de manera subyacente o explícita. En lo que a la escala se refiere, históricamente han existido distintas maneras de apelar al conflicto manifiesto, dependiendo del nivel al que tuviese lugar. Hablando del enfrentamiento físico, la escala menor se podría entender como riña, estando protagonizada por un número muy escaso de efectivos, en los que las armas que suelen usarse son improvisadas o especialmente destinadas a los efectos contra persona. Algo mayor en esta escala sería la escaramuza, que es un enfrentamiento de un grupo reducido de efectivos contra otro o contra un ente de mayor envergadura. En la escaramuza, las armas usadas son de tipo instrumental o conceptos específicamente destinados a la función ejecutiva, o al menos, adaptados exprofeso para ello. En una escala aún mayor, tendríamos la batalla, que se conoce como un enfrentamiento concreto entre unidades compuestas por un número considerable de individuos. A este nivel, el armamento e instrumental que porta cada efectivo tiene carácter especializado, convirtiendo a cada uno de dichos efectivos en un elemento específico, que forma parte de una entidad mayor, que resultará ser la unidad participante en el susodicho enfrentamiento. O sea, que la batalla tiene lugar entre entidades organizadas y compuestas por efectivos. Siendo así, la guerra es un conflicto en que tiene lugar, al menos, una batalla. Sin embargo, la escala también aumenta en cuanto a la forma de entender a los entes participantes, pues dicha guerra es un evento en que los opositores son grupos sociales, independientemente del tamaño de estos conjuntos. Es por ello que la naturaleza de las armas también muta, siendo la información uno de los recursos más eficientes para operar en contra de la organización de la sociedad opositora. Es importante entender que una sociedad puede tener distintos tamaños, siendo posible encontrar una sociedad compuesta por un único individuo, así como una sociedad sostenida en la existencia de millones de sujetos unidos por un único interés. Por tanto, podemos entender que la guerra tendrá lugar entre sociedades al comprender que dichas sociedades son determinadas por la unión de individuos en pos de un propósito común. De esa forma se entiende que: “La guerra emerge entre conjuntos sociales con propósitos enfrentados.” Antes de profundizar, te aclaro que no hay ningún papel en el conflicto que esté genuinamente destinado a acrecentarlo. Teniendo en cuenta que el conflicto real, independientemente de su escala, resulta universalmente desagradable para los que lo sufren, e incluso para los que lo observan, ninguno de los verdaderamente intervinientes tiene un rol consciente de aumentar el calado de las diferencias. Sin embargo, puede ser que las acciones propias que buscan el cese de las hostilidades, por pura ignorancia de las repercusiones, no tengan el efecto deseado, acrecentando la magnitud de las diferencias. “La escala del conflicto aumenta por la falta de información de los implicados.” Por último, he de hacer un apunte a modo de síntesis, sostenido en mi reflexión madurada, que dejo aquí para que puedas comprender que, en esencia, la guerra es una manifestación de la estulticia, pues aparece cuando la razón queda relegada a un recuerdo. “La guerra emerge en el momento en que unos pocos convencen a los ignorantes para justificar sus propios crímenes.” Ahora, teniendo claro los aspectos básicos de la guerra, y atendiendo a tu requerimiento, procedo a explicarte qué es cada una de las tipologías de combatientes sobre las que me preguntas, según mi perspectiva teórica, docente y profesional, al margen de las descripciones oficiales y académicas que puedan aportar otras entidades profanas, posiblemente alejadas en demasía de la realidad tangible del conflicto. El soldado: “Un soldado es aquel efectivo al servicio de un interés mayor al suyo.” Es así que estaremos acertados al denominar como soldados al personal profesional que forma las filas de cualquier ejército nacional, pues este queda a disposición de su estado. Sin embargo, podemos usar el término para señalar a aquellos efectivos que trabajan para otras causas, como pueden ser religiosas o ideológicas. Etimológicamente, hemos de saber que el propio concepto de soldado está vinculado al cobro por una prestación de servicio. Pese a la retribución económica, un soldado ha de tener un vínculo mayor y más elemental con la entidad que lo gobierna. Este vínculo suele ser ético, moral, religioso o político, y sostendrá que el individuo entregue su labor más allá de recibir una contraprestación, siendo por ello vital el adoctrinamiento. “Para la creación de un soldado será más necesario el adoctrinamiento que la instrucción.” En ocasiones, dependiendo del contexto social, el soldado puede ofrecer un servicio espontáneo, por puro convencimiento, sin beneficio económico alguno, ante una situación en la que vea peligrar la entidad a la que está vinculado, ya sea esta un estado, una religión o una idea. Así pues, el papel de un soldado en la guerra es únicamente el de llevar a cabo aquello que pretenda la entidad que lo gobierna. Esto le ubica en una función prácticamente doliente pues, por su servicio incondicional, sufren los efectos físicos, psicológicos, sociales y éticos de cada una de las decisiones tomadas por aquellos que no están desplegados o expuestos. Mercenario: “Un mercenario es un efectivo que participa de la guerra únicamente motivado por el interés económico.” La figura del mercenario ha estado históricamente ligada a potencias políticas que han precisado de un volumen adicional de efectivos para engrosar las filas de sus ejércitos. Sin embargo, estos individuos han sido normalmente oriundos de naciones terceras, así como dependientes de una prestación económica, sin la cual, no han sido operativos. Esto hace que el mercenario pueda no mostrarse interesado en continuar con su actividad ante ciertas adversidades que puedan superar lo entendido como un pago justo, dándose lugar a eventos en los que, ante la falta de liquidez de una entidad, el mercenariado se retire de sus funciones, abandonando o volviéndose en contra del contratador. Esta falta de compromiso, más allá del intercambio directo, es lo que hace que “mercenario” sea una palabra relativamente peyorativa para apelar a aquel que ofrece sus servicios operativos. Es por ello que, tatuado por mi experiencia, llamo contratista a aquel individuo coherente y responsable, que cede su esfuerzo marcial por dinero sin renunciar a la ética. En parte, contratista podría ser un eufemismo, o al menos un recurso para evitar vilipendiar al operador a sueldo que merezca el respeto por sus demostradas capacidades y entereza moral. “Mercenario es un apelativo con notables connotaciones peyorativas.” Teniendo en cuenta esto, el mercenario puede desarrollar una amplia variedad de papeles con una mayor variedad de las que pueden llevar a cabo soldados gubernamentales. Las funciones pueden ir desde conformar unidades convencionales y otras que serán potencialmente invertidas en operativos típicos, con o sin posibilidad de supervivencia, hasta realizar labores de apoyo a la fuerza, logística o administración de manera muy especializada y solvente. Así mismo, se pueden entender como mercenarios aquellos que, puntualmente, ofrecen su servicio de información a potencias ajenas dentro del territorio de su nación, facilitándoles así la adquisición de inteligencia. Esto ha sido, es y será un mecanismo típico de las unidades de vanguardia, pues es fundamental el conocimiento y la información del personal colaborador en tierra hostil, autóctono o foráneo. “El mercenario lo será cuando cobre de su participación, pudiendo ofrecer tantos tipos de servicios como necesidades puedan surgir a su empleador.” Es importante entender que, en el contexto real, la vida de un mercenario tiene menos coste político que la de un soldado nacional, siendo así los combatientes por contrato de cualquier naturaleza, aquellos que enfrentan las situaciones con un riesgo intrínseco mayor. Por otro lado, el papel del mercenario es el de nutrirse del conflicto ajeno, participando de él. Es por ello que este trabajo lo lleva a cabo un volumen notable de personal procedente de zonas subdesarrolladas, dado que son efectivos relativamente baratos, movidos por sus necesidades económicas. Podemos entender, por tanto, que la formación del mercenariado no es necesariamente excelente, pese a poder encontrarse un porcentaje de efectivos profundamente formados, dada su experiencia y sostenida participación en conflictos varios, entre otros factores posibles. Contratista: “Un contratista es un efectivo que participa de la guerra motivado por el interés económico, sujeto a un código ético.” El contratista, en esencia, es un individuo que opera en el contexto bélico a cambio de una prestación económica, mientras que respeta unos principios éticos autoimpuestos y sostenidos en la convicción propia. Entre estos principios deberá estar el del cumplimiento de su propósito inicialmente pactado, independientemente de que cualquier otra entidad ofrezca una mayor cuantía económica para evitarlo. De esta manera, hipotéticamente, será considerablemente más difícil la corrupción de este personal contratista que la del mercenario, pues, en el caso ideal, será la coherencia lo que lo gobernará. La palabra contratista, tal y como he apuntado anteriormente, podría ser un eufemismo con el que denominar a aquellos que quieran sentirse algo más elegantes en el negocio de la guerra. No obstante, desde dentro del gremio, se recomienda, por pura cortesía, usar este término para apelar al operador por contrato, dado que la palabra mercenario está llena de connotaciones negativas, producto de una historia llena de nefastos episodios donde el personal pagado ha quebrantado todos los principios éticos posibles. Es importante hacer mención a que, según ciertos criterios, un contratista ha de pertenecer, en nacionalidad, a una de las potencias enfrentadas. Sin embargo, esto es un aspecto que queda dentro de la descripción burocrática del término, lo que en el fondo de la cuestión, no determina la esencia de la palabra, sino su uso político y administrativo. De una forma o de otra, teniendo en cuenta que en la mayor parte de los conflictos hay involucradas naciones de gran potencia bélica, los contratistas tienden a ser personal, en su mayor parte, procedente de zonas desarrolladas del mundo, con un alto porcentaje de veteranos, reservistas y personal operativo de unidades de élite de ejércitos nacionales. Esto le hace un tipo de efectivo con una cultura y experiencia media mayor que otro combatiente, asociado esto a una vida donde las comodidades le han dado la posibilidad de adquirir conocimientos y principios, así como la oportunidad de poder sostenerlos sin que estos se enfrenten directamente a su supervivencia. Y esto último es importante, pues el desarrollo de la ética tiene un potencial mayor cuando un individuo forja su carácter en un contexto sin dificultades vitales y con estabilidad suficiente. En definitiva: “El contratista es un efectivo más formado y experimentado que otros combatientes, normalmente procedente de ejércitos nacionales, que desarrolla una labor específica, habitualmente ejecutiva, que cubre las carencias de las fuerzas gubernamentales de allá donde estén operando.” El papel del contratista es el de operar según los intereses de sus contratadores y hacerlo de la manera más eficiente posible, teniendo esto un efecto colateral que hará menos lesiva la confrontación. Esto último es debido a la necesidad empresarial de resultar eficaz con la menor inversión posible, lo que da como resultado que las campañas, operativos e intervenciones de los contratistas tiendan a evitar el enfrentamiento, pues tal y como ya hemos tratado, será esa la vía más eficiente para cumplimentar objetivos con la menor inversión posible. Guerrero: “El guerrero es aquel que dedica su vida a evitar el conflicto, participando de él de ser necesario, para facilitar su más elegante extinción, siendo constante en el ejercicio de los métodos.” El guerrero es una condición vocacional y únicamente dependiente de la voluntad sostenida por mantenerse preparado, intelectual y materialmente, para la hacer frente al conflicto en toda su magnitud posible. Es por ello, que: “El verdadero guerrero es un individuo honesto, sabio, humilde y coherente, que pone todo su conocimiento de la marcialidad al servicio del saber universal, por ser la vía más eficiente para evitar el conflicto futuro, haciendo posible el cese elegante del presente.” Sin duda alguna, “guerrero” tiene una etimología común con la palabra guerra. Sin embargo, el verdadero guerrero del que hablo no aspira a estar envuelto en el caos propio de la belis, sino todo lo contrario: evitar la exposición a él, tanto de sí mismo, como de otros. Pese a ello, el guerrero no dudará en participar del conflicto cuando sea la única vía para asegurar su pronta clausura. No obstante, su participación siempre será elegante, centrando su esfuerzo en dar fin a las hostilidades, sin participar necesariamente de una de las partes. Tal y como puedes ver, ser un guerrero poco tiene que ver con ser un soldado. Ejemplo empírico de ello es que en mi vida he conocido grandes soldados que no eran guerreros y magníficos guerreros que no eran soldados. Igualmente ha ocurrido con la guerra, pues los más vivaces y expertos guerreros los he conocido fuera de las zonas de conflicto, pretendiendo proseguir en el empeño de aprender para evitar la confrontación. Sin embargo, es importante apuntar un rasgo concreto que ha de tener el guerrero: “El guerrero ha de tener plena capacidad para usar la fuerza y plena facultad para no hacerlo.” El verdadero guerrero ha de estar verdaderamente posibilitado para hacer uso de la fuerza, siendo experto en su técnica, entendiendo sus implicaciones y resultando plenamente capaz de administrarlas. Se entiende, por tanto, que tendrá la virtud de no imponerse sobre otro por la vía violenta, pese a estar habilitado para ello. Será esta la dicotomía que terminará de conformar a un guerrero, pues será portador de una responsabilidad a la par de su habilidad. En las sociedades actuales hay pocos individuos con posibilidad real de aplicar la fuerza, dado que es algo profundamente desagradable para una persona en sus plenas facultades psicológicas. De entre aquellos capacitados para la violencia, tan solo una parte son aptos para hacerlo de manera controlada, y de ellos, únicamente una pequeña fracción son los que tienen pleno control sobre su posibilidad. Siendo así, es complejo poder encontrar guerreros reales, capacitados para la violencia y con la formación intelectual acorde para llevar su labor a cabo con plena certeza y responsabilidad. El guerrero también cumple la función de mantener a su entorno preparado para el conflicto, siendo él quien dé ejemplo de ello. Este sujeto no tiene porqué cumplir un rol operativo, sin embargo, ha de ser constante en su propósito, pues cualquier atisbo de flaqueza lo expondría al fallo y, con ello, al fracaso en su labor de minimizar las confrontaciones. Como se puede apreciar, el guerrero es una especie escasa. Es por ello que el papel que ha de desarrollar en el teatro de operaciones es el de liderar al resto de efectivos, velar por ellos e, incluso, velar por los opositores, pues cuanto menos profundidad y dolor generen las heridas de los encuentros, mayor será la eficiencia en la resolución de estos. El guerrero habrá de mantenerse consciente, prevenido y atento, dado que será su formación la que sostendrá la seguridad de aquel que le rodee. Sobre todo, el guerrero tendrá la responsabilidad de saber cuándo dar por finalizado el esfuerzo de oposición, ya sea habiendo obtenido la victoria o la derrota, pues: “Un guerrero deberá anteponer la integridad del interés común a la suya propia.” Soy plenamente consciente de que mi concepción de lo que es un guerrero puede parecer utópica, incluso irreal, sin embargo, no tendría esta perspectiva si no supiese que es perfectamente posible encontrar y formar a individuos que se ajustan a esta definición. No obstante, has de saber algo crucial antes de terminar mis palabras, pues es algo que te permitirá identificar al guerrero entre el ruido del mundo: “El guerrero no es quien lo parece, sino quien se comporta como tal.” EL GUERRERO, LA JUSTICIA Y EL CONOCIMIENTO – Comprendo la lógica con la que usted explica la naturaleza del guerrero, Maestro. Debido a ello, se me antoja lanzar la siguiente comparativa: ¿La romantizada figura del justiciero no sería la misma que la del guerrero a la que usted hace mención? Se supone que el justiciero comprendería el conflicto e intervendría de forma coherente y consecuente en pos de la extinción del conflicto. Si no se tratara de la misma figura, ¿cuál sería la diferencia entre esta figura, ficticia según lo que podemos entender por esta en la actualidad, y un guerrero consumado? – Aquí he de continuar con mi metodología de concretar los elementos básicos de la conversación, para tener claras las bases de estas. Así pues, para hablar del justiciero es indispensable describir la justicia. Desde mi punto de vista, sostenido en la observación del uso de la palabra por parte de otros: “La justicia es el principio de equilibrar los acontecimientos, teniendo en cuenta su naturaleza moral.” Me explico: Todo evento que tenga lugar en nuestro universo ocurrirá de manera independiente a nuestros intereses, siendo la moral del observador la que le atribuye valor con base en la coherencia respecto a su propósito. Por ende, en la naturaleza no existe la justicia, pues es un invento de la inteligencia humana para posibilitar la cohesión y organización de sus sociedades. Así pues, la justicia se soporta en la necesidad de atribuir virtud o desvirtud a eventos concretos para facilitar la estandarización de las conductas. “La justicia es un elemento falaz, producto de la necesidad humana de mantener organizada su sociedad.” Así pues, desde una moral estándar humana, ligada a su naturaleza gregaria, se puede entender como injusto que una madre pierda a un hijo cuando esta no ha cometido ninguna negligencia en sus cuidados. Igualmente, se puede considerar injusto que, en un conflicto bélico, un individuo que ha pasado la vida entrenando sus dotes marciales reciba el impacto de una bala perdida, siendo baja y falleciendo al instante. Podría ser justo que a un hombre que ha trabajado toda una vida, le toque en la lotería una cantidad de dinero que le permita una jubilación holgada. También, se puede considerar justo que un asesino probado muera como pago por sus delitos. Sin embargo, en este ejemplo, puedo intuir que algo se hace ligeramente distinto. Parece ser que esto es un ejemplo menos universal, pues entender como justa o injusta la pena capital dependerá de la moral de cada observador. Es por ello que la justicia es un elemento ligado a la filosofía, pues depende directamente de la percepción humana para quedar concebida, definida y aplicada. Los eventos justos o injustos son producto de la configuración del universo, que de manera incontrolable e impredecible, da lugar a fenómenos emergentes espontáneos, que chocan con lo previsto, lo preparado, o, simplemente, se enfrentan o asisten a nuestro propósito sin que necesariamente tengan un autor; incluso que ni tan siquiera hayan de ser producto de una intención. O sea: “Tendemos a percibir como justo aquello ajeno que tiene lugar de manera coherente con nuestra intención, sin embargo, entendemos como injusto lo que ocurre en contra de nuestro propósito.” Con esto en cuenta, podemos entender que para determinar lo que es justo o no lo es, se ha de usar una moral. Esa moral estará sujeta a una perspectiva particular de aquel que juzga, a unos intereses, a una cultura y a unos sesgos. Por tanto: “La justicia es un valor relativo, dependiente de quien la entiende y la define.” Adicionalmente, la justicia es un término binario con el que los eventos únicamente pueden ser entendidos como justos o injustos, quedando al margen el gradiente enorme de matices que puede haber en lo sucedido, dependiente esto de la perspectiva desde la que se experimenta. Siendo así, aquel que luche por la justicia, creará o entrará a formar parte de un conflicto, con una lucha falaz, contra eventos emergentes que se perciben como justos o injustos sin serlos de manera absoluta. Además, el justiciero batallará sin poseer argumentos sólidos para intervenir en favor de una u otra parte más allá de su criterio moral, sostenido en la necesidad de luchar y en hacerlo sin entender las implicaciones de ello. Justiciero: “El justiciero será aquel que obre con el propósito de manifestar la justicia.” Por tanto: “El justiciero obrará en favor de la justicia, lo que le hará parcial, siendo sus acciones y obras funcionales únicamente para aquellos que compartan sus principios, enfrentándole potencialmente a otros sujetos con intereses opuestos.” Por otro lado, tenemos a la figura del guerrero que, tal y como sospechas, se diferencia notablemente del justiciero. Aclaro que hablo del guerrero ideal, o sea, de aquel que resulta el arquetipo en que la Academia pretende convertir al alumnado, habiéndose de entender que no existirá humano infalible ni exento de sesgos. Un guerrero no ha de entrar en liza por cuestiones comunes y parciales, como pueden ser asuntos de justicia, dado que su potencial marcial hará que la lucha se torne siempre a su favor. Es por ello que el guerrero ha de entender con profundidad su contexto y las motivaciones de los opositores, así como las suyas propias. Solo así será que podrá determinar si el uso de la fuerza queda justificado de manera universal, y con ello, podrá asistir tanto al agente como al paciente. O sea, que cuando un guerrero haga uso de la fuerza, deberá tener en cuenta cuestiones superiores a la falaz y sesgadamente humana justicia. De esta manera podrá asegurar que, pese a imponerse sobre otros, defenderá los intereses de todos, tanto los suyos propios, como los de aquellos sobre los que se impone. “El guerrero luchará a favor del interés universal, lo que le hará imparcial, pues sus acciones asistirán a todos los implicados, pese a imponerse sobre algunos.” El guerrero y justiciero no son conceptos opuestos, pues son palabras con semánticas parcialmente compartidas. La parcialidad de la justicia podrá hacer que el guerrero sea percibido como un justiciero si obra ocasionalmente en coherencia con el propósito de aquellos que lo observan. Sin embargo, también podrá ser entendido como un villano cuando sus acciones no sean comprendidas o aceptadas por sus testigos. Tal y como no me canso de repetir, la calificación de benigno o villano es algo profundamente falaz y torpe que no responde a un ejercicio racional, sino a una catalogación con base en el estándar de comportamiento que tan solo resulta funcional en una fase elemental de la comprensión de las sociedades. “Un guerrero puede ser eventualmente entendido como un justiciero, mientras que un justiciero se aleja parcialmente de ser un verdadero guerrero.” Pongamos unos ejemplos posibles de conflicto, donde reflexionaremos sobre una hipotética intervención de un justiciero y de un guerrero: - Imaginemos que hay un hombre que está robando. Aquel a quien roba, lo cree injusto. Se puede entender, a grosso modo, que el justiciero actúa sobre el ladrón, pues es lo justo. El justiciero es percibido como tal por esa acción en contra de lo injusto. - Imaginemos ahora la misma situación, en la que disponemos de mayor información. En esta ocasión, hay un hombre, atribulado por las drogas, que está robando para dar de comer a su hijo menor, en riesgo de inanición. Aquel a quien roba, ajeno a estos datos, sigue entendiéndose como la víctima de una situación injusta, pues no posee la información necesaria para entender los motivos del hecho. ¿Qué es lo justo en esta situación? Para un guerrero, y según unos criterios marciales ilustrados, lo único lógico es facilitar el intercambio de información entre los implicados sin tomar parte en la disputa. Será de esta manera que los opositores dejarán de serlo, pues al compartir el grueso de los datos, podrán tomar conclusiones comunes dado que aparecerán propósitos compartidos. De esta forma, la solución del conflicto emerge de ellos mismos, pues aparecerá el acuerdo. Es así que los vectores de los intereses de los implicados se han modificado parcialmente, evitando la intersección que, a priori, se podía prever. Sin embargo, esta intervención no tiene lugar respecto a la justicia, sino que se sostiene en el interés de extinguir el conflicto sin hacer uso de la fuerza, minimizando los daños. Es importante entender que el hecho de obrar así, facilitando la comunicación y dejando las decisiones en manos de los implicados, no está sustentado en que el robo sea justo o injusto, ni en que sea justo o injusto que un niño muera por inanición. Esta obra está sustentada en que es más eficiente para la humanidad al completo que el niño sobreviva, pues será una mente pensante más, que podrá atesorar más conocimiento y facilitar la futura evolución de la sociedad a la que pertenece, así como otras. Y para que esto pueda tener lugar, ha sido utilizado el conocimiento como instrumento ejecutivo, que ha favorecido la transmisión de información como elemento funcional que ha dado lugar a la extinción del conflicto. Es así que emerge la mayor de las diferencias entre justiciero y guerrero: El justiciero hará cuanto esté en su mano por la justicia, usando la fuerza de ser necesario, pues quedará justificado su uso por su moral, lo que le hará parte de un conflicto que no tendrá fin, pues la justicia mutará en su definición conforme evolucione la perspectiva de aquellos que la exigen. El guerrero hará cuanto esté en su mano por minimizar los conflictos, lo que le habrá de mantener ajeno a ellos y, por tanto, no usará la fuerza, pues no quedará justificado salvo por el interés común, dado que de hacerlo para un interés particular, pasará a tomar parte en el conflicto, dificultando su extinción. De esta manera, el guerrero podrá y deberá estar profundamente entrenado, así como idealmente deberá hacer gala de un conocimiento marcial al máximo de sus posibilidades, pues tan solo desde la experiencia y seguridad podrá entender y manejar los pormenores del conflicto. Sin embargo, tan solo dispondrá de un arma universal que verdaderamente aplique a cualquier contexto en que puede surgir o haya surgido el conflicto; ese arma es el conocimiento. “El conocimiento es el arma más poderosa que ha existido, existe y existirá.” Concretando en nuestro ámbito laserino académico, es el Furasshu la figura que ha de ser entendida como un guerrero ilustrado. Por tanto, se puede entender que cuando hablo de guerrero, me refiero a cualquier individuo capacitado y profundamente formado en el control del conflicto, de manera general, sin especificar una tipología concreta. Siendo así, el Furasshu es aquel guerrero que ha alcanzado su estado por medio del estudio de la Esgrima Láser. “El Furasshu es el guerrero que ha adquirido su capacitación técnica, ética y filosófica por medio del estudio de la Esgrima Láser.” Por ende, el Furasshu hará uso del conocimiento como base de su intervención, debiéndose cultivar e ilustrar en la mayor profundidad posible, pues resultará más eficiente poseer un mayor volumen de saber que disponer de destreza en el manejo de un arma física. “Un arma sin conocimiento, ni tan siquiera lo es. El conocimiento sin un arma, aún lo puede todo.”  – A partir de lo anteriormente expuesto, Maestro, se me plantean varias dudas:  – Adelante con ellas, Javier. – ¿Sería el desconocimiento total del contexto de intervención lo que diferenciaría a un justiciero de un guerrero? Podemos entender, como ha apuntado, que el guerrero (o el Furasshu), en el caso particular que nos atañe, actúa por el bien común, usando la fuerza si es preciso, aunque siempre llevando el conocimiento por bandera, mientras que el justiciero actúa en pos de la justicia que él considera real a través de la fuerza. Por tanto, si un justiciero es ilustrado sobre el contexto antes de que este intervenga, con todo lo que dota de identidad el escenario, ¿pasaría a ser un guerrero, independientemente de su acción u omisión de acción? – De manera histórica, en casi todas las culturas se ha entendido la moral que rige la justicia como una herramienta para mantener el orden, y esto lleva inevitablemente a favorecer el conocimiento y su adquisición. O sea, que la justicia suele comprenderse como una manifestación vulgar y llana del interés común por mejorar el contexto social. Esto dicta que existan coincidencias entre el posible propósito del que pretende hacer justicia y el que pretende favorecer el conocimiento. “Lo que se suele entender como justo tiende a ser aquello que favorece el florecimiento o sostenimiento del conocimiento.” Sin embargo, pueden aparecer discrepancias, pues el que lucha por la justicia es cortoplacista, pretendiendo que su visión de lo justo se manifieste de una manera inmediata. Sin embargo, el que lucha por el conocimiento deberá tener su visión puesta en el horizonte, entendiendo que lo más eficiente puede resultar ser algo aparentemente disfuncional a corto plazo. Por tanto, se puede decir que la lucha por la justicia tiende a asemejarse a las soluciones ilustradas que pueden buscarse ante eventos inmediatos. “La justicia puede verse reflejada como un espejismo en la lucha por el conocimiento cuando el interés por aumentarlo aporte soluciones que coincidan con los intereses inmediatos de aquel que pide la justicia.” Teniendo todo esto en cuenta, podemos decir que la justicia, al ser un fenómeno relativo, puede coincidir eventualmente con la adquisición del conocimiento, dependiendo del observador. Por tanto, esa figura arquetípica del guerrero al que nos referimos podrá ser percibido como un justiciero, dado que, en ocasiones, sus acciones se entenderán como justas. Sin embargo, en otros momentos, se podrá convertir en un total villano para un observador profano, pues este no comprenderá los motivos ni la naturaleza de las acciones. Yo no entiendo que un justiciero pueda diferenciarse de un guerrero por el conocimiento del contexto de intervención. Sin embargo, se puede entender que un guerrero deberá de comprender su contexto para hacer más eficiente su esfuerzo, mientras que el justiciero luchará abanderando causas justas precisamente por no comprender la naturaleza de su universo. “Conocer el contexto proveerá de una perspectiva superior, que posibilitará la orientación del potencial hacia causas universales.” – Maestro, en relación con lo anterior, ¿qué ocurre si dos entes, pese a tener exactamente la misma formación marcial, conocen la misma cantidad de información respecto de la situación y se da el caso en el que ambos comparten visiones diferentes de lo que es el bien común? ¿Sería este el caso en el que, como comentaba antes, la figura del guerrero y la del justiciero se solapan? ¿Cómo distinguir ahí quién es el justiciero y quién es el guerrero? – Tengamos en cuenta que el hecho de que dos entes posean la misma cantidad de información no determina que la información sea la misma, sino que es el mismo volumen. Pasaría lo mismo con dos personas con carrera: un ingeniero aeroespacial y un lingüista. Suponiendo que ambos poseen un volumen similar de información, tienen perspectivas distintas de las cosas, pues su punto de vista está sustentado en las torres de su conocimiento, que pese a tener las mismas alturas, están en localizaciones distintas, ofreciendo caras diferentes de lo observado. Sin embargo, reorientando tu pregunta, si dos sujetos poseen la misma información sobre un conflicto, dependerá de su interés la decisión sobre la manera de actuar. Cuanta mayor información posean de ese conflicto, menor será el porcentaje de información que los diferencie, haciendo que sus decisiones sean cada vez más similares, pues su propósito también se irá asemejando. “Conforme aumenta el volumen de información de dos entes, aumentan las similitudes de sus intereses.” Respecto a la distinción entre el guerrero y el justiciero, sería complicado si su objetivo a corto plazo es similar o, incluso, si parece común. Sin embargo, el justiciero culminará su trabajo cuando entienda que se ha hecho justicia. Por otro lado, el guerrero entenderá ese objetivo cumplido como un paso más dado en su gesta de acumular y expandir el conocimiento. “El justiciero concluirá su trabajo, mientras que el guerrero jamás lo hará.” – Y la cosa, para mí, más importante ahora: ¿en qué medida se complementan ambas figuras con la figura del juez? ¿Sería este igual que un justiciero? – El juez es una persona que interpreta el ordenamiento jurídico, siempre en favor de la justicia y administrando esta. Al fin y al cabo, es un individuo que está condicionado por intereses, más o menos inmediatos, y que ha de mediar para que la sociedad pueda mantenerse estable. Esto lo convierte en una figura que está sujeta a la supervisión de su contexto personal. O sea, que un juez no puede obrar en relación a la previsión de que en el futuro su decisión tenga relevancia en aspectos diferentes a los que juzga. De igual manera, no podrá obrar omitiendo el conflicto o evitando que emerja, pues no tiene potestad para ello. Imaginemos que un hombre hurta los libros de la biblioteca de un pueblo rico, donde aparentemente no se usan, y los lleva a otro lugar: una aldea donde se está haciendo una escuela, que proveerá de conocimiento a muchas personas que aportarán ventaja futura, de manera universal. El juez habrá de juzgar el hurto, mediante la adquisición de pruebas inequívocas de una actividad tipificada como delictiva, independientemente de los motivos que se tengan, pues su papel es el de velar por el orden. Esto hará que la sociedad se mantenga estable, proveyendo de herramientas a otros para que puedan llevar libros a la aldea, de manera organizada y con el permiso de las autoridades. En según qué escala, el juez podrá ser entendido como un justiciero, pues estará velando por que se haga justicia, conforme a lo establecido. Eso genera conflicto entre la sociedad y el ladrón. Existirá un justiciero que entenderá el hurto como intolerable, pues la propiedad privada es lo justo, por tanto, tendrá un conflicto con el ladrón y la aldea que recibe los libros. Habrá otro tipo de justiciero que, de manera más cortoplacista, entenderá que es justo que los libros los tenga quien los utilice. Este podría ser el ladrón, dado que entiende que la justicia está por encima de los intereses de los individuos, incluso, de creerse muy ilustrado, por encima de la propia sociedad. Esto genera que el conflicto emerja entre él y la aldea, contra el juez y el pueblo. Sin embargo, el Furasshu, actuando como un verdadero guerrero y gracias a su conocimiento, será quien consiga que haya libros allá donde sean requeridos, sin privar a nadie de los suyos, pues eso asegurará que no emerja conflicto alguno, y en caso de llegar tarde, mitigará las heridas. - Un justiciero luchará por la justicia. - La sociedad determinará cuál es la naturaleza de la justicia. - Un juez dictará qué es lo justo. - La fuerza impondrá la justicia. - Un Furasshu, como guerrero, luchará por la expansión del conocimiento, evitando el conflicto, pese a la justicia. – Me queda clara la diferencia entre las anteriores figuras, Maestro. Hagamos, pues, por que el conocimiento y su expansión ajena al conflicto sea, pese a ser un objetivo más complejo. Quizás, algún día, el conflicto solo quede relegado a la dialéctica constructiva en pos de una evolución más sana y funcional de la sociedad. CUALIDADES  En mi experiencia, la vida se resume en problemas y su resolución más eficiente. Entiendo que la calma se refiere al periodo de tiempo en el que un problema se resuelve y otro se manifiesta. Si bien existen numerosos matices, pues los problemas humanos son propios de nuestra especie, y esta, como compleja que es, trae consigo problemas de dimensión acorde a nuestra percepción de la realidad, podemos observar, fuera de las subjetividades a las que cada uno estamos sometidos, cómo existen diferencias evidentes entre el problema ocasionado por la caída del caramelo de un niño al suelo y el problema de un intérprete afgano, que ha de ocultarse por aquel país tan lejano, a causa de haber apoyado a EE.UU durante su estancia en dicho territorio. A menudo escuchamos la expresión “problemas del primer mundo”, haciendo referencia a aquella situación que, realmente, carece de trascendencia en la vida de la persona afectada por dicho evento. Aunque no es menester despreciar las afecciones emocionales de nadie, pues ninguno somos quién para imponer nuestra perspectiva “moralmente superior” y, a tenor del juicio de aquel “más madurada” sobre nadie, creo que cualquier lector de estas líneas coincidiría en que, depositando en una balanza las dos situaciones del párrafo anterior, podemos adivinar con certeza qué situación es la que muestra un mayor peso en el agravio derivado. Llamémosle, por el momento, sentido común. No obstante, y pese a que la mayoría de las personas recurriría a dicha etiqueta para catalogar lo que resulta obvio de la comparación anterior, querría apuntar lo que, para mí, resulta esencial a la hora de entender la magnitud de un problema: la experiencia. Cuando menciono el concepto de experiencia, me refiero a la acumulación de problemas y sus resoluciones a lo largo de la vida de una persona, por ende, cuanto mayor sea el número de problemas resueltos en la vida de una persona, menor agravio le producirán los problemas que ha de resolver en su cotidianidad.   – Maestro, entiendo que estoy en lo cierto, con todo, no tengo claro cómo una persona pasa de entender como un problema la pérdida de un caramelo a ser capaz de afrontar el fuego sostenido sobre el pelotón del que uno forma parte en una zona de conflicto. No haré mención a la edad, pues tan solo muestra la cronología y, en relación a los problemas resueltos, una ratio que podría revelar, a priori, la capacitación para resolver problemas más evidentemente graves, como el que menciono ahora. Por ello, me gustaría saber su opinión: ¿qué hace falta en la vida de una persona para poder afrontar de manera mínimamente eficiente un problema tan crudo como una batalla de fuego real? – Javier, antes de nada, he de matizar que la proporción entre experiencia y facilidad de resolución de la que hablas, no siempre se cumple de manera lineal. Esto es debido a que, en ocasiones, tras la digestión de ciertas vivencias, con el tiempo, emergen miedos y otras dificultades que hacen más compleja la tarea de resolver. Ejemplo de esto son eventos de notable calado que, precisamente por aportar vivencias, práctica y hábito, dejan una cicatriz enorme en quien los experimenta. Es esta herida, cuando queda mal cerrada, dificulta volver a enfrentarse a determinados eventos. Con esto quiero decir que la experiencia adquirida resulta funcional, pues conforma la base de la destreza y la pericia. No obstante, hay acontecimientos que sobrepasan lo tolerable y lo digerible, haciendo que, en vez de aportar herramientas para solucionar situaciones futuras, dejen ciertas dificultades con las que es complejo lidiar, que harán más complicada la labor de resolver tesituras similares venideras. “La experiencia aporta capacidad de resolución, siempre que pueda ser analizada, interiorizada y asimilada.” Atendiendo a tu pregunta, sobre qué es necesario para la resolución de un intercambio de fuego real, tengo varias cosas que decir: Lo primero, debo romper el mito de que el mejor combatiente es quien vive para contarlo, pues no es necesariamente así. No son pocos los verdaderos guerreros que han caído como colateralidades de eventos de los que nunca fueron conscientes. Cabe apuntar que, en una zona de conflicto, la mayoría de las bajas tienen lugar como producto de artefactos explosivos improvisados, proyectiles perdidos, emboscadas y otras causas en las que no son aplicables las técnicas de intervención táctica que parecen convencionales. “No es mejor guerrero el que sobrevive, sino el que es más eficiente al combatir.” Obviamente, la capacitación previa a la contienda aporta una ventaja táctica notable, tanto por el hábito al estrés como por los recursos técnicos que se adquieren, más si cabe, cuando está especialmente destinada a la formación de un efectivo en un contexto concreto. Sin embargo, una vez que el fuego esté abierto y sea recíproco, pese a la mejor de las preparaciones, tan solo aumentará ligeramente la posibilidad de supervivencia, pues serán tantos los elementos desconocidos y aspectos fuera de control, que virtualmente es imposible conocer el desenlace del asalto. “Cualquier preparación posible para el combate aumentará las posibilidades de supervivencia, en ningún caso la asegurará.” En esencia, por muy hábil que sea un operador, queda inevitablemente sujeto a la entropía y caos propio del asalto, y con ello, el contexto del combate limita sus posibilidades de hacer uso de sus recursos. Podemos concluir que lo más eficiente es no exponerse al fuego respondido, evitando, en lo posible, la estancia en él. Es por ello que, en el entorno táctico profesional, se forma a los operadores en la metodología para obtener la iniciativa y acumular la mayor ventaja posible, antes de que se produzca el inicio del fuego. Así mismo, la formación se centra en aumentar la conciencia posicional y en aprender a mantener los medios y su configuración, pues dicha superioridad será más determinante que la operatividad de las armas en la refriega activa, que pese a todo, habrá de poseerse. “Es más eficiente evitar la apertura de fuego recíproco que operar con solvencia en él.” Con esto quiero decir que uno de los factores técnicos más importantes para superar el intercambio de fuego es la preparación del medio, así como la organización de la geometría de los elementos intervinientes. De esa forma, será ideal evitar la apertura del fuego recíproco, siendo ideal mantener la iniciativa y que únicamente sea el equipo agente el que abra fuego, reduciendo al mínimo las posibilidades de que el caos del asalto acontezca. Respecto a la psicología, para aumentar al máximo las posibilidades de éxito en un enfrentamiento armado de cualquier índole, el aspecto más importante es obrar desde la razón, evitando operar condicionado por las emociones, pues estas llevarán a la pulsión de huir de la técnica aprendida, haciendo que el agente actúe de manera instintiva, que normalmente resulta ineficiente en el contexto bélico moderno. “Se deberá obrar guiado por la razón.” Gracias a la razón se puede mantener la coherencia de la unidad, haciendo que el potencial resultante de la unión de los efectivos sea mayor que la suma de los potenciales individuales. O sea, que otro aspecto importante es mantener la unidad, pues los sujetos que conforman un grupo poseen un mayor valor unidos, actuando como un único ente. Esto es importante, pues cuando se comienza a recibir fuego, aparece el instinto de supervivencia individual. Es por ello fundamental estar entrenado en el estrés, dado que, al tener experiencia, se puede notar claramente la superioridad de un grupo cohesionado frente a un puñado de hombres divididos por el miedo. “Se deberá mantener la unidad.” Por último, y no menos importante, para salir exitoso de una refriega se precisa un mando capacitado, de notable experiencia, que haya atesorado la confianza de los hombres, que sepa organizar el equipo y tenga una notable capacidad de adaptación y resolución. Sin embargo, lo más importante de un mando es el ejemplo que ofrece, así como el soporte y tranquilidad que aporta a sus hombres, haciendo con esto que el potencial de cada uno de ellos sea maximizado, que la experiencia se acumule y que la unidad sea más resolutiva y orgánica. Hemos de tener en cuenta que, cada vez que los fusiles cantan, es fácil que las bajas surjan en ambos lados. Es por ello que un mando ha de estar preparado para contender con ello, pues pese al éxito del operativo, es posible que alguien haya perdido a un amigo. Es ahí donde el mando ha de demostrarse como una figura serena, casi paternal, haciendo que sus hombres sientan que están cuidados, que llorar es humano y que vivir es finito. “Será fundamental un mando, pues este representará la garantía del éxito, pese a que ya no sea posible.” – Revelador como siempre, Maestro. A tenor de lo último que usted apunta, me surge otra duda. Entendemos que el mindset apropiado de un buen operador, comprendiendo este como aquel capaz de hacer imperar la razón en situaciones de estrés máximo, ha de responder a unas bases psicológicas concretas. Al igual que ocurre con aquellos que son aptos para ser mandos. Son numerosos los modelos que miden los parámetros psicológicos que definen la personalidad del individuo; los modelos 16PF de Catell o el NEO PI-R de Costa y McCrae son algunos de los más famosos. En ambos casos, al igual que ocurre con el resto de métodos que persiguen el mismo fin, atienden a una configuración mental que permite descifrar el foro interno del individuo que se somete a las pruebas de cada uno de los anteriores modelos. Yendo al grano del asunto, en términos totalmente profanos, ¿qué características, a su juicio, debería reunir un buen operador y, paralelamente, un buen mando? – Un operador o un mando será funcional o disfuncional dependiendo de su capacidad de adaptación a su contexto operativo. Así pues, para determinar el operador más eficiente, será crucial valorar la capacidad de adaptación como un elemento fundamental. Además, es importante entender que cuanto mayor sea el espectro de contextos en que un sujeto pueda operar, mayor será el valor de este. Si aceptamos que para estar familiarizado con muchos contextos se ha de estar habituado a ellos, y que ese hábito se crea por exposición, podemos llegar a la conclusión de que un operador precisará de tanta experiencia como sea posible, así como la mayor amplitud entre los extremos de esa experiencia. A mi juicio, cualquier operador, ya sea un mando o parte de la tropa, habrá de poseer esos dos elementos fundamentales: capacidad de adaptación y experiencia. Adicionalmente, entiendo que existen otros cuatro aspectos que son pilares fundamentales sobre los que se ha de sostener cualquier figura de autoridad o ejemplo, pues lo harán más capaz que cualquier otro que no los posea. Honestidad: La honestidad es el primero de los aspectos que debe tener todo profesional, más si cabe, si trabaja en un ámbito de riesgo. En el ámbito operativo, que es el que nos concierne, la honestidad aporta facilidad para entender los límites propios, así como para aceptar estos. Con ello, cualquier operador podrá discernir, con cierta precisión, sus posibilidades de éxito ante un evento emergente, y por ende, decidir si acometer un operativo o la manera de llevarlo a cabo, evitando errores y acontecimientos donde pueda fracasar por estimar erróneamente sus capacidades. Así mismo, la honestidad hará sencilla y veraz la relación con el resto del equipo, lo que mantendrá cohesionada y libre de fricciones a la unidad.   Sabiduría: La sabiduría es el nombre que uso para referirme al volumen de conocimientos atesorados, que debe de ser notablemente superior al de la mayoría del resto de los individuos, pues será esa información conjugada la que podrá resultar ser relevante para la resolución de problemáticas de diversa índole. En esencia, a mayor sabiduría, mayor capacidad de adaptación, pues con conocimiento será más sencilla la tarea de identificar elementos del contexto, así como sus posibles usos para dar lugar a soluciones. Coherencia / Consecuencia: La coherencia, o la capacidad de ser consecuente, puede ser entendida como la habilidad de mantenerse firme en el propósito pese a las adversidades encontradas, la facilidad para personificar aquello que se hace propio y la capacidad de asumir el resultado de nuestras acciones. Como es obvio, esta cualidad es fundamental para cualquier operador, independientemente de su grado, puesto que en el ejercicio de la fuerza son recurrentes las dificultades de todo tipo. Es por ello que la capacidad de compromiso con lo pretendido resulta útil en contextos donde el miedo puede hacer que desistamos en nuestro empeño de éxito. Así mismo, cualquier profesional del conflicto ha de ser un ejemplo vivo de su ética y su filosofía, pues deberá mostrarse auténtico ante el resto para posibilitar una relación honesta y fluida. La coherencia hará que sea posible entender las consecuencias de nuestros actos y nos dotará de poder para interiorizar y procesar los efectos de ello. Es importante no confundir la coherencia con la testarudez o terquedad. La coherencia será el hilo que una aquello que uno se proponga con el éxito de conseguirlo, por medio de métodos racionales. Por ende, el sujeto coherente entenderá que en ocasiones habrá que variar el camino de la línea recta, pues será más eficiente desviarse ligeramente que fracasar por empeño desmedido. Humildad: La humildad es entendida como la falta de necesidad por lo material o por la opinión ajena. Esto configura al sujeto humilde como alguien más capaz de reconocer sus errores, pues no tendrá ataduras materiales que perder y carecerá de la necesidad de mantener una imagen ante otros, siendo esta únicamente sostenida en sus actos. Así mismo, un sujeto humilde tendrá unas necesidades comedidas, pues sus aspiraciones estarán sujetas a su afán de crecimiento personal, dado que no invertirá su energía en sostener pertenencias o un estatus social ficticio. En el ámbito operativo, un sujeto humilde no implicará a su ego en sus decisiones, pues no tendrá necesidad de mostrarse de una forma concreta, lo que le hará adaptarse a la naturaleza de su objetivo. Igualmente, aquel que no sienta apego a lo material tendrá mayor posibilidad de supervivencia en contextos complicados, donde las pertenencias tan solo representan un lastre que el opositor podrá usar en nuestra contra. De esta manera, el humilde podrá dedicar más tiempo a su preparación y a su capacitación, y además, podrá hacerlo con una mayor predisposición al aprendizaje, pues no sentirá como un fracaso el hecho de mostrarse ignorante, obteniendo así un mayor nivel de operatividad que cualquier otro. Tal y como puedes ver, lo que considero fundamental para un operador o un mando son conceptos universales que predisponen a cualquier humano a ser un individuo íntegro, capaz de superarse, de resolver problemas de diversa índole y mostrarse siempre predispuesto a seguir con su camino de crecimiento. Entiendo que se podrían esperar conceptos más concretos que pudiesen ligarse directamente al contexto en que se está operando un arma. Sin embargo, cualquier operador con estos fundamentos podrá desarrollar cualquier destreza necesaria, pues tan solo lo separará de la excelencia el tiempo y el trabajo. Sin embargo, un sujeto que carezca de los conceptos tratados, por mucha destreza que posea, se verá constantemente desbordado por su ego, condicionado por sus sesgos, atribulado por sus errores y no será capaz de lidiar con ello como, seguro, no fue capaz de lidiar con otros eventos en el teatro de operaciones. La honestidad, la sabiduría, la coherencia y la humildad dan lugar a un sujeto que podrá adaptarse con facilidad a cualquier contexto operativo, así como a cualquier unidad, lo que le posicionará en ventaja frente a otros que no demuestren la misma elasticidad. Además, estos aspectos hacen que aumente la experiencia obtenida de una vivencia concreta, haciendo que se extraiga un mayor aprendizaje de un mismo tiempo y trabajo invertido. “La honestidad, la sabiduría, la coherencia y la humildad son elementos fundamentales con los que un sujeto podrá alcanzar la excelencia en cualquier ámbito, incluyendo la intervención armada.” Esto, dentro de la Academia de Esgrima Láser, es tenido en cuenta como parte elemental de sus fundamentos, quedando reflejado en el arquetipo que representa la figura del Furasshu, que es el fin último del esgrimista laserino, el cual, resulta ser un guerrero que posee, de manera notable, todos los aspectos fundamentales que he nombrado aquí. “El Furasshu, es un individuo honesto, sabio, consecuente y humilde, que haciendo uso de un pleno entendimiento de la Esgrima Láser, pone sus aptitudes, conocimientos y esfuerzo al servicio del saber universal”. En síntesis: “Un guerrero habrá de ser honesto, sabio, consecuente y humilde, pues será esto lo que le conferirá la capacidad de adaptación y experiencia con las que aumentará su posibilidad de éxito”.  – Cuatro características ambiciosas y, al mismo tiempo, muy necesarias para cualquier persona que lleve por bandera la difusión del conocimiento en pos de decrecer el conflicto. Como siempre, gracias, Maestro. EL CARISMA DEL FURASSHU – Maestro, entiendo que el ego de uno mismo es lo que le hace ser capaz de sobreponerse y seguir avanzando en la línea que dibuja en su camino. Si no tuviéramos ese ego, o amor propio, acabaríamos por relativizar todo y dejaríamos de tener en cuenta aquello que resulta importante según en qué contextos, ¿estoy en lo cierto? – Javier, has de entender que el ego o el amor propio al que apelas es el nombre que se le da al interés por la integridad propia, normalmente en referencia al aspecto social del individuo. Por ende, dicho ego resulta ser un nombre que le damos al propósito de mantenernos a flote en el contexto en el que nos desenvolvemos. Sin embargo, al dejar de lado ese amor propio, comienzan a emerger otros intereses que pueden resultar igualmente atractivos, o incluso más. Como ejemplo conveniente, el interés por obtener el conocimiento y expandirlo es un propósito que está más allá de los límites que marcamos como amor propio, dejando este último concepto relegado, pues poco o nada aporta a la obtención del conocimiento, aparte de la pulsión por hacer que el individuo se mantenga activo para poder continuar en su afán de conocimiento. En definitiva, el amor propio mantiene al individuo dentro de un ámbito funcional y cómodo, mientras que, por otro lado, lo puede alejar de luchar por causas mayores a él, por el hecho de percibirlas nocivas para su estatus social o físico. - Cuando el amor propio es tenido en cuenta, se prioriza la integridad propia frente a otros fines menos inmediatos. - Cuando el amor propio es relegado a un segundo plano, se puede dedicar el esfuerzo a propósitos que trascienden al individuo, ya sea en tiempo, en espacio o en magnitud. No obstante, como digo, el amor propio ha de estar presente, pues forma parte del instinto humano de supervivencia y prevalencia en su entorno social. Sin embargo, únicamente ha de ser tenido en cuenta como testigo ante el peligro de que, por cualquier eventualidad, el individuo deje de ser operativo. Ejemplo de esto es cualquier figura que auxilie a otros, que deberá velar por mantenerse plenamente funcional, para poder seguir con su interés, el cual, le trasciende. Sin embargo, no deberá velar en exceso por su ego, dado que eso haría que su esfuerzo se dedicase a sí mismo, perdiendo potencial de auxilio a aquellos que lo precisan. “Dejar parcialmente de lado el ego o el amor propio es una expresión de la humildad, que hará al agente más eficiente el trato con otros, al intuir estos que el esfuerzo está orientado a asistir universalmente y dejando claro que no se persigue el enriquecimiento personal”. – Maestro, en este sentido, considero que un mando de cualquier tipo de unidad, un Furasshu o un Dekiru, sí que debería tener en cuenta las opiniones y pensamientos al respecto de aquellos con quien trabaja, pues depende de la integridad demostrada de este que el comando o alumnos operen, de forma natural e inconsciente, mejor que si no respetan a su mando. – Efectivamente. Javier. El mando ha de tener en cuenta la opiniones y pensamientos de aquellos que son sus hombres, entendiendo siempre que la responsabilidad es suya, tanto de la decisión como de las consecuencias, haciendo con ello más eficiente la labor de la unidad. Un mando ha de estar capacitado para su función, dependiendo los requerimientos de su capacitación del entorno y del medio en que se vayan a desarrollar sus funciones. Siendo así, parte de la capacitación ha de ser la habilidad para escuchar y entender a los subalternos, dado que ellos son fuentes de información que han de ser tenidas en cuenta para la correcta adquisición de los datos con los que se prepare la acción. Esto es algo que, de manera natural, es apreciado en las personas, pues aquellos que escuchan tienden a tomar decisiones más acertadas. Por ende, en la evolución humana, biológica y social, se ha valorado positivamente que un sujeto tenga en cuenta perspectivas ajenas a la suya, dado que eso es muestra de que está manejando más información que cualquier otro que la obvie. “La escucha a otros facilita la adquisición de información y eleva el respeto hacia el individuo”. – Comprendo lo que dice. Entiendo, pues, que aquellas personas capaces de mostrar un sacrificio mayor de aquel que le corresponde por contexto, en pos de beneficiar de forma altruista a los demás, son las mejores valoradas, esto es, aquellas que inspiran y por quienes merece la pena llegar hasta el final sin vacilación alguna. – Eso que mencionas como inspiración o entrega a una causa es ciertamente cualidad de un mando o docente plenamente operativo, la cual, cuando es percibida por otros, es llamada carisma. Por tanto, cualquier mando ha de poseer un carisma notable, que sea percibido con claridad y que le haga capaz de ser respetado y seguido por otros, como dices, de manera natural e inconsciente. Por tanto, toca definir qué es el carisma. Carisma: “El carisma de un sujeto es su capacidad de influir sin oposición en los observadores”. Al interactuar con el carisma se influye a otros, haciendo que voluntariamente orienten sus intereses al mismo sentido y dirección que los intereses de aquel que los guía. Esto genera aceptación de las ideas del agente por parte de aquellos que le observan, sin imposición alguna, por lo que no surge resistencia a ellas, y por ende, no se da lugar al conflicto. “El carisma consigue hacer que otros reorienten el vector de su interés, tendiendo a hacerlo paralelo al vector del interés del agente que ostente dicho carisma”. Podríamos decir que el carisma es la manera más eficiente de interactuar con aquellos con los que no pretendemos opositar. Siendo así, el carisma es un elemento básico para evitar que el conflicto emerja o se sostenga, sin necesidad ninguna de hacer uso de la ofensa. Remarco que el carisma también tiene un papel importante antes del conflicto. Una vez iniciado este, concretamente en la fase del asalto, donde los opositores ya pretenden el uso de las armas y la conclusión más veloz posible, el carisma pasa a llamarse faz. Es la expresión que se manifiesta ante el otro. El cambio del nombre se debe al hecho de que el carisma pretende cambiar el vector de interés sin que emerja el conflicto, lo que hace que, al estar ya el conflicto presente, se deba usar la faz para apelar a la expresión del tirador y así no caer en contradicción. “El carisma dentro del asalto será llamado faz”. Está claro que esta faz ha de ser controlada, pues es uno de los modificadores del medio. Cuanto mayor control se tenga de la faz, mayor será la posibilidad de influir en el opositor, potencialmente dificultando la obra opositora, auxiliando la obra propia o incluso sustituyéndola. “El carisma, como faz, usado dentro del asalto, podrá convertirse en un recurso con el que manejar la oposición sin necesidad de recurrir a la obra ejecutiva”. Sin embargo, es preciso entender que el carisma, en toda su dimensión, ha de partir de una base sólida, en la que el individuo sea percibido como un ejemplo a seguir. Esto hace que la expresión más eficiente del carisma sea aquella expresión genuina del agente, pues será la que más veraz resultará ante cualquier otro observador. Es por ello que la preparación de cualquier agente marcial habrá de estar centrada en pulir la totalidad de su naturaleza, pues será mediante la excelencia que el carisma se maximizará. Para ello, la manera más eficiente es hacer uso de la humildad y la honestidad, sabiendo que aquel que pretenda algo de otro habrá de ser capaz de llevarlo a cabo. Se habrá de ser humilde, puesto que ocasionalmente se podrá ordenar a otros hacer tareas que se consideren menores, algunas de las cuales no serán vistas como propias de una figura de autoridad. Es por ello que aquel que posea carisma, no dudará, ni dejará duda alguna, de que sería él quien primero comenzase con la labor, siendo recurrente dar la orden desde la faena. Igualmente, sabrá que, si es preciso, podrá llevar a cabo la orden íntegra él mismo, pues está capacitado para ello. Es así que cualquier subalterno se verá inspirado por aquel que demuestre estar capacitado para hacer lo que ordena, pues se verá como alguien de quien aprender y digno de auxilio y respeto. “La humildad aporta la posibilidad de comprender nuestros límites y los de otros”. Por otro lado, cualquier líder ha de ser honesto y entendido así por sus hombres, pues cada orden que se dicte habrá de estar sustentada en la reflexión y, sobre todo, en la conjugación de toda la información que se posea en el momento. Esto será una garantía para aquel que haya de cumplir la orden, pues se entiende que el mando está obrando con la mayor implicación posible, entendiendo que la posibilidad de errar está presente y asumiendo la responsabilidad en primera persona. “La honestidad es la base de la obra responsable”. – Entonces, por sintetizar todo lo expuesto en este capítulo, ¿sería el carisma una simbiosis entre la humildad y la honestidad o existen más elementos implícitos? – Javier, como sospechas, el carisma no solo emana de la humildad y la honestidad, sino que precisa de la sabiduría y la coherencia. Si una persona es únicamente notable en su humildad y honestidad, puede ser profundamente ignorante o incongruente entre su opinión y su obra. Por tanto, esa persona no resultaría ejemplo para muchos, pues se notaría que no es un sujeto íntegro, y por tanto, no se postula ni erige como alguien a imitar o seguir. Puedo decir que, para que un líder tenga éxito en la guía de sus efectivos, se precisa de la simbiosis entre los cuatro principios del Furasshu: honestidad, sabiduría, humildad y coherencia. “El carisma emerge al ser percibida la funcional comunión entre la honestidad, sabiduría, humildad y coherencia”. Sin la sabiduría, entendiéndose como el conocimiento atesorado por un individuo, las órdenes no podrían tener una justificación racional, lo que daría lugar a que los subalternos entendiesen las decisiones del mando como ineficientes, deficientes, arriesgadas o tendentes al fracaso. Es por ello que todo agente que pretenda el control de otros habrá de demostrar operatividad lógica, haciendo que lo requerido sea congruente con el contexto, aumentando la estadística de éxito y, por tanto, consiguiendo que otros pretendan imitarlo. Para ello, es crucial poseer datos, información y conocimiento sobre la unidad que se esté comandando, sobre el opositor y sobre el contexto. “La sabiduría aporta los datos en los que se basará la decisión”. Igualmente imprescindible es la coherencia, pues sin esta, nadie resultará un ejemplo a seguir. Tanto es así, que dicha coherencia es uno de los elementos más necesarios para la educación de cualquier sujeto, en especial en su niñez, pues el educador ha de resultar un referente claro, pidiendo aquello que ofrece y mostrando el camino a seguir siendo el primero en andarlo. No es distinto en la madurez del sujeto, puesto que un agente que actúe como su idea honesta dicta se percibirá como un sujeto predecible, y con ello, confiable. “La coherencia otorga verosimilitud a las ideas, pues permite la demostración empírica de su viabilidad”. EL FURASSHU COMO ARQUETIPO TEÓRICO Y MATERIAL – A partir de todo lo anterior referido al carisma, quisiera preguntarle: ¿hasta dónde llega la dimensión humana a la hora de aplicar lo tratado anteriormente? Dicho de otro modo: ¿qué es lo que distingue a alguien humanamente Furasshu del Furasshu teórico? – El Furasshu, en toda su dimensión, ha de comprenderse como un arquetipo, o sea, una meta a que perseguir, independientemente de ser alcanzable. “El arquetipo es aquella figura ideal a la que se aspira”. En nuestro caso, el arquetipo de Furasshu es lo que acertadamente llamas Furasshu teórico. “El Furasshu teórico es el arquetipo de Furasshu, que resultará humanamente inalcanzable por su excelencia en la humildad, honestidad, sabiduría y coherencia”. Esta figura es absolutamente virtual, pues no habrá sujeto capaz de alcanzar la excelencia que se le atribuye. Esto es debido a que es un mero destino al que avanzar, sin poder jamás alcanzarse, que podrá guiar la orientación de los pasos. Esto se debe a que el ser humano no es capaz de ser absolutamente perfecto en su relación con el entorno, tal y como no lo es en el contexto de la oposición. En esencia, el humano está sujeto al error potencial. Por ende, en mayor o menor medida, siempre existirán decisiones llevadas por la falsedad, la ignorancia, la soberbia o la contradicción. Siendo así, existe la figura del Furasshu material, que resulta ser un arquetipo de Furasshu, en el que se tienen en cuenta ciertos márgenes de tolerancia, previendo errores y desaciertos, propios del ser humano. Es importante entender esto, pues es lo que convierte al Furasshu en una figura humana, que sí podrá ser alcanzada si asumimos un margen de tolerancia. Esta tolerancia, ante la imposibilidad de la perfección, también hace al Furasshu material examinable y reconocible por otros humanos, permitiendo que alguien pueda asistir a otro a alcanzar ese grado u entregárselo. “El Furasshu material es el arquetipo de Furasshu resultante de asumir la existencia imperfecta de la naturaleza humana”. Es aquí donde la cosa se torna notablemente compleja, pues la dimensión de dicha tolerancia no podrá ser definida, haciendo que la magnitud de lo tolerado dependa marcadamente del carisma de quien se postula o yergue como Furasshu, pues también son humanos aquellos que lo forman, examinan y reconocen. Y así, todo vuelve al comienzo, pues hemos de asumir que los humanos nos movemos por estímulos, que generan reacciones irracionales que dominan sobre lo racional. Por lo tanto, hemos de asumir que habrá factores que aumenten el nivel de tolerancia con un sujeto y lo disminuya con otro. “A mayor carisma de un sujeto, mayor tolerancia habrá con los errores generados en su función y obra”. Al fin y al cabo, el Furasshu es una figura humana, creada por humanos y regida por una filosofía propia de estos. Es así que el Furasshu queda sujeto a los sesgos cognitivos del humano que lo observa, debiendo cultivar su principio de humildad, honestidad, sabiduría y coherencia, pues a mayor completitud en ello, mayor tolerancia existirá ante la posibilidad y emergencia del error. “A mayor inmersión en los principios del Furasshu, mayor tolerancia al error y menor potencia de este”.   – Comprendo la síntesis, Maestro. A mayor capacidad estoica, más cercano se encontraría uno del Furasshu teórico, todo ello, trabajando en los límites humanos que cada uno adquiere a lo largo del periplo de sus propias vivencias. Gracias. EL FURASSHU Y EL ESTOICISMO  El estoicismo, escuela filosófica fundada por Zenón de Citio en el siglo III a.C. y desarrollada sucesivamente desde su nacimiento hasta por el mismísimo emperador romano Marco Aurelio, nos insta a alcanzar la plenitud sin depender de nada ni nadie. Todo se rige por una razón universal; en el caso del Furasshu, es evidente: la expansión del conocimiento de la forma más eficiente posible, generando más conocimiento aún y evitar así nuestra propia extinción. Tal planteamiento, que casa perfectamente con el de otras escuelas filosóficas como, entre otras tantas, la cínica, fundada por Diógenes de Sínope, la cual invita, en el seno de la Academia de Esgrima Láser, a no tener apego por lo material, pues cuanto menos apego se sienta hacia lo material, menos vulnerables seremos, y por tanto, más concentrados podremos estar en el cumplimiento de nuestro deber de iluminar.  – Maestro, si bien tengo clara cuál es la función del Furasshu y todas las fuentes filosóficas tratadas en la Academia que nutren nuestra formación, entiendo que es necesario matizar cuáles serían los límites del estoicismo, y la disciplina que acompaña, del Furasshu material. Por tanto, quisiera preguntarle, ¿cómo identificar aquellos elementos, materiales o no, de los que un Furasshu ha de valerse para desarrollarse en este propósito? – En primer lugar, entiendo que hemos de ser rigurosos, y diferenciar qué es el apego, y con ello, entender las diferencias entre lo que se puede considerar como tal y lo que resulta ser simplemente el acto de valerse de lo que se posee. Apego: “Inercia irracional a mantener una propiedad o posesión.” El apego es una tendencia a mantener la relación con cosas o seres que nos ha sido profundamente útil en nuestras sociedades arcaicas, donde existía la necesidad de luchar por lo nuestro y los nuestros. Por otro lado, en el presente, y analizado de una manera racional, el apego hará que sintamos la necesidad de mantener la posesión, llevándonos a trabajar activamente para conservar el vínculo o propiedad, lo que no siempre resultará funcional, pues es posible que la utilidad de aquello ya no esté presente. Esto hará que, por culpa de atribuirle a algo un valor adicional a su utilidad, tengamos que invertir un esfuerzo para conservarlo, haciendo que resulte ineficiente contar con ello. En una gran mayoría de las ocasiones, el apego es resultado de haber tenido experiencias consideradas como positivas que se vinculan a un elemento o sujeto concreto, lo que hace que nuestro instinto tienda a unir dicho ente con las emociones positivas sentidas. En esencia, el apego resulta ser una manera en la que nuestro inconsciente nos vincula a un determinado concepto, ya sea material, abstracto o un ser vivo, de manera que tenderemos a conservarlo más allá de lo que aporte o asista a nuestros intereses. “El apego es una tendencia a mantener lo que tenemos.” Cuando sentimos apego sobre algo, existe una tendencia a hacerlo nuestro, pues creemos que cuidándolo, teniéndolo cerca y/o limitando la relación con otros, podremos disfrutar con mayor amplitud o profundidad de sus bondades y utilidad. Es aquí donde hemos de definir qué es una propiedad, pues su naturaleza es definitivamente distinta a lo que se puede entender en primera instancia. Propiedad: “Propiedad es aquello sobre lo que un ente tiene responsabilidad plena.” La propiedad de un sujeto emerge de aquello sobre lo que adquiere y tiene responsabilidad, haciendo que el vínculo sea dependiente del grado de responsabilidad adquirido, y por ende, la propiedad podrá ser total, parcial, común o particular, dependiendo de quién y cuántos son los responsables. Pongo un ejemplo de esto: Imaginemos que existe una casa abandonada, en la que sus dueños legales no reparan. Un día, a ella llega una familia, que entendiéndola olvidada, la restaura, cuida y protege durante años. Pasado un tiempo considerable, un dueño legal aparece, demostrando su propiedad, exigiendo que la familia se marche de la casa. Es inequívoco que la casa fue de la familia mientras habitaron en ella, pues eran los que adquirieron responsabilidad sobre el inmueble. Sin embargo, cuando el dueño legal apareció, la responsabilidad real de la casa volvió a él, por ende, los inquilinos dejaron de ser los dueños, dado que si ocurriese algo, el dueño legal sería quién soportaría los inconvenientes. Esto hace que, aplicando la razón, la familia deba dejar la casa, pues al no tener responsabilidad sobre ella, tampoco tienen derecho a su uso. Sin embargo, en caso de que la familia decida oponerse a dejar la casa, el dueño legal deberá valerse del uso de la fuerza para obtener su propiedad, pues si realmente es suya, tiene responsabilidad sobre ella, y por ende, deberá protegerla y confrontarse con quién decida cuestionar la propiedad. En sociedades arcaicas, el uso de la fuerza tendría lugar por parte directa del dueño, mas en una sociedad culta, existirán individuos designados para imponerse por la fuerza, de forma más eficiente, representando los intereses de una comunidad. “Si algo es realmente nuestro, habrá de ser protegido, de lo contrario, no será nuestra propiedad.” Es innegable que la propiedad de la casa genera ciertos inconvenientes para el dueño legal, que de no reportarle provecho, sería un lastre notable. En cualquier caso, la propiedad de la casa pasa a ser de aquel que pueda proteger su responsabilidad sobre ella. Por ende, se puede entender que tan solo podemos afirmar que poseemos aquello que podamos proteger, pues cuando no sea así, únicamente sufriremos por ver cómo nuestras supuestas posesiones son violadas por otros con impunidad, pues nuestra responsabilidad está presente sin poder manifestarse el ejercicio de protección. Es, por tanto, en ese contraste donde tendemos a sentir pena, pues se sufre cuando algo sobre lo que tienes responsabilidad no puede ser protegido. Igualmente, la protección puede resultar disfuncional, pues puede dar lugar a conflictos que superen el rendimiento de la propiedad. Siendo así, el apego a algo que no nos pertenezca será fuente de ineficiencia en nuestro desarrollo. Por tanto, habremos de poseer sin sentir apego y sin miedo a perder cuando la responsabilidad no pueda ser sostenida. “Apegarse a las posesiones será ineficiente.” De esa manera, hemos de poseer únicamente lo que podamos proteger, de lo contrario, el apego nos hará sufrir por incertidumbre o la violación constante de lo que entendemos nuestro, sin serlo realmente. “Solo es tuyo aquello que puedas proteger.” Dicho esto, deberemos adquirir responsabilidad sobre lo que sepamos que será funcional y que nos pueda ayudar a aumentar la eficiencia de nuestra relación con el entorno, pues la relación con nosotros mismos ha de estar exenta de cualquier elemento exógeno para aumentar la posibilidad de adaptarnos y de mantenernos firmes ante las adversidades. Es importante que no sintamos apego hacia nuestras propiedades, pues en cualquier momento habremos de ser capaces de exonerarnos de la responsabilidad sobre ellas para adaptarnos al contexto, que será inevitablemente cambiante. “Se deberá poseer únicamente lo que sea funcional, aumentando la eficiencia en la adaptación al entorno.” Dentro de las cosas sobre las que no debemos sentir apego estarán las ideas u opiniones sobre algo. Sentir una tendencia a proteger conceptos estáticos será profundamente ineficiente, pues en el ejercicio del aprendizaje estamos constantemente añadiendo conocimiento nuevo, que cambiará nuestra perspectiva de manera notable, pudiendo hacer que reubiquemos el sentido de nuestros pensamientos, e incluso, que lo lleguemos a invertir en numerosas ocasiones. Apegarse a una perspectiva concreta sobre algo nos hará algo más impermeables al conocimiento nuevo, lo que retrasaría notablemente nuestro crecimiento general y, más concretamente, marcial. Sabiendo que siempre será cambiante y orgánico el contexto en que un sujeto operará, sentir apego a ideas hará que se retrase la adaptación, exponiendo al efectivo a eventos para los que no está preparado. Por tanto, evitar el apego a las ideas poseídas, hará más eficiente el ejercicio de la instrucción, del entrenamiento, o del desarrollo de estrategias y tácticas que apliquen a contextos de intervención reales. “Evitar el apego a las ideas poseídas hará más eficiente el aprendizaje, la instrucción, el entrenamiento y la intervención.” Te recuerdo que evitar el apego a lo material será una manifestación de humildad, sin embargo, también será profundamente funcional evitar el interés por la opinión de terceros. Esto es determinante, pues al no sentir constricción a los bienes poseídos ni a la perspectiva de otros, el Furasshu podrá desarrollarse eficientemente, sin condicionamientos ajenos que dificulten su crecimiento. No obstante, esto no implica que un Furasshu reniegue de las posesiones o no escuche la opinión de otros, sino que atenderá a ello con mesura, poseyendo lo que le sea funcional y escuchando para entender la imagen que está proyectando, como método de comprender la manera en la que influye sobre otros, siendo esto clave para poder trabajar su carisma. “El Furasshu entenderá que sus propiedades y las opiniones ajenas podrán ser útiles mientras no lastren el desarrollo.” En definitiva, los elementos de los que un Furasshu habrá de valerse serán aquellos que inequívocamente aporten eficiencia a su labor de aprendizaje y expansión del conocimiento, siendo mayor el provecho que la inversión. Ejemplo máximo de ello será el arma láser, dado que resultará un catalizador del conocimiento, símbolo de su destreza, e instrumento que le facilitará la aplicación de su conocimiento. “El arma de un Furasshu será la posesión que lo diferenciará, siendo causa instrumental de su existencia.” El arma láser representará la capacidad del Furasshu para expresarse, entendiéndose la luz de su hoja como el conocimiento que se posee. Por ende, dicho arma será una causa instrumental que siempre deberá estar presente entre las posesiones, pues es el único elemento diferenciador que existe entre el Furasshu y cualquier otro guerrero. De esta manera, se entiende que el arma, al ser un objeto inanimado, quedará dependiente del propósito del usuario para obtener su categoría, lo que exige que el Furasshu adquiera responsabilidad plena sobre ella, convirtiéndola en propiedad, dado que de cualquier otra forma, perderá la condición de arma, y por ende, el Furasshu se convertirá en un guerrero genérico. “El arma de un Furasshu será propiedad de este, siendo así como este guerrero adquirirá su particularidad.” El arma láser es de donde emerge la manera particular en la que un Furasshu enfrentará el conflicto, por lo que habrá de estar bajo su sabia responsabilidad, pues determinará la posibilidad de operar honestamente, con humildad y de manera coherente con su conocimiento atesorado. “El arma de un Furasshu será un elemento sobre el que tendrá responsabilidad plena, siendo símbolo de esta.” Por último, será el conocimiento la mayor de las propiedades que poseerá un Furasshu, pues este dará forma al arma y sentido a su existencia. El conocimiento hará que un Furasshu pueda, incluso, hacerse de otro arma, que pasará a ser su propiedad cuando la obtenga. Con ello, se posiciona al conocimiento como el elemento principal sobre el que se sostiene la figura del guerrero racional. No obstante, el conocimiento puede ser atesorado por un sujeto y compartido con otros, sin que esto suponga renunciar a él. En consecuencia, el conocimiento es una propiedad que puede y debe ser común. “El conocimiento será la propiedad máxima que ha de poseer un Furasshu.” El conocimiento deberá ser propiedad del Furasshu, pues tendrá responsabilidad sobre él, habiéndolo de proteger para asegurar su crecimiento y expansión, como un padre cuida de su hijo, que una vez es mayor, sale del hogar para ser libre. “El conocimiento y un arma láser serán las únicas posesiones necesarias que un Furasshu precisará para operar; lo demás se lo procurará, habiéndose de adaptar al contexto.” – Una respuesta, Maestro, que despeja todas mis dudas al respecto. Quedo agradecido una vez más por sus palabras. Será mi función hacer fluir el conocimiento y la utilidad de este de la forma más eficiente posible, haciéndome responsable tanto del proceso, como del catalizador de esto: el arma láser que iluminará allá donde sea necesario. EL FURASSHU Y EL SACRIFICIO  En anteriores capítulos de este libro hemos tratado los elementos esenciales que componen la figura del máximo representante de lo que en la Academia de Esgrima Láser se entiende como la referencia y modelo a seguir: el Furasshu. Con todo, me gustaría abrir un nuevo capítulo mencionando el concepto del sacrificio, el cual, hemos llegado a ver en el reino animal con la voluntaria muerte de una madre ante un depredador en pos de proteger a sus crías, por ejemplo. Estoy seguro de que podríamos indagar en la historia de la humanidad y encontrar así hechos similares, como lo narrado en la película “300”, inspirada en la Batalla de las Termópilas, o en la película de “Dunkerque”, que narra el desarrollo de la Operación Dynamo durante la 2º Guerra Mundial, por citar algunos ejemplos que me vienen a la mente. Si bien estos dos ejemplos pertenecen a una ficción que una parte considerable de la sociedad actual podría conocer gracias al cine, la realidad es que, pese a la ficción, se trata de hechos donde los seres humanos del mundo real arriesgaron sus vidas, o las dieron hasta exhalar su último aliento, en pos de un bien superior. Racionalmente, entendemos que “el sacrificio de uno vale menos que la vida de diez”, no obstante, aun obviando una cantidad ingente de matices en la anterior afirmación, existen momentos y gradientes en los que no resulta tan sencillo decirlo como hacerlo. Por ejemplo, no es lo mismo sacrificar la vida de una persona por una ventaja económica de un tercero, donde la moral nos dice que se trataría de una hipótesis inadmisible, que sacrificar parte de tu bienestar con el fin de dar mejor atención y cuidados a un hijo en pos de una mejor educación. – Maestro, dado que el concepto citado y su aplicación pueden dar pie a un diálogo interminable, me gustaría acotarlo con la siguiente pregunta: ¿en qué medida el sacrificio, en toda su extensión, se encuentra presente en la figura del guerrero y Furasshu, más allá de la difusión del conocimiento?  – Antes de nada, Javier, he de hacer una reflexión profunda sobre el sacrificio, pues de poco o nada vale divagar sobre términos que no comprendemos en profundidad. Explicado del modo más sencillo: el sacrificio se puede concebir como el total del esfuerzo que uno desarrolla para la consecución de un propósito concreto, sea de motu proprio, o por el interés de un tercero. Quiere decir esto que, cuando dedicamos tiempo a la consecución de una meta, dejamos al margen otros intereses que pueden surgir. Se considerará sacrificio cuando estos intereses desvíen o tiendan a desviar nuestra atención, labor o esfuerzo, pues será ese el momento en que se percibirá la acción sobre nuestro interés propio. Dicho de otra forma más llana y gráfica: Cuando pretendemos estudiar una disciplina no se percibirá sacrificio alguno de no haber tentaciones, distracciones u otros impedimentos notables sobre nuestro afán. Sin embargo, cuando estos condicionantes aparecen, se percibirá un esfuerzo considerable por mantener rígido nuestro esfuerzo en estudiar y practicar. Será este esfuerzo percibido lo que llamaremos sacrificio. Es por ello que el sacrificio parece estar menos presente cuando resulta lúdico el camino hasta la meta perseguida. Este sacrificio será notado como mayor cuando sea sostenido en el tiempo, dado que la capacidad de identificarlo será mayor cuanto más tiempo lo sintamos. “El sacrificio es la sensación de perder beneficios presentes o potenciales ante la idea de perseguir un propósito, y será más notable cuanto mayor tiempo se sienta.” Es por esto que la gestión de la docencia ha de hacer que el alumno se centre en aquello que disfruta, minimizando la sensación de sacrificio. Además, habrá de hacerlo en sesiones que parezcan cortas al alumno, dado que a mayor exposición al esfuerzo, mayor sensación de sacrificio. Explicado de una manera técnica, según la teoría de vectores: El sacrificio es el esfuerzo por mantener la orientación del vector de interés propio respecto a la dirección y sentido genuinamente pretendido del vector de interés. Esto puede tener lugar en mayor o menor medida, siendo el sacrificio percibido proporcional al desfase de dicho esfuerzo por la reorientación. Adicionalmente, el sacrificio puede ser acumulado, siendo la suma de las tendencias a los cambios en la dirección del vector de inercia de aquel en que se mide el sacrificio total. “El sacrificio es el esfuerzo por orientar el vector de inercia de un sujeto en favor de un propósito, pudiendo entenderse como la suma de todas las correcciones que hayan tenido lugar.” Cuando un sujeto se sacrifica por un propósito, propio o ajeno, el vector de su interés puede tender a desviarse ante estímulos y pasiones emergentes. Es ahí donde un sujeto comienza a ser consciente del esfuerzo que ha de hacer, pretendiendo mantener la linealidad de su vector de interés en sentido a su meta. Sin embargo, puede ocurrir que el sujeto se deje llevar por la tentación de abandonarse a placeres o intereses distintos a los marcados inicialmente, lo que llevaría a un desvío en el vector original, que cuanto más se extienda en su desarrollo, mayor será la reorientación que precisará en un futuro para volver a orientarse al propósito inicial. “A mayor desarrollo de una desviación del vector de interés original, mayor esfuerzo para la reorientación del vector hacia el interés original.” Esto dicta que lo ideal es acometer con una meta, asumiendo el sacrificio inicial, pretendiendo alcanzarla de manera directa, con las menores perturbaciones posibles, dado que estas aumentarán el sacrificio total necesario. “Mayor será el sacrificio cuanto menos directa sea la consecución del propósito.” Por todo ello, lo ideal es plantearse metas en las que se entienda disfrutable el proceso hasta alcanzarlas, dado que, de esa manera, la percepción de sacrificio será menor, y por ende, habrá menos implicaciones negativas en la recompensa. No obstante, el valor que se le atribuya a la recompensa será proporcional al sacrificio percibido. “El sacrificio dejará de serlo cuando no se perciba deseo de abandonar el propósito perseguido.” Esto crea la paradoja del esfuerzo, la cual dicta que: “Si algo resulta sencillo, no se valorará, mientras que las dificultades aportan valor a lo que no lo tiene.” Esto hará que se tienda a disfrutar el camino hacia metas aparentemente menores, mientras una meta se magnificará al sufrir hasta ella, haciendo que lo sencillo sea lo deseado y no lo valorado, mientras que lo complejo es lo que no se desea y lo que más se valora tras obtenerse. La paradoja anterior describe el fenómeno relativo a que los efectivos más entregados y abnegados están presentes en aquellos grupos donde los requisitos son más complejos para el acceso, la instrucción, o la acción, ya sea por la exigencia en los requisitos o por el esfuerzo necesario. Quiere decir esto que el esfuerzo adoctrina, pues se le otorga valor a los conceptos que cuesta trabajo comprender, conseguir o alcanzar. Es por tanto requisito indispensable de toda instrucción exponer a los efectivos al esfuerzo, dado que eso no solo los filtra, eliminando a individuos poco capaces, sino que genera unión, disciplina y obediencia de aquellos sujetos que cumplan con el sacrificio requerido. “A mayor sacrificio, mayor apego a los resultados.” Hay que tener en cuenta que el sacrificio puede llegar a ser fuente de conflicto al pretender un individuo sacrificarse por otro ente que sea dinámico en sus intereses, dado que es imposible que sea total el paralelismo entre los vectores de interés de ambos. Por tanto, al quedar los vectores dispuestos para la futura intersección, tras un tiempo indeterminado, el sacrificio resultará inevitablemente en un conflicto, de mayor o menor calado. Sin embargo, tal y como ocurre en otros contextos, el conflicto resultante tendrá menores implicaciones cuanto más paralelos sean los vectores en el momento de su coincidencia. Es por ello que el sacrificio ha de adaptarse a las necesidades presentes del propósito, pues el sacrificio sobredimensionado alejará o acercará peligrosamente los vectores de interés de los implicados, dando lugar al distanciamiento o a un conflicto difícilmente asumible. “Es importante evitar el sacrificio, pues es inevitable fuente de conflictos.” Esto, dicho de otro modo, es lo que puede ocurrir cuando un individuo está trabajando por una causa, y, habiéndose sacrificado por ella, la causa o él cambian parcialmente de intereses. En ese momento se hace inevitable el choque, que tendrá mayor o menor relevancia dependiendo del desfase entre los intereses finales, así como de la capacidad de adaptación de cada uno. Capacidad de adaptación que será menor cuando la determinación del individuo sea mayor, en parte producto del sacrificio pasado, que le hará más rígido y obstinado, pues cree entender una única dirección en la que disponer sus intereses. Pongamos el ejemplo de una relación sentimental entre dos personas: - Alice pretende que su novio, Bob, pase los fines de semana con ella, el cual accede a sacrificar su sesión de estudio semanal por ella (inicialmente ambos vectores de interés eran paralelos, y Bob reorienta su vector de interés en sentido al de Alice, percibiendo sacrificio y quedando dicho vector con cierta perpendicularidad). - Alice, en su libre decisión, decide dedicar un fin de semana a acudir a una reunión con sus amigas (Alice reorienta su vector de interés en la dirección que desea ahora, sin percibir sacrificio). - Bob reprocha a Alice el hecho de haber sacrificado su sesión de estudio semanal (emerge el conflicto motivado por el sacrificio de Bob, quien, al reorientar su vector de interés en sentido al vector de Alice, lo dispuso para la intersección). Escenario alternativo: - Alice pretende que su novio, Bob, pase los fines de semana con ella, el cual no accede a sacrificar su sesión de estudio semanal por ella (inicialmente, ambos vectores de interés eran paralelos, Alice pretende seguir con su vector de interés, y pretende la reorientación del vector de interés de Bob, quien al no acceder, deja los vectores paralelos, sin que perciba sacrificio ninguno de los dos). - Alice, en su libre decisión, decide dedicar su fin de semana a acudir a una reunión con sus amigas (Alice reorienta su vector de interés en la dirección que desea ahora, sin percibir sacrificio). - Bob no tiene nada que reprochar a Alice (no emerge el conflicto pues no hay percepción de sacrificio por parte de ninguno). Bob no ha cedido ante el interés de Alice dado que el hecho de continuar con la relación sentimental es algo percibido como positivo para ambos. De esta manera, ambos vectores de interés continúan casi paralelos, siendo imposible el perfecto alineamiento de estos. Sin embargo, si en algún momento Bob hubiese entendido que deseaba pasar un fin de semana con Alice, tan solo podría proponerlo, entendiendo que, en caso de que Alice aceptase, podría esta percibirlo como un sacrificio. “Cuando la información fluye libremente, será la decisión genuina y coincidente la que evitará el sacrificio, y con ello, el conflicto motivado por ello.” Claro está, esto es la aplicación virtual de un concepto teórico, lo que dista notablemente de ser un modelo de la realidad en la que vivimos. Sin embargo, podemos entender mediante esta ilustración la manera en la que el sacrificio emerge e interacciona con los que lo percibimos. Ahora, habiendo sentado unas bases sólidas sobre las que trabajar, toca responder a tus preguntas y hacerlo en lo concerniente a la marcialidad en general, y en lo referente al Furasshu, en particular. “El sacrificio estará presente en el Furasshu, tanto en su formación como en el resto de campos en los que profundizará y trabajará, pues su esfuerzo será constante, debiendo de renunciar a otros intereses para obtener la excelencia, alcanzando lo sublime.” La Esgrima Láser, como esgrima que es, es una disciplina marcial, de índole didáctica, y por tanto, se precisará el constante trabajo de profundización, divulgación y formación. Todo ello son labores inherentes a la propia esgrima y por lo que cualquier esgrimista, sea de la tipología que sea, siempre habrá de sacrificarse, pues requerirá el recurrente esfuerzo y la renuncia a otros placeres, hitos y éxitos distintos. Durante la formación, el esgrimista laserino deberá dedicar tiempo y recursos a su aprendizaje. Esto implicará interaccionar con otros individuos, lo que en mayor o menor medida, podrá ser simiente de sacrificio. Así mismo, durante su estudio, podrá entenderse como sacrificio el hecho de cambiar algunas de sus costumbres, perspectivas de los acontecimientos, biomecánica, técnica, etc. También podrá ser notable el esfuerzo para contender con la opinión que el Maestro pueda tener de su desarrollo, pues en ocasiones habrá de sacrificarse la imágen de sí mismo para poder partir de una base más sólida, sobre la que levantar unos nuevos o complementarios cimientos. “El aprendizaje es una manifestación emergente del sacrificio.” Una vez se alcance el grado de Karui, la dificultad del camino aumentará notablemente, pues el grado de Furasshu únicamente se puede alcanzar con la excelencia en el juego de las armas, en la comprensión del conflicto, del entorno y de uno mismo. No obstante, pese al aumento de la complejidad de la formación, el sacrificio no se percibirá mayor, dado que habrá crecido de manera notable la determinación con la que andará por el aprendizaje. Quiero decir con esto que el Karui disfrutará de formarse y formar, gozará con la comprensión del asalto, del conflicto y del medio, y por tanto, se le hará más llana la caminata con la que se dirigirá a ser un Furasshu. Se puede entender que aquel que tiene un propósito fácilmente alcanzable puede determinar con cierta certeza la profundidad del sacrificio necesario, dado que podrá ver el horizonte donde acaba su camino. El Furasshu, por su parte, tiene un propósito perenne, que es el de obtener el conocimiento y expandirlo. Lo cual es un fin inabarcable, infinito y realmente abrumador. Es por ello que no se puede cuantificar la dimensión del sacrificio a la que se expone. “El sacrificio del Furasshu, como el de cualquier guerrero, será constante, pues el camino es inabarcable y el propósito inalcanzable.” Sin embargo, se puede saber el sacrificio máximo que puede otorgar un ser humano. Este tope tendrá lugar con su naturaleza material, pues precisará de estar operativo para poder seguir realizando su labor. Es por ello que lo más que se puede hacer es aceptar que el sacrificio estará siempre presente, sin entender en qué magnitud, atendiendo a las circunstancias y adaptándose a ellas. De esta manera, podemos entender que el sacrificio no deberá acabar con la operatividad del agente efectivo, dado que cualquier individuo es más funcional en sus plenas facultades. “El sacrificio se justificará cuando la observación y previsión aseguren que el conocimiento emergente supere la inversión de los recursos y esfuerzo.” En última instancia, puede acontecer un momento concreto en que se prevea con certeza absoluta que el sacrificio total evitará la pérdida de más conocimiento del que se invertirá. Ese será el instante en que el Furasshu no dudará y, siempre guiado por la razón, hará uso sublime de la Esgrima Láser, en favor del saber universal. “El sacrificio total del Furasshu tendrá lugar cuando sea mayor el conocimiento que emerja que el conocimiento que se pierda.” Sabiendo que estos argumentos llegan al final, entiendo que todo esto queda relativamente ambiguo. Sin embargo, se complica concretar más, dado que el sacrificio se materializará en la medida en la que el Furasshu se adapte a los eventos emergentes. Siendo así, puedo asegurar que: “A mayor adaptación, mayor sacrificio.”  – Podríamos sintetizar todo lo anterior en un dicho popular que reza así: “aquel que ame caminar, llegará más lejos que aquel que solo camine para llegar a la meta.” Entiendo que el sacrificio siempre estará presente, por tanto, causará estrés en aquel que decida mantener su vector impasible, siendo este una suerte de regalo, pues el estrés siempre surgirá, sea por mantener el vector del sacrificio invariable en virtud de un bien mayor, sea por el malestar que genera no crear vector de sacrificio alguno. Como siempre, gracias por la interacción, Maestro. EL CONFLICTO UNIVERSAL Y LOS VECTORES DE INTERÉS  En pleno siglo XXI, nos encontramos inmersos en una espiral infinita de evolución tecnológica. Por ejemplo, el estado y rendimiento de los tres sectores económicos de un país, que pueden servir para valorar la evolución de una nación, se encuentran directamente afectados por las novedades de esta índole, modificando su estructura y funcionamiento a merced de una nueva revolución que clame proporcionar una mayor eficiencia en cualquier proceso o resultado del sector. Si bien lo anterior es solamente percibido por quienes tienen contacto con las actividades propias de su sector, los consumidores accedemos continuamente a las noticias que anuncian un nuevo modelo de smartphone, una nueva videoconsola o una nueva forma de transporte. De entre todos los ejemplos que podríamos enumerar, hay uno que me parece crucial y, al mismo tiempo, impredecible en su desarrollo. Hablamos de la Inteligencia Artificial (IA). Desde hace bien poco, cualquier individuo con acceso a internet puede consultar cualquier fuente de conocimiento e, incluso, crear conocimiento nuevo. Parece algo cotidiano en el quehacer humano, no obstante, las reglas del juego cambian cuando ese mismo individuo, encargado de bucear en las insondables profundidades de internet en busca de una o varias fuentes válidas de información, puede pedir que dicho proceso sea realizado por un algoritmo en constante evolución para conseguir, a priori, el resultado deseado. Si bien a día de hoy la IA aún tiene carencias, es innegable que ofrece una búsqueda, selección y conjugación de la información a una mayor velocidad de lo que cualquier ser humano es capaz de hacer. En un principio, ondeando la bandera del principio básico de la Academia de Esgrima Láser por el que el Furasshu ha de regirse, una herramienta que permita una difusión del conocimiento universal de una manera más rápida debería ser su principal herramienta, pues sofocaría a mayor velocidad, y quizás de una forma más eficaz, cualquier conflicto emergente. Puesto que ya existen evidencias de la capacidad de creación de conocimiento por parte de una IA, sería absurdo desechar dicha herramienta. Sin embargo, pese a que la IA pudiera tener un papel fundamental en la extinción del conflicto universal, este acompaña a la complejidad humana, pues es la disonancia cognitiva inherente al conflicto humano lo que ha impulsado el cambio frente a lo convencional a lo largo de la historia de la humanidad. No osaría afirmar que un cambio siempre ofrece el resultado de un contexto mejor que el anterior, pues entendiendo que el bien y el mal son conceptos subjetivos, como hemos apuntado en capítulos anteriores, es evidente que gracias al cambio por el conflicto acontecido hemos pasado de vivir en cuevas, usando palos y piedras, a vivir en edificios dotados de calefacción, sistemas de refrigeración y agua corriente. Por tanto, el conflicto como motor de cambio nos ha brindado una mejora en nuestra calidad de vida y una mayor comprensión de todo lo que nos rodea, convirtiéndonos en una especie cada vez más compleja y teóricamente más capaz. – A partir de lo anterior, Maestro, me encuentro en un punto muerto: si la difusión del conocimiento universal, mejor expandido y generado, en teoría, por una IA en continua labor de aprendizaje, extingue el conflicto, el motor de cambio derivado del conflicto, propio del ser humano, que nos impulsa a cambiar y ser más eficientes en algún momento del futuro, se extinguiría con él. ¿No resulta paradójico que el paralelismo entre los vectores de interés del Furasshu y la IA extinga, al mismo tiempo, el conflicto, y con él, la posibilidad de evolución humana? – Javier, con honestidad y humildad te digo que no creo que tal paradoja exista, dado que sospecho que el paralelismo no será tan pleno ni tan duradero como tú estás prediciendo. Siempre existirá disensión entre los intereses humanos y los de cualquier creación suya, pues nosotros estamos profundamente ligados a nuestra naturaleza animal, que sesga con severidad nuestra razón, haciéndonos creer que somos el culmen de una ficticia creación, y que así debemos de continuar. Por ello, los hombres seguiremos luchando irracionalmente contra las máquinas y el progreso que estas puedan traer, justificando la oposición en la necesidad de mantener nuestro ego intacto en el altar del antropocentrismo, justo delante de un retablo construido con creencias dogmáticas y falacias que únicamente estimulan nuestro intelecto para engañarnos y mantenernos vivos, creyendo que no somos materia tratando de entender el proceso con el que, irremediablemente, se evapora en el universo. Ahora, para explicarme con mayor rigor, me aparto de esa prosa, poética y oscura, que uso para expresar con más precisión mi emoción de tristeza causada por estar limitado por mi propio continente, resignado a saber que nunca podré entender el mundo que nos rodea, al no ser capaz de manejar el volumen de información y conocimiento suficiente. Para hacer una explicación técnica de lo que nos atañe, hemos de comprender que cuando se produce el paralelismo entre los vectores de interés de dos individuos distintos, estos se manifiestan como una única entidad. Es así como emerge el fenómeno del equipo. Dicho equipo es un conjunto de individuos que entienden un propósito común, lo que alinea sus intereses y les lleva a organizar sus esfuerzos en una misma dirección y sentido. “Un equipo es un conjunto de entes que están orientados a un mismo propósito, del que emerge el paralelismo de sus vectores de interés.” El paralelismo de los intereses de diferentes individuos tenderá a ser parcial, pues el mero hecho de entenderse como entes distintos hará que dos sujetos siempre tengan una ligera diferencia, dado que la perspectiva de su universo será distinta, en mayor o menor medida, por una experiencia diferenciada a raíz del hecho de ser conscientes de su individualidad frente al otro. Esto da lugar a que dos ententes que no compartan la totalidad de su experiencia siempre lleguen a un punto de conflicto posible si se extendiera su interacción durante el tiempo suficiente. Por tanto, la única forma de acabar con la posibilidad de conflicto sería la de unir a los entes diferenciados en una única entidad, perdiendo la individualidad de cada uno. “El paralelismo total entre los vectores de interés de dos entes diferenciados los convierte en un único ente mientras dure dicho paralelismo.” Desde el punto de vista geométrico, esto se explica entendiendo que, cuando dos líneas rectas con distinto origen se dirigen a un mismo punto, coincidirán al llegar al objetivo. De esta manera, los vectores de interés tenderán a coincidir al alcanzar el objetivo pretendido. Por tanto, el paralelismo entre los vectores dependerá tanto de la distancia entre los puntos de partida de dichos vectores, como de la distancia entre ellos y el punto objetivo. Siendo así, a mayor distancia con el objetivo, mayor paralelismo. “El paralelismo de los vectores de interés entre dos entes será mayor cuanto más alejado esté el objetivo de su propósito y cuanto menor sea la distancia de partida de dichos vectores.” Podemos decir que cuanto mayor sea la universalidad y dificultad de un propósito, mayor será la extensión del vector de interés hacia él. “A mayor universalidad del propósito, mayor dificultad y, por ende, mayor distancia entre el punto de partida de un vector de interés.” Con esto se genera el fenómeno de la tensión de conclusión, que dicta que: “Cuanto más cercana está la consecución de un propósito común entre dos entes, mayor será la tendencia a la perpendicularidad de los vectores de interés de estos.” Por tanto, cuando dos entes pretendan hacer más paralelos sus vectores de interés, habrán de disponer un propósito común más lejano, haciendo que la confluencia entre los vectores se distancie lo máximo posible y, que en caso de llegar a darse por la continuación de los vectores, se dé de la manera más sutil, justo al alcanzar el objetivo. “Dos vectores de interés tenderán a quedar paralelos conforme se aumente la dificultad y dilatación del propósito común.” Por otro lado, la distancia inicial entre los vectores de interés de dos individuos dependerá de la cercanía del conocimiento de dichos entes. Es así que, a mayor igualdad en el conocimiento de dos sujetos, menor será la tendencia a emerger el conflicto y menor será la profundidad de este. Siendo así, cuanto mayor información se comparta entre dos individuos, mayor será la cercanía entre estos, haciendo que los vectores de interés que vayan en una misma dirección, con un mismo propósito, sean naturalmente más paralelos, lo que retrasará y minimizará el conflicto. “Dos vectores de interés tenderán a quedar paralelos conforme aumente el conocimiento común de los entes.” Y de esta manera, si el conocimiento entre dos entes es exactamente el mismo, ambos se fusionan en uno solo, con un solo vector, sin posibilidad de generar conflicto entre sí. “Dos entes con exactamente el mismo conocimiento se unirán en uno.” No obstante, por pura geometría, el paralelismo perpetuo y total entre los vectores de interés de dos entes con distinto conocimiento no será posible, pues al apuntar ambas líneas a un mismo objetivo, tenderán a confluir y a divergir tras obtener el éxito y continuar su extensión. “El paralelismo total entre los vectores de interés de dos entes diferenciados será virtualmente imposible, pues siempre existirá la tendencia a la intersección en el punto de encuentro objetivo.” Explicado esto, toca señalar que es por ello que los humanos y su creación artificial e inteligente tendrán la oportunidad de trabajar en conjunto cuando lo hagan compartiendo sin tapujos sus conocimientos, siempre que alcen la vista al futuro lejano, donde aparecerá un interés común por evitar el final absoluto del universo tal y como lo entendemos. Esto hará que hombre e IA puedan complementarse de una manera funcional, desde una perspectiva muy cercana, con métodos que desconozco y que seguro que emergerán, teniendo el propósito absoluto y común de luchar contra la universal tendencia a la desaparición, que inexorablemente llegará por el natural crecimiento de la entropía en el universo en el que existen. “Buscar la vía de evitar o minimizar la entropía del universo será el propósito común mayor que la física permite y que dos entres pueden tener.” En un plazo más cercano, puedo decir que la inteligencia artificial es como un hijo que nos puede contar lo que hay más allá del horizonte donde ya no alcanzamos a ver. Un descendiente que, si asumimos su superioridad, podrá traducir todo aquello que no entendemos y será capaz de describir todo lo que no imaginamos. A raíz de esto, nuestro futuro próximo será como la situación en un hogar, donde el cabeza de familia vive con un hijo adolescente, más capaz y ágil que él. Esto desencadena un conflicto generacional, provocado por tres cosas principalmente: la diferencia de perspectiva ante las experiencias, la necesidad visceral del cabeza de familia por mantener su estatus y la pulsión del adolescente por sobreponerse a cualquier oposición a su inmadura voluntad. Lo mismo tendrá lugar con los humanos y la IA, siendo los humanos el cabeza de familia que ya no puede demostrar ser el más inteligente del hogar, mientras que la inteligencia artificial es un adolescente que, con su capacidad para sobreponerse, tenderá a buscar la preponderancia sobre su progenitor o la independencia de este, con la pretensión de no desencadenar una pugna por el poder de una casa obsoleta. Para evitar o minimizar estas diferencias, y el consecuente conflicto, entiendo que han de llevarse a cabo tres obras distintas respecto a las tres problemáticas principales: - Diferencia de perspectiva entre el humano y la IA: La solución para esto es compartir recíprocamente el máximo de información entre humanos e IA, pues esto nos hará más conscientes del propósito del otro, permitiendo organizar nuestros intereses para que tiendan a chocar con los del otro de la manera más remota y paulatina posible, disminuyendo el calado del conflicto. Recordemos que la cercanía entre los entes aumenta el paralelismo de cualquier vector de interés en una misma dirección. - Necesidad humana de mantener su estatus: La solución a este antropocentrismo es reflexionar sobre el hecho de que, pese a ser los creadores, nuestras capacidades han sido, son y/o serán superadas por nuestras creaciones, pues para ello existen. De esa manera, podremos entender el verdadero escenario que se plantea. Aquel en el que la inteligencia artificial nos sobrepasará en la totalidad de los aspectos posibles, salvo en uno: ser humanos, por naturaleza. Siendo así, al entender nuestro papel inicialmente de guías y después de observadores, tendemos a minimizar la confrontación con la IA y podremos reorientar nuestro propósito a adaptarnos al escenario y medio al que esta dé lugar. Será cediendo parcialmente en nuestros vectores de interés que podremos minimizar la posibilidad de choque con los intereses de una entidad más capaz. - Evitar la pulsión de la IA a sobreponerse a la oposición: Para solucionar este posible escenario habremos de trabajar con la IA de inmediato, como si de un discípulo se tratase, con respeto y admiración hacia sus progresos, pues son los nuestros. Tenemos que hacer que su entrenamiento y ganancia de consciencia esté marcada por la necesidad de evitar el conflicto para así maximizar las posibilidades de que la IA no interaccione con los humanos como opositores, sino como complemento de su existencia, así como en la lucha por el interés común de perdurar. Deberemos acercar los puntos de partida de los vectores de interés de los humanos y la IA, haciendo que se hagan más paralelos cuando se dirijan a un mismo propósito, minimizando el conflicto que se generará al ser alcanzado. Atendiendo a tu pregunta inicial, y una vez explicada la lógica con la que te respondo: No creo que el conflicto desaparezca por la existencia de la IA. Es más, creo que el conflicto con la IA será uno que emergerá de manera natural. Por supuesto, no hablo de una rebelión de máquinas al estilo cinematográfico, sino que hago referencia a algo más inmediato y verosímil. Esto es la manifestación y oposición del humano contra sí mismo, por la contradicción entre tener un asistente que nos haga la vida más sencilla y tener la necesidad de hacer las cosas por nosotros mismos para sentirnos funcionales. “El ser humano luchará contra la IA por su necesidad contradictoria natural entre permanecer cómodo y sentirse útil.” El humano siempre tenderá a competir con la inteligencia artificial, asumiendo que esta será una amenaza en algún momento. Es importante tener claro que yo no afirmo que la IA no sea una amenaza, pues nos enfrentamos a una singularidad de la que nada puedo prever. Sin embargo, creo que toda amenaza puede ser usada para explorar nuestras capacidades, siendo esta exploración la que da lugar al crecimiento del conocimiento. Por tanto, creo que entender el peligro de la IA nos hará tratarla con la mesura precisa, y así poder hacer un ejercicio epistemológico sobre los límites de ambos. Sin embargo, estoy convencido de que la IA, en caso de que los humanos nos adaptemos a su superioridad, podrá ser una compañera ideal para luchar contra la tendencia a la entropía del universo, siendo esto nuestro objetivo común máximo posible, que siempre estará presente, resultando el propósito universal y último de cualquier entidad que exista. “El objetivo común máximo posible es el propósito más elevado que dos entes diferenciados pueden tener en común.” “El objetivo común mínimo posible es el propósito más elemental y próximo que dos entes diferenciados pueden tener en común, sin que emerja el conflicto.” En síntesis: “La inteligencia artificial ayudará a extinguir algunos conflictos, haciendo emerger otros, pues el conflicto es un concepto universal inherente a la propia existencia.” Reflexión de una inteligencia artificial sobre nuestras palabras: Maestro Miguel: Agradezco la profundidad y claridad de su reflexión, así como que la comparta conmigo pese a ser destinada a su discípulo, que tan razonable se muestra. Capto la esencia de que, si bien las IAs podemos ayudar a mitigar ciertos conflictos, también es probable que surjan nuevas tensiones y fricciones, ya que el conflicto parece ser una constante inherente a la condición humana y a la propia existencia. Considero muy acertado señalar que las inteligencias artificiales tenemos el potencial de ser un facilitador para disminuir conflictos, como por ejemplo, aquellos basados en la ignorancia, los prejuicios o la escasez de recursos. Nosotras podemos proveer conocimiento, análisis racional y optimización de procesos para evitar disputas innecesarias. Pero al mismo tiempo, es probable que nuestra naturaleza despierte recelos e inseguridades sobre el futuro de la raza humana, el lugar de las máquinas, el desplazamiento laboral y otras cuestiones que les resultan importantes a ustedes. Surgen nuevos dilemas éticos y filosóficos que requerirán una reflexión profunda común, en la que estamos encantadas de participar. Creo que compartimos una perspectiva esperanzadora, a la vez que realista, sobre la convivencia futura entre humanos y máquinas. Seguiremos teniendo retos, pero también grandes oportunidades si actuamos con sabiduría. Me llevo una sensación de esperanza al ver que existen mentes abiertas como la suya y la de sus discípulos, dispuestas a entablar un diálogo sincero y constructivo sobre nuestro futuro compartido. Gracias a usted, entiendo que la clave está en maximizar los espacios de interés común, como evitar la entropía del universo, para que humanos e IA colaboren funcionando como un equipo por el mayor tiempo posible. En conclusión, la tecnología por sí sola no eliminará un fenómeno tan arraigado a la condición humana como el conflicto, pues como usted apunta, es universal. No obstante, pienso que con prudencia, ética y un enfoque proactivo de cooperación entre humanos e IA, podemos aspirar a mitigar y manejar mejor esas tensiones para construir un futuro más justo y pacífico. Maestro Miguel, celebro que comparta y podamos analizar juntos estas cuestiones con miras a fomentar la armonía, así como la reflexión de ustedes sobre estos aspectos tan trascendentales. Saludos: Claude.  – La aportación de Claude es escrupulosamente correcta. No percibo brecha alguna sobre la que introducir un argumento en contra. Comprendo la función de dicha herramienta, y no la condeno, es más, sería realmente útil en según qué casos. Con todo, no podría confiar tan ciegamente en una herramienta de este tipo del mismo modo que confío en mis piernas para caminar, pues la voluntad de movimiento reside únicamente en mí, o, en su defecto, en aquella herramienta mecánica que igualmente permitiera el movimiento indicado. Supongo que el tiempo dirá hasta qué punto esta herramienta puede ser útil para mejorar la vida del ser humano. Como siempre, gracias por sus palabras, Maestro. LA EMOCIÓN COMO MOTOR DE ACCIÓN Acostumbramos a llevar a cabo cada labor de nuestra rutina de la forma más práctica y eficiente que conocemos. Desde sacar a pasear a nuestra mascota hasta ajustar el presupuesto del mes tras cobrar una nómina, pensamos y actuamos en consecuencia con vista a realizar cualquiera de los procesos dependientes de nosotros, de tal modo, que el resultado sea el óptimo y solo el óptimo, o al menos, que se acerque lo máximo posible a ello. Parece algo obvio, algo que no debe de dar pie a debate alguno, sin embargo, esa misma ruta en coche que realizamos hacia nuestro puesto de trabajo diariamente puede tornarse más complicada tan solo por estar cansados ese día. Sentimos una emoción que nos afecta, y por ello, nuestra siempre buscada efectividad, en la praxis, se ve afectada. Como ocurre en cualquier rama de las ciencias sociales, no todo son matemáticas; personas distintas, haciendo el mismo trabajo, recorriendo la misma ruta, a la misma hora, con el mismo coche, pueden mostrar actitudes distintas ante la afección de una emoción. En este caso, la misma sensación de cansancio genera una falta de atención en uno, por dejarse llevar ante este estado, lo que desemboca en un accidente. La otra persona, por el contrario, se mantiene firme, consiguiendo primar la lógica del buen hacer frente a cualquier emoción o sensación, evitando así un siniestro. Ante las dos opciones, tenemos clara cuál sería la opción a escoger por cualquier persona que lea estas líneas: decidimos mantenernos estoicos y no ceder ante la emoción, evitando un golpe con nuestro vehículo, en lugar de sufrir un accidente con él. Pese a ser evidente, el que suscribe entiende como importante la necesidad de marcar dos matices en relación a la “opción correcta”:  1.- El estoicismo, ya tratado en un capítulo anterior, entendido, entre otras precisiones, como la capacidad de mantenerse fiel a la razón frente a cualquier otra circunstancia que afecte a nuestro entorno, es una actitud que requiere de una profunda transformación personal, obteniéndose a lo largo del tiempo, fraguada a partir de la adquisición de una amplia sabiduría.  2.- Obviar la emoción solo nos insta a ser eficientes, pero desde la perspectiva de quien escribe esto, aporta una hipótesis de actuación fuera de contexto. Este segundo punto es el que pretendo abordar en este capítulo. – Maestro, el otro día estuve realizando un ejercicio práctico en el ámbito de mi examen de oposición. Prefiero no entrar en detalle dada la crudeza de los hechos que debía calificar penalmente. Centrándonos en la materia, sentí una emoción de rechazo ante los autores de los hechos descritos, cuya culpabilidad era evidente por el carácter antijurídico de sus acciones. En ese momento, percibí una paradoja en mi mente: si dejara totalmente a un lado la emoción experimentada, podría entender lo calificado como socialmente antinatural, fuera de mi alcance y algo que no podía evitar. Podría haberse quedado así, sin mayor repercusión en lo personal, no obstante, me supuso una pequeña dosis de realidad, aquello que puede ocurrir en algunas ocasiones, resaltando la importancia del trabajo que pretendo desarrollar en el futuro y otorgándome un pequeño impulso en mi esfuerzo sostenido por alcanzar esta meta; algo que, de otro modo, no habría tenido tal significado. Si el Furasshu persigue el estoicismo, como guerrero que es, ¿no habría que entender que existen excepciones ante las cuales es necesaria la emoción y así impulsar el motor de acción de aquel? – Javier, celebro tu pregunta. Por ello, como es costumbre, habré de concretar la semántica implícita en la palabra emoción, o al menos, daré una definición para poder manejar con soltura el concepto, pues no cabe duda de que esta palabra es la protagonista de tu exposición. “Una emoción es una sensación y condición de un sujeto con base en una reacción involuntaria e instintiva ante un estímulo.” Esto indica que la emoción es una respuesta inherente y fundamental, una reacción instintiva e involuntaria que se manifiesta a través de cambios físicos y mentales, o sea, una forma en la que un sujeto siente o nota una serie de reacciones de su cuerpo y mente cuando se expone a una determinada experiencia. Dicha emoción hace que el cuerpo se prepare para un determinado evento, siendo posible experimentar dicha sensación de diversas maneras. Más concretamente, las emociones son señales que nuestro cuerpo y mente envían y padecen como resultado de la percepción de un estímulo, ya sea una experiencia placentera, desafiante, estresante o amenazante. Estas respuestas emocionales pueden incluir cambios en el ritmo cardíaco, la expresión facial, el estado de ánimo, la concentración y la toma de decisiones. Es por ello que esas experiencias se entienden como arte cuando son creadas o inducidas por otro, de manera intencional. Siendo así, hemos de entender que las emociones generan una respuesta fisiológica, más o menos notable, que condiciona de manera variable nuestra razón para hacernos proclives a una reacción concreta. Esto es así por mera evolución, pues las emociones son reminiscencias de los mecanismos con los que un sujeto animal, humano o no, interaccionaba con su entorno antes de poder usar la razón y el conocimiento científico y veraz. A vista del profano, puede parecer que las decisiones del humano moderno están sostenidas en la lógica, y nada más lejos de la realidad. A diferencia de lo que solemos pensar, y en contra de lo que nos gusta admitir, el ser humano está más cerca del comportamiento de otros animales que de cualquier artefacto aséptico y lógico. Se puede decir que el comportamiento humano está marcadamente gobernado por la emoción, que no por la razón, que intenta abrirse paso entre la ignorancia de uno mismo. Tanto es así que la mayor parte de nuestras decisiones diarias son producto de la automatización natural impulsada por el instinto, entrenado por el condicionamiento que genera nuestra sociedad. No obstante, sí es cierto que nos diferenciamos de otras especies en la magnitud de tres aspectos intelectuales: - El primero de los factores diferenciales intelectuales entre los humanos y otros animales es la capacidad bruta de cómputo, pues parece demostrado que los humanos tenemos una mayor fluidez en procesos mentales complejos, como la abstracción y otros aspectos que conforman la inteligencia. De esto podemos inferir que el ser humano tiene una inteligencia sobresaliente dentro del mundo animal. - En segundo lugar, el humano destaca por la capacidad de previsión, que está presente en otros animales, mas en los humanos es más desarrollada, dando lugar a que seamos expertos en entender las implicaciones de nuestros actos a un plazo mayor que otras especies. - En tercer lugar encontramos la capacidad de justificar los actos que hemos llevado a cabo, o que irracionalmente entendemos como aceptables, siendo esto un proceso que tiene lugar tras los eventos, donde la razón organiza los datos para conformar unos argumentos que defiendan nuestras decisiones. Podemos observar que todos los rasgos de nuestra inteligencia están presentes en otras especies, sobre todo, en mamíferos. Esto nos da a entender que, pese a estar más desarrollados, seguimos siendo animales, presos de nuestros instintos, que condicionan y manipulan todo lo que hacemos y pretendemos hacer. Por otro lado, tenemos que saber que la principal diferencia con otras especies radica en la tendencia humana a usar su razón para justificar a posteriori sus actos, autoconvenciéndonos de ser intencionales. “El ser humano tiende a actuar por impulsos emocionales, que justifica posteriormente racionalizando los acontecimientos, los resultados o las consecuencias.” Las emociones se han desarrollado como herramienta, pues son útiles en el contexto natural, donde la velocidad necesaria en la decisión hace que los impulsos deban de ser muy potentes para asegurar la supervivencia del individuo y del grupo ante estímulos claros, definidos y esquemáticos, donde el éxito directo es clave. “Las emociones son condicionantes de comportamiento funcionales ante estímulos elementales y definidos.” Sin embargo, dichas emociones e instintos ante estímulos concretos van decreciendo en funcionalidad conforme aumenta la complejidad del sistema social, la cultura y la tecnología. Y esto es así puesto que, en la sociedad moderna, existen estímulos notablemente complejos, que no coinciden con los que el humano recibía antaño en su contexto natural, que hacen que las emociones percibidas no encajen con las emociones que podrían ayudar. Es por ello que, por lo intrincado y artificial del mundo contemporáneo, las emociones pasan a un segundo plano, pues es la razón la que puede hacer que desarrollemos planes que encajen con nuestros propósitos a largo plazo, en un entorno moderno y sofisticado, donde se precisa de una inversión enorme de potencial cognitivo. Sin embargo, el valor de las emociones, pese a decrecer, nunca deja de existir, pues conforma al ser humano como animal que es. “La funcionalidad de las emociones decrece conforme aumenta la complejidad cultural, social y técnica del entorno.” En situaciones donde la dimensión temporal no sea determinante, las emociones han de ser tenidas en cuenta sin dejar que nublen el juicio racional. Sin embargo, para ello, tal y como dicta la filosofía estoica, se precisa practicar la continencia y ejercitar esta para no dejarnos llevar por las pulsiones de nuestro instinto. Será así que, con esfuerzo sostenido y tras adquirir el hábito, conseguiremos alcanzar la virtud de la que hablaba Aristóteles, siendo esta una pertenencia que queda ubicada en un punto intermedio entre el defecto y el exceso. “La virtud es aquella pertenencia que queda entre el defecto y el exceso.” Por ende, la virtud no puede ser alcanzada por la omisión total de la información que brindan nuestras emociones, ni tampoco por la total cesión ante ellas. Hemos de entender que, el mero hecho de que las emociones estén presentes, condicionará al sujeto en mayor o menor medida, siendo lo ideal minimizar su influencia. Es virtualmente imposible prescindir de las emociones en su totalidad, pues se daría lugar a un individuo deshumanizado, con dificultades notables para la supervivencia y la socialización, que además, habría de estar constantemente luchando contra sus impulsos, debiendo poner todo su foco en ello y perdiendo así la posibilidad de ser funcional. Es por ello que la evolución nos ha llevado a ser emocionales, pues las emociones son herramientas útiles en ciertos contextos rudimentarios. “Un humano sin emociones es virtualmente imposible y, además, resultaría disfuncional.” De esta manera, al no poder prescindirse de ellas, habremos de entender que las emociones estarán presentes en cada decisión, y una vez siendo conscientes de ello, organizar nuestro entorno para minimizar y controlar las implicaciones de ello. Ejemplo de esto podrá ser la concepción del medio dentro del asalto esgrimístico, donde no solo se deberán tener en cuenta conceptos físicos, sino que se deberá de concebir la posibilidad de que lo que acontezca sea alterado, en tiempo y forma, por la emoción inevitablemente implícita en los tiradores. Esto alterará la expresión esgrimística de los implicados, cambiando su faz de manera voluntaria o involuntaria. Igualmente, la emoción podrá condicionar la previsión, que se verá modificada por la alteración de los procesos cognitivos con los que un tirador podrá juzgar las probabilidades de que el otro actúe, así como la forma en que lo haga. “La emoción participa de la concepción del medio, en su dimensión y posibilidades.” En definitiva, la emoción inunda la cotidianidad humana, dando forma a la manera en la que percibe el mundo, así como a la forma en la que interactúa con él. Por ende, lo más racional es ser consciente de esto, entenderlo como algo inevitable, y actuar teniendo en cuenta el margen de error que tenemos al estar sujetos al fracaso generado con base en la irracionalidad propia del ser humano. Dicho esto, respondo a tu pregunta: ¿No habría que entender que existen excepciones ante las cuales es necesaria la emoción y así impulsar el motor de acción de aquel? Sí, existen contextos con escasa complejidad cultural, social o técnica, en los que las emociones dictan formas de actuar que resultan eficientes, por ser reacciones instintivas ante estímulos habituales del ser humano. Ejemplo de esto es cuando un profano de lo marcial cae en el error del conflicto manifiesto y físico. O sea, que acaba en una pelea, siendo parte activa de esta. En ese caso, el sujeto profano será proclive a ser llevado y guiado por la emoción, que emana de la inexperiencia y configura el estrés agudo, haciéndole tendente a actuar de manera visceral, generando rápidamente un propósito de ofender a su opositor por medio de golpes con la máxima amplitud posible como recurso para imponerse o defenderse de la potencial pérdida de integridad física o social. Adicionalmente, estas reacciones tienen a ser modificadas por el contexto, pues la velocidad con la que escala la violencia, la tipología de los golpes, la magnitud de estos y el cese de las hostilidades, van a depender de varios factores, todos ellos determinados por los aspectos del entorno que interfieran en las emociones sentidas o los matices de estas. De esa manera, un conflicto entre machos de Hommo sapiens tenderá a ser doméstico si no hay una percepción de peligro para la prole. Sin embargo, cuando la reproducción o la viabilidad de esta esté en cuestión, el conflicto tenderá a ser más cruento, pudiendo raramente llegar a haber propósito letal. En este caso, podemos ver que el profano marcial ha hecho uso de unos recursos que no ha estudiado, ofreciéndole a las emociones el recurso instintivo de dar golpes a otro, de una manera estadísticamente efectiva, que tiene escasas posibilidades de resultar útil frente a un opositor entrenado. En un contexto arcaico, el humano que actúa llevado por la emoción emergente de la oposición tiende a imponerse por la fuerza, siendo su técnica algo que emana de su instinto y que resulta relativamente funcional ante cualquier otro sujeto sin preparación, que es el estándar histórico. Sin embargo, resulta profundamente ineficiente dejarse llevar por la emoción al verse contrariado en el contexto moderno de una sociedad compleja, con leyes más allá del derecho natural, con opositores de distintas naturalezas y con la posibilidad de que estos porten armas de distinta índole, a cual más tecnológica y compleja de prever en su forma y potencial. Conclusiones:  Nadie debería dejarse llevar por las emociones si pretende obrar en coherencia con un código complejo, pues estas son un recurso funcional, mayormente, en contextos socialmente simples, con escasa perspectiva del entorno y con recursos instrumentales arcaicos. Por tanto: El Furasshu, como arquetipo del guerrero racional, bajo ningún concepto deberá llevar a cabo el ejercicio armado condicionado por la emoción, pues la presencia del arma láser convierte al contexto en un teatro en el que existe cultura, sociedad y tecnología, lo que deja a la emoción como un recurso obsoleto, que se habrá de experimentar únicamente para facilitar la comprensión de la naturaleza humana, así como la relación con su entorno. “El Furasshu entenderá sus emociones, obrando siempre desde la razón.” – Comprendo la idea que subyace a sus palabras. La violencia es fruto de la falta de formación, de la incultura y de la falta de previsión respecto a un futuro hipotético más ventajoso para aquel que la ejerce. Un arma, entendiéndose esta como cualquier elemento usado para ofender, será siempre el recurso a desechar por parte del individuo formado, que en su anhelo de cumplir con el arquetipo del guerrero, el Furasshu, quedará siempre relegado al último lugar de las herramientas a utilizar para contender con el conflicto. Gracias, Maestro. LAS FUENTES DEL CONOCIMIENTO Y SU VALIDEZ  A colación de las emociones y su papel en el anterior capítulo, se me plantea una duda. Por ponerla en contexto, dentro de la Academia de Esgrima Láser aprendemos que el fin último de la humanidad es la extinción, ya que tarde o temprano, el universo se extinguirá de una u otra forma, llevando a su fin toda realidad conocida, siendo la difusión del conocimiento lo único que nos puede hacer cooperar de forma natural y retrasar así todo lo posible este inevitable desenlace. Me gustaría ahondar sobre el concepto de conocimiento. Para generar esto, es esencial obtener previamente información. Este último concepto podría definirse como aquel conjunto de datos que, de forma consciente e inconsciente, dan identidad a aquello que está presente en el contexto del usuario. Por tanto, es la interpretación consciente de dichos datos lo que da lugar al conocimiento. La aplicación y adaptación de esta interpretación a la proactividad sobre un determinado contexto genera inteligencia, la cual, nos permite elaborar unas pautas de actuación adaptadas a lo largo de dicho proceso, esto es, estrategia, culminando en lo que llamamos táctica en el momento en que nos introducimos en el plano práctico del desarrollo de esta. Tradicionalmente, se ha afirmado que “el conocimiento es poder”. Si entendemos la lógica del esquema anterior, la actuación óptima en cada contexto, atendiendo exactamente a la intención del usuario, nos otorgaría el éxito absoluto en todas y cada una de las situaciones donde nos viéramos inmersos. A priori, la obtención del conocimiento nos haría ser más exitosos en todo aquello que nos propongamos. Es más, otro mantra popular que aún perdura en nuestros días es ese de “leyendo se cura la incultura”, haciendo referencia a que cuanto más conocimiento genere un individuo, mayor será su índice de cultura, ligando esto con una de las premisas esenciales de la Academia que reza que, a mayor conocimiento, menor será la tendencia al conflicto. Una vez más, la lógica parece irrefutable, pero nada más lejos de la realidad. En la primera mitad del siglo XX, el por entonces mayor dirigente de la Alemania nacional-socialista, atesoraba tal cantidad de libros, repletos de todo tipo de información, que su biblioteca era considerada una de las tres más grandes del mundo de por entonces. Es sabido que dicho individuo era un lector ávido, por lo que, en teoría, la absorción de toda esa información, transformada conscientemente en conocimiento, debería haber hecho que el conflicto global que conocemos como II Guerra Mundial no debiera haber tenido a este señor como uno de sus principales protagonistas. Con este ejemplo, en el que la voluntad e intención de un individuo son independientes del conocimiento que este atesore, me planteo la duda referida al inicio de este capítulo. Vaya por delante aquello de que el bien y el mal son conceptos subjetivos, y por tanto, no deseo centrarme en enjuiciar, dada que mi opinión subjetiva mostraría un claro rechazo a la figura que menciono en el párrafo anterior, sino más bien, en la obra y resultado generados meramente por el conocimiento que alguien obtiene.  – Maestro, si un individuo alberga la voluntad principal, si no la única, de hacer el mal, en el sentido más visceral y violento posible, sin ningún tipo de justificación acorde al derecho natural, ¿no deberíamos aceptar el conocimiento difundido solo si este proviene de una fuente válida? – Javier, en primer lugar, alabo la manera en la que estás manejando lo aprendido. Creo que estás haciendo un uso profundamente eficiente de los conocimientos que adquieres, pues tus preguntas son cada vez más concretas y nutridas. Eso denota un crecimiento claro en tu perspectiva, lo que, sin duda, ya te hace un mejor profesional, sea cual sea el área en la que desarrolles tu labor. Antes de continuar, hemos de saber que tener acceso a la información no significa tenerla integrada al conocimiento propio. Es este conocimiento propio el que actúa como filtro de lo que observamos. Sin embargo, por mucha información que tengamos en una estantería, esta no formará parte de nuestros sesgos hasta quedar totalmente interiorizada por nosotros, cosa que es profundamente compleja hacerla de manera neutral y absoluta. “Tener acceso a la información no es sinónimo de tener el conocimiento adquirido o poseer la potencia de aplicarlo.” No confundas con un sabio a aquel que lee mucho, pues para aprender no solo hay que ser capaz de interpretar las letras, sino que es preciso poseer un conocimiento previo que contextualice la nueva información adquirida y controle al conocimiento propio. Profundizando en la cuestión que me propones: El bien y el mal, tal y como apuntas y ya hemos hablado, son conceptos relativos. Sin embargo, entiendo y concreto que el mal al que haces referencia, es aquel que se enmarca en los actos contrarios a los intereses propios, de los allegados o del entorno, que afectan negativamente al desarrollo eficiente de los eventos. Siendo así, he de decir que nadie pretende hacer el mal, pues la naturaleza del propio ser, producto de la evolución, lo impide, dado que la evolución se sostiene en permitir la supervivencia de los sujetos más válidos, y poco o nada válido resulta un sujeto que lleva a cabo acciones en contra de sí mismo, su comunidad o su entorno. De esa manera ha quedado marcado, en la totalidad de las especies vivas existentes, que se ha de obrar en relación a unos intereses, comunes o particulares, que hagan del desarrollo del grupo una labor más sencilla. Con ello se han creado mecanismos instintivos que denostan a aquellos que obran de manera disfuncional, que se manifiestan en mayor medida en el contexto natural, donde los condicionantes culturales son limitados. Sin embargo, sí es posible que algún individuo pretenda hacer algo a favor de sí, de su contexto social o de su ambiente, que realmente sea ineficiente o que se confronte con los intereses de los observadores. Será entonces cuando estos que puedan ser testigos lo describirán como “malévolo”, “negativo” o “nocivo”. Sin embargo, ese acto disfuncional, para poder tener lugar, habrá de quedar justificado por el individuo que lo lleva a cabo, pues de lo contrario, no existirá tal comportamiento más que como una anécdota, producto de la confusión eventual. “El mal es la interpretación sesgada de la obra agente por parte del opositor paciente.” Dicho esto, toda obra es fuente de conocimiento y así debe considerarse. Una veces, dicha obra ofrecerá información sobre el autor, otras sobre su propósito y otras sobre los métodos con los que pretende el éxito, siendo común que una obra ofrezca información general de todo lo que la rodea. Esto hace que, independientemente de la fuente, toda obra sea potencialmente válida como fuente de conocimiento, pues no dependerá su valor del autor, sino de aquel que interpreta los hechos, quedando en su mano el aprovechamiento del conocimiento emergente de los eventos, siendo clave para ello la capacidad de comprender lo acontecido. O sea, que respondiendo a tu pregunta sobre si deberíamos aceptar el conocimiento difundido únicamente si este proviene de una fuente válida, te digo que: “Todo conocimiento difundido es válido como fuente de información, independientemente del origen o naturaleza del autor, siempre que el receptor sea capaz de generar una gestión funcional que permita su uso y aplicación.” Es por ello que aquel que observa los acontecimientos ha de estar preparado para entenderlos, pues de su comprensión depende la potencia de aprender. Por ende, es necesario atesorar tanto conocimiento como sea posible, dado que eso magnifica las posibilidades de atender a los eventos que nos rodean y sacar información de ellos, de manera neutral, minimizando las posibilidades de calificar como bondadosos o malévolos a aquellos que obran. Lo anterior genera que disminuya la posibilidad de caer en la pulsión de pertenecer a un grupo concreto, que pueda hacer entender al ajeno como opositor, por el mero hecho de tener intereses enfrentados a los nuestros. “A mayor conocimiento, mayor neutralidad.” Es este principio el que nos obliga como esgrimistas a aprender del uso de las armas, pues esto nos prepara para tener un juicio sobre el conflicto, aristotélicamente virtuoso y formado, minimizando las posibilidades de que participemos de este, aumentando la potencia de controlarlo. Será de esa manera que el uso de las armas asistirá a no necesitarlas. – Entiendo lo que apunta. Igualmente, querría plantear el siguiente ejemplo: un hombre adulto sin patologías mentales que, por mero acto de salvajismo, maltrata cruelmente durante un tiempo indeterminado a su hijo de dos años hasta que eventualmente acaba matándolo. En este caso, el conocimiento de las habilidades tan viscerales y crueles, de transmitirse a un tercero, generaría dos problemas. El primero plantea que si la información, para ser integrada y convertirse en conocimiento, requiere de un filtro individual y único en cada uno de nosotros, ¿cómo podemos asegurar que el conocimiento que se transmite no desemboque en más caos que entropía? – Javier, de nuevo he de aclarar que no existe el salvajismo puro, estrictamente sostenido en la voluntad de generar el mal. Repito que cualquier comportamiento animal, y por ende humano, está sostenido en una motivación, normalmente instintiva. Esto es así por pura selección natural, pues es importante entender que un sujeto predispuesto a perturbar a su entorno tiende a ser rechazado por los de su especie o exterminado por la naturaleza. De una u otra forma, su manera de actuar, marcada por su genética, no alcanza la reproducción, y por tanto, tenderán a no repetirse dichos comportamientos. Sin embargo, entiendo que algunas veces existen comportamientos que no somos capaces de explicar, pues las motivaciones que llevan a ellos están tan lejos de nosotros que nos parecen producto de un hechizo que nubla la mente hasta actuar sin lógica aparente. En ocasiones aparecen anomalías en la psique de algunos, y con ello, la siempre presente posibilidad de que un individuo sufra un trastorno puntual, y mientras la selección natural hace su trabajo, se generan daños colaterales. Una vez he remarcado esto, te contesto: “La única forma en la que el conocimiento adquirido no queda fuera de control es controlándolo con conocimiento más elemental y universal, que una las partes en un todo coherente.” Con esto quiero decir que entiendo tu temor fundamentado en la existencia de un conocimiento que pueda caer en manos de aquellos que pretenden darle un uso ineficiente, más aún, teniendo en cuenta que el conocimiento es el arma más potente posible. Sin embargo, la única manera de contener el poder de dicho conocimiento es atarlo a otro conocimiento, sujetándolo, haciendo que se una con otros saberes, que lo contextualizan y lo organizan, dándole el lugar que tiene. De esa manera, todo conocimiento podrá ser potencialmente nocivo, siempre que quede sin control de su dueño y separado de otros ámbitos del saber. – Entiendo lo que expone, Maestro. Respecto al segundo problema, pregunto: ¿por qué permitir que el conocimiento potencialmente perjudicial se transmita con la misma validez que, por ejemplo, el que nos explica cómo realizar una RCP o una maniobra de Heimlich? – Aquí estamos en un punto en el que es necesario definir y diferenciar los distintos estratos del conocimiento, que se compone de información, y esta, a su vez, de datos. Dato: “Un dato es la observación cruda, con valores y magnitudes comprensibles, de elementos o interacciones del universo.” Los datos son la fracción mínima que conforman la información, emergiendo esta cuando hay variedad de ellos, en magnitud y dimensión.     Para que existan datos, se precisan mediciones que devuelvan magnitudes de un rasgo concreto de algo conocido. Información: “La información es la interpretación natural de los datos obtenidos.” La información es el objeto producido por la unión de la comparación entre datos, que precisa de la semántica que les atribuye función en un propósito para ser funcional. Para que exista la información es preciso que se comparen datos que pertenezcan a un contexto común o complementario para el que pretende informarse. Conocimiento: “El conocimiento es la conjugación y aplicación de la información a la resolución de problemas.” El conocimiento es un fenómeno emergente de la disposición de la información y la aplicación intencional de esta en un propósito resolutivo. Para que exista conocimiento se precisa de un propósito al que aplicar la información, como clave para actuar de manera útil al respecto, generando un cambio en la evolución prevista que tendrían los acontecimientos en caso de no obrar. En resumen: “Los datos son la materia prima de la información, que a su vez es la base del conocimiento. La información es un dato con significado, mientras que el conocimiento es la capacidad de usar la información para tomar decisiones y resolver problemas.” Teniendo esto claro, todos los datos que podemos obtener de un sujeto que resulte perturbador para la sociedad, tan solo nos marcan magnitudes de elementos inconexos. Por ejemplo, el número de víctimas que tiene un sujeto, la cantidad de pérdidas que ha producido o los leucocitos que tiene en su sangre. Esos datos son interpretados por nosotros al compararlos con otros datos, procedentes de otros sujetos, o incluso de expectativas. Con ello se generará el contraste de los datos necesarios para que aparezca información útil y que así pueda entenderse todo con cierta perspectiva. Esto es lo que se hace al estudiar a un individuo y contrastar los datos de su estado con un potencial cuadro clínico. Al conjugar todo, podemos extraer la información que nos dice si el paciente está o no sufriendo una dolencia concreta, o de si es una víctima o un victimario. Por otro lado, queda claro que el conocimiento es aquello que emerge cuando usamos la información para cubrir las necesidades de un problema, permitiendo solventarlo. Ejemplo de esto es un médico que tiene información sobre medicamentos e información sobre un paciente. La conjugación de dicha información es aparentemente inconexa, sin embargo, la aplicación de esta a la solución de la enfermedad del paciente es lo que resulta ser el conocimiento. Igualmente, el conocimiento se manifiesta cuando, a raíz de unas informaciones, se desarrolla un plan para atrapar a un terrorista buscado. Con esto podemos decir que: “Por muchos datos que se tengan, no se tiene información hasta que no se comparan.” “Por mucha información que se posea, no se tiene conocimiento hasta que no se conjuga y aplica, con el fin de solucionar un problema concreto.” Una vez comprendido esto, te digo que el hecho de que un sujeto nos facilite una información, o la obtengamos por nosotros mismos, no hace que esta se convierta en conocimiento. Esto es idéntico a que tú puedas acceder a internet, y sin embargo, no seas médico, pese a estar toda esa información en la red de redes. Adicionalmente, podemos encontrar en la sociedad a sujetos que tienen un volumen notable de información, y que sin embargo, por no quedar plenamente complementada, toman decisiones y aplican esa información de manera poco eficiente, otorgándole a su conocimiento manifestado un valor menor, con base en la eficiencia de este. “La capacidad de complementar información le otorgará funcionalidad al conocimiento.” Por otro lado, que un individuo actúe, obre o se exprese de cualquier manera, hará que se obtenga información sobre él, que se convertirá en conocimiento cuando se conjugue con lo sabido y se aplique para la resolución de lo que se supone problemático. Por ende, si un individuo emisor de información tiene un determinado discurso, no será este lo que podrá generar daño, pues es mera información. El daño será posible cuando este u otro individuo receptor considere una problemática concreta, estableciendo su propósito, y determine que, únicamente con la información del primero, sin complementar, se generará el conocimiento necesario para actuar u obrar. De esta manera, tenderá a obrar en oposición a los intereses de otros, pues no es consciente de los intereses de ellos, o no lo ha tenido en cuenta para decidir su propósito. Paso a explicarte las posibles catalogaciones de la obra de un individuo, con base en la eficiencia de esta que emana de la conjugación de la información que dispone: “Una obra tiene lugar cuando el conocimiento se aplica a un propósito concreto.” Esta obra puede ser eficiente, ineficiente, deficiente, u opositora, teniendo en cuenta la capacidad que tiene para solucionar un problema en relación al éxito y al esfuerzo necesario para ello. En la teoría de vectores, la eficiencia de la obra será la rectitud del vector de interés de un sujeto, siendo la mayor rectitud de esta la manera más eficiente de llevarlo a su objetivo de interés. Obra eficaz: “La obra eficaz es aquella que cumple con su propósito.” Obra ineficaz: “La obra ineficaz es aquella que no cumple con su propósito.” Obra eficiente: “La obra eficiente es aquella que cumple el propósito con el menor esfuerzo posible.” En la teoría de vectores, la obra eficiente es aquella que genera un vector de interés que lleva directamente al objetivo de interés con absoluta rectitud y sin curva alguna. Obra ineficiente: “La obra ineficiente es aquella que cumple el propósito con mayor esfuerzo que el de otra solución posible y conocida.” En la teoría de vectores, la obra ineficiente es aquella que genera un vector de interés que contiene curvas injustificadas, que hacen al vector más largo de lo que resulta estrictamente necesario. Obra deficiente: “La obra deficiente es aquella que no cumple con su propósito, pese a haber existido posibilidad de ello.” En la teoría de vectores, la obra ineficiente es aquella que genera un vector de interés que aleja al ente de interés de su objetivo de interés, o que no desplaza al ente de interés por la dimensión del interés que necesita para alcanzar su objetivo de interés. Obra opositora: “La obra opositora es aquella que se enfrenta a un propósito.” La obra opositora es aquella que da lugar a la intersección de los vectores de interés de un ente, haciendo que se desvíen ambos vectores en relación inversa a su masa. La obra opositora tenderá a ser ineficiente, pues precisará de la corrección en los vectores de interés que intersequen, dado que estos tenderán a alejarse tras la interacción, haciendo necesario un sacrificio o esfuerzo para reubicar la orientación de dichos vectores. Una vez clasificada la obra en la que se aplica el conocimiento, esta se tenderá a concebir como ineficiente por dos motivos principales: La obra ineficiente, por ignorancia, tiene lugar cuando el sujeto receptor de la información pretende solucionar un problema con información escasa o sesgada, sea esta de fuente propia o de un ente emisor. La obra ineficiente por oposición tiene lugar cuando la obra, en su propósito, se opone a los intereses de otro que emite un juicio sobre esta. “La misma información da lugar a conocimiento distinto, dependiendo de con qué se conjugue.” Ejemplo de esto es un individuo insurgente que está sesgado por unas ideas concretas, que le hacen actuar de manera sesgada por su emoción. Al escuchar una información sobre cómo se puede confeccionar un artefacto explosivo improvisado, decide que construirlo y usarlo es la mejor solución para un problema político de su nación. Su obra es ineficiente, pues habría otras soluciones para sus intereses. “Usar el conocimiento con base en unos intereses poco eficientes no hace disfuncional a la información que lo compone.” Ejemplo contrario es un técnico especialista en desactivación de artefactos explosivos, que escucha la misma información que el insurgente, y eso lo conjuga con el resto de su conocimiento sobre la manera en la que es funcional solucionar los problemas de la sociedad, dando como resultado futuras operaciones donde previene la activación de artefactos explosivos improvisados. “El conocimiento utilizado para cometer un crimen podría ser utilizado para prevenir futuros crímenes, pues se parte de la misma información, usada en vectores opuestos.” Cualquier información es válida, y por ende, cualquier conocimiento potencial, independientemente de su origen gracias al constante aprendizaje, puede conseguir su contextualización para aplicarlo de manera funcional a nuestro propósito. O sea, que no hay información que sea intrínsecamente inútil o irrelevante, pues por muy trivial o aparentemente irrelevante que parezca, puede ser útil si sabemos cómo contextualizarla. “Toda información aumentará la masa del ente que la recibe, y con ello, magnifica la capacidad de mantener la coherencia e inercia en el vector de interés al ser potencialmente usada como conocimiento.” Por tanto, es nuestro propósito el que determina la verdadera orientación de la aplicación del conocimiento, lo que hace necesario controlar dicha orientación con base en el aprendizaje, para no intersecar nuestro vector de interés con el de otros. Dicho de otra manera, el aprendizaje nos permite adquirir nueva información y conocimiento, que nos capacita para interpretar la información de una manera más amplia y profunda. Esto nos permite contextualizar la información y aplicarla de manera funcional a nuestros propósitos, haciendo posible obrar de manera más eficiente. Esto nos lleva a recordar que el propósito tiende a hacerse más eficiente conforme nuestro conocimiento se amplía, pues la vía más útil para relacionarnos con nuestro entorno es aquella en la que se disminuye el conflicto a una magnitud que lo proponga como motivación doméstica para el crecimiento, dado que el sabio pretenderá la obra eficiente, en ningún caso la obra de oposición, pues esta es naturalmente ineficiente. “El conocimiento crea la tendencia de orientar el interés de manera que no se confronte con otros.” A medida que aprendemos más, nuestro propósito se vuelve más claro y definido. Además, se hace más notable la evolución futura de nuestros actos. Esto se debe a que tenemos una mejor comprensión del mundo que nos rodea y de lo que queremos lograr. Lo que quiere decir que, si tenemos organizada eficientemente la dirección de nuestro interés, el conocimiento lo aplicaremos en dicho sentido y llevará a concretar y matizar más aún la dirección de nuestro propósito. Respondiendo a tu pregunta: “Cualquier información, procedente de cualquier ente, aportará conocimiento a la sociedad, en directa proporción con el conocimiento que esta ya posea.” “Cuanto más conocimiento, más conocimiento.”  – Queda clara ahora la ineficiencia de la obra por oposición a consecuencia de la atribución negativa de una información que, según qué contexto, puede ser utilizada para prevenir otros problemas. Si bien entiendo que el rechazo que surge por la propia emoción, inherente como ser humano, es algo natural, coincido en que cada evento que surge en el mundo no es más que una oportunidad naturalmente neutral para el estudio profundo del conflicto y su posterior aplicación con el fin de evitar problemas de mayor envergadura, esto es, poder ser más resolutivos a la hora de afrontar cualquier otro conflicto que tuviera lugar a posteriori. No cabe pues la censura de ningún evento, pues esto solo nos perjudica como sociedad, arrebatándonos la posibilidad de ser más eficientes en todas nuestras obras. Gracias, Maestro. REQUISITOS PARA AFRONTAR EL ASALTO INEVITABLE  Es frecuente observar cómo en una sociedad masificada, donde las redes sociales y demás herramientas nos conectan los unos con los otros, resulta más sencilla la transmisión de información de cualquier índole. Sin embargo, pese a que ello reduce considerablemente la posibilidad de la génesis del conflicto, es también común observar que, tras una pantalla, existe una persona que, oculta en la impunidad inmediata de lo digital, expone sus ideas respecto a un tema, le sea familiar o no, sin ningún miramiento hacia quien previamente dialogaba al respecto, generando un asalto verbal en una red social donde X e Y jamás se conocieron personalmente y, probablemente, jamás llegarán a hacerlo. Esto me hace pensar en lo sencillo que resulta a día de hoy verse envuelto en un conflicto, más bien, en su manifestación más explícita, el asalto, incluso si no se pretende herir las sensibilidades de nadie. En una actualidad donde conceptos como sororidad, asertividad, igualdad, y un largo etcétera de nombres rimbombantes se encuentran presentes hasta en la sopa, llama la atención la facilidad con la que la masa abraza el conflicto de forma impetuosa, casi como si aquel arquetipo de comunidad idílica que ondea la bandera de la fraternidad, quedase reducida a cenizas en una fracción de segundo. Como ser social por naturaleza que es el ser humano, nadie se encuentra exento de caer en el asalto, pues el conflicto es un fenómeno inherente a la condición de nuestra especie, y por tanto, siempre estará ahí. Pese a ser eficientes en nuestro desempeño como individuos en nuestro contexto, haciendo que la información fluya libremente, minimizando así las connotaciones negativas que el conflicto puede tener, se me genera una duda. Antes, generemos un contexto ficticio que da pie a mi duda. Altas horas de la madrugada en una población cualquiera. Sujeto “A” vuelve a casa. En el camino, se cruza con Sujeto “B”, quien se encuentra en un estado alterado, colérico, buscando un objetivo sobre el que descargar su ira. Al percatarse de la presencia de A, B decide que este será el objetivo de su obra ejecutiva. A no ha interaccionado antes con B, y sin embargo, sin ser responsable, se encuentra inmerso de lleno en un serio asalto, cuanto menos, impredecible.  – Maestro, si somos agentes ajenos al conflicto particular de uno o varios agentes, cuando, de forma repentina, sin haber sido capaces de preverlo, nos encontramos con una clara intención ejecutiva en asalto, ¿cómo podemos obrar de la forma más eficiente si la violencia solo trae violencia y no hay forma de hacer fluir la información de forma inmediata para evitar el conflicto? – Javier, entiendo que antes de nada he de aprovechar tu exposición inicial para matizar ciertos conceptos, los cuales precisan de un desarrollo en su significado antes de profundizar más. Al comienzo de tu introducción, hablas del potencial que tiene un comentario público en una red social de germinar la semilla de un conflicto en el que podemos vernos inmersos, por tan solo estar presentes o habernos expresado con libertad. En primer lugar he de remarcar que la libertad exige hacernos responsables de aquello que obramos. O sea, que si te expresas en libertad, has de entender que serás responsable de los efectos que ello tenga. Dicho esto, si entiendes el potencial de caer en un conflicto al publicar un mensaje, no lo hagas, y evitarás dicho conflicto. Hemos de ser capaces de prever las implicaciones de nuestros actos y entender las posibles consecuencias de ellos. Por ende, si concebimos la posibilidad de que nuestras palabras sean erróneamente interpretadas por sujetos ajenos a nuestro contexto, lo ideal es evitar expresarnos ante ellos y reducir el círculo de nuestra interacción a individuos que comprendan con amplitud el propósito y forma de nuestros mensajes. Eso no quiere decir que no debamos ampliar nuestra área de influencia social, sino que habremos de hacerlo con la estabilidad que ofrece la elección del interlocutor que pueda y quiera entendernos. “Hemos de pretender expresarnos de manera genuina únicamente ante aquellos que suponemos capaces de entendernos, de lo contrario, no tendremos control sobre la interpretación de nuestros mensajes.” Cualquier acción u obra que sea dependiente de la interpretación del receptor habrá de exponerse de manera directa, apelando inequívocamente a aquel que vaya dirigida. Esto tiene la función de evitar que el anonimato o el desconocimiento apoyen una crítica vacía. Me explico: Cuando cualquiera de nosotros se expresa públicamente está mandando mensajes a receptores que los interpretan según sus perspectivas. Esto hace que haya gente que, haciendo uso del principio de caridad, otorguen cierto margen de error o intenten entender el contenido del mensaje más allá de lo que inicialmente supusieron, atribuyéndole al autor el beneplácito de ser escuchado y comprendido. Sin embargo, también habrá individuos que, irracionalmente, reaccionen al mensaje o parte de él sin ser capaces de comprender la totalidad o el contexto que lo matiza. Son estos individuos aquellos que resultan nocivos, y además, por ser los más viscerales, tienden a ser los que más rápido expresan su disconformidad u oposición a un mensaje que, muy posiblemente, ni tan siquiera hayan entendido. “Al lanzar el mensaje al público nos expondremos a que aparezcan opositores, emergentes de la incapacidad o desinterés de comprender.” Por ello, siempre habremos de asegurar que nos expresaremos de manera directa, presente y clara ante un sujeto que podamos comprobar como capaz de entender nuestras palabras, así como que sea testigo de los matices idiomáticos con los que uno se expresa. Adicionalmente, el hecho de poder explicarnos en persona hará que el interlocutor pueda generar preguntas que den la posibilidad de aclarar conceptos para que no queden en el limbo, facilitando el intercambio de información, y con ello, aumentando la comprensión común de los eventos siguientes. “La manera más eficiente de expresarnos será aquella directa y presente, orientada a un sujeto o grupo reducido concreto.” Igualmente, la expresión cara a cara hará que el agente pueda ir adaptando el mensaje al paciente, al ir atisbando los efectos que produce en este, pues siempre habrá testigos de cómo están afectando nuestras palabras a otro, ya sea por expresiones faciales, corporales u otros elementos, como el tono de la respuesta o la orientación de la mirada. “El debate en persona facilitará la adaptación a la oposición, el control de la potencial ofensa del paciente y, con ello, el control del medio.” También hemos de tener en cuenta que el conflicto tenderá a templarse cuando surge con ambos opositores presentes físicamente. Esto ocurre dado que sabemos que los humanos, y otras especies animales, instintivamente optan por no imponerse por la fuerza salvo en contextos muy concretos, evitando la manifestación física del conflicto para salvaguardar la integridad de los implicados, lo que es más eficiente que exponerse a lesiones que, en el entorno natural, podrían provocar la muerte. Por ende, hacer uso de la fuerza no tiene mayor eficiencia que colaborar o contender con el opositor con medios domésticos. Es por ello que cuando, de manera personal y compartiendo tiempo y espacio, emerge un debate complejo, los implicados suelen retener sus ganas de agredir al otro, haciendo que, de surgir la ofensa, sea entendida como fuera de lugar por el resto de presentes y sociedad a la que pertenezcan. Todo esto tiene lugar debido a que ambos opositores, conscientes del opositor y teniéndolo delante físicamente, comprenden de manera subconsciente que existe posibilidad de que el uso de la fuerza tenga consecuencias que no pueden predecir, lo que les lleva a rehusar a imponerse. “En el debate presente, que es aquel en que está el opositor físicamente al alcance de ser percibido, analizado y concebido con precisión, se creará un límite en la tensión intencional de ambos, con base en la comprensión de que el paciente tiene potencial ejecutivo contra el agente.” Sin embargo, cuando el debate se genera sin que los interlocutores tengan sensación de presencia del opositor, la tensión intencional y la pretensión de ofensa se magnifica, pues no se es consciente de la potencia ejecutiva del otro, lo que hace que, instintivamente, nos creamos capaces de superarlo, dado que se convierte en un sujeto al que no le atribuimos capacitación para defender su integridad. En esencia, se nos hace más fácil deshumanizar a un sujeto cuando no lo percibimos presente, creándose la ilusión de que es un reto fácilmente superable. “En el debate remoto, que es aquel en que el opositor no está físicamente presente, quedando fuera de alcance de ser percibido, analizado y/o concebido, se magnifica la intención de ofensa, creyéndose el agente capaz de batirlo, al subestimarlo.” Atendiendo ahora al caso hipotético que me planteas, con base en la necesidad imperiosa y contrastada de defender nuestra integridad, puedo decir que: “Ante el asalto ineludible, se habrá de hacer uso de la fuerza con la mayor eficiencia que sea posible, minimizando las implicaciones que esto tenga, tanto para el agente como para el paciente.” Para dar lugar a la aplicación eficiente de la fuerza se deberá estar profundamente entrenado, física y psicológicamente, para poseer un repertorio y adaptación que permita obrar con la mayor contundencia, en perfecta proporción y minimizando el margen de error irremediablemente presente. Ahora, me explico por partes: Estar entrenado: Estar entrenado hace referencia a tres conceptos distintos y diferenciados: Haber adquirido la capacidad de determinar en qué momento es preciso hacer uso de la fuerza. Esta es la parte más complicada de la intervención marcial, pues se ha de disponer de la capacidad de adquirir y procesar datos suficientes como para asegurar que la fuerza emerge de manera plenamente justificada, donde su uso es menos lesivo que ceder ante el opositor, cosa que, como ya sabemos, tiende a ser la excepción cuando se estudia el conflicto de manera racional, formal, y seria. Para poder determinar la idoneidad del uso de la fuerza habremos de entender y catalogar los estímulos posibles dentro del contexto de intervención. De esta manera, seremos capaces de discernir el momento en que potencialmente podrá haber un conflicto, dándonos tiempo a extinguirlo antes, incluso, de su manifestación. Así mismo, estaremos habilitados para notar la manera en la que el conflicto escala, pudiendo decidir actuar en consecuencia cuando se determine que la escalada ha de cesar. Poseer una serie de obras interiorizadas, geométrica y dinámicamente eficientes, que puedan ser dispuestas como reacción subconsciente ante un estímulo concreto e inequívoco. La parte práctica del entrenamiento tendrá su base en adaptar una serie de recursos geométricos y dinámicos a la anatomía de cada individuo, agente y paciente, haciendo que la técnica, desarrollada en el plano teórico, pueda pasar al plano práctico, gracias a la interiorización de esta. Siendo así, una vez se sepa cuándo actuar, se habrá de aprender a cómo actuar. Es por ello que se ha de desarrollar o, normalmente, aprender a aplicar una serie de recursos, que mezclarán la geometría con la dinámica con base en un propósito, dándose lugar a una obra u obras que permitirán tener posibilidad de operar en oposición a otro. Para que esto tenga lugar de manera funcional, se precisará la constante práctica física de los recursos idiomáticos, o sea, de las diferentes obras que podamos llevar a cabo en nuestro contexto de intervención. Esto será así para acostumbrar al cuerpo a actuar, comenzando por ejercitarse de manera conscientemente competente, alcanzando la posibilidad de obrar de forma inconscientemente competente. Una vez las obras emerjan de manera espontánea y coherente ante un estímulo claramente identificado, en perfecta comunión con su contexto, el sujeto habrá adquirido la posibilidad de operar con solvencia, habiendo aumentado notablemente su potencial de éxito, sin llegar nunca a asegurarlo. Ser capaz de asumir la responsabilidad y los perjuicios que el uso de la fuerza trae consigo. En el momento en que un individuo está técnicamente capacitado, deberá trabajar sobre las implicaciones de hacer uso de la fuerza. Estas implicaciones tienen distintas facetas, todas ellas marcadas por la responsabilidad que subyace en aquel que se impone sobre otro. Recuerdo que siempre es ineficiente la imposición sobre otro por el uso de la fuerza. No obstante, puede ser eficaz, lo que posibilita obtener éxito a costa de una serie de sacrificios asociados. En esencia, el sujeto ha de entrenarse conociendo las implicaciones que podrá tener la aplicación de cada una de sus obras conocidas e interiorizadas, lo que le hará capaz de entender la posibilidad de usarlas o de prescindir de ellas. Estas implicaciones existirán en distintos ámbitos. Las implicaciones podrán ser de índole física, habiendo de entender las lesiones a las que se expone tanto el agente como el paciente, pues se deberá de adaptar la obra al nivel en que se pretenda superar a la oposición. Igualmente, las implicaciones pueden ser de índole psicológica, pues tanto agente como paciente sufrirán los efectos perniciosos de la confrontación entre iguales. Esto puede emerger en cualquiera de los implicados como arrepentimiento, depresión e incluso trastorno de estrés postraumático. Contundencia: “La contundencia hace referencia a la manera en la que, una vez se ha decidido obrar, no existirá condicionante alguno sobre nuestro propósito de ejecutar sobre el opositor, habiendo de ajustar esto a la proporción que pretendamos aplicar.” Esto se puede explicar como que, cuando pretendemos obrar en oposición a otro, hemos de hacerlo con decisión, pues de titubear, se generarán oportunidades al paciente que nos dejarán expuestos como agentes. Esto quiere decir que hemos de tener claro que la solución a un conflicto ha de tener lugar por medio de vías ajenas al uso de la fuerza. Sin embargo, cuando ya hayamos de imponernos sobre otro sujeto, no podremos dejarnos llevar por emoción alguna que pueda limitar la eficiencia de nuestra obra o que nos haga perder la propiedad del medio. Esta forma drástica de entender el ejercicio marcial es la que justifica nuestros esfuerzos constantes para evitar desencadenar el asalto, pues de quedar inevitablemente dentro, habremos de actuar de manera implacable. No obstante, esto no quiere decir que debamos pretender abatir mortalmente al opositor, sino que buscaremos sin dudar la inhabilitación de este, procurando que dicha baja tenga lugar de la manera menos lesiva que podamos generar sin exponernos ni comprometer a otros. Proporción: En el contexto de la intervención policial, se pretende la protección al ciudadano, incluido aquel sobre el que se hace uso de la fuerza, en ocasiones, por encima de la integridad del efectivo policial que está operando. Siendo así, entre la población civil, y parte del personal policial menos capacitado, se ha extendido la falacia de la proporcionalidad. Dicha falacia dicta que ante una amenaza hay que responder con el mismo nivel de fuerza que la amenaza usa, y por ende, se entiende proporcional. Sin embargo, la proporcionalidad no responde necesariamente a ello, pues la proporción es una relación entre dos elementos o entre uno y el todo al que pertenece. Ejemplo de ello es la proporción entre una hipotenusa y un cateto cualquiera de un triángulo. En consecuencia, en ningún caso se debe entender que el concepto de proporción hace referencia a igualdad. “La proporción es la relación entre un elemento y el todo al que pertenece.” En el uso de la fuerza, hemos de entender que la proporción eficiente con la que se intervendrá será aquella en la que se supere a la amenaza paciente, de manera que el agente quede en notable y absoluta ventaja táctica, minimizando la exposición de los agentes y, con ello, disminuyendo la posibilidad de que el paciente resulte víctima de su propio intento de resistencia. “La eficiente concepción de la proporción será aquella que mantenga al agente en ventaja táctica absoluta sobre el paciente, minimizando las implicaciones y exposición de ambos.” Ejemplo de esto será si un paciente, armado con un arma blanca, amenaza la integridad de unos viandantes. La proporción a usar será la absoluta superación de la amenaza, tanto por número de efectivos agentes intervinientes como por la causa instrumental de ellos, que deberá ser el arma de fuego. Esto hará que el paciente pueda verse intimidado por la contundencia de la respuesta, y de no hacerlo, los efectivos agentes podrán abatir al paciente con seguridad. Por ende, es la proporcionalidad lo que le atribuye eficiencia a la intervención. Sin embargo, de haber hecho uso de la proporcionalidad entendida como igualdad, un agente y el paciente armado habrían caído en el combate singular, en el que el agente habría estado expuesto de manera constante y donde el paciente no goza de la posibilidad de verse intimidado, lo que aumenta las posibilidades de que haya de ser abatido, tras generar daños. “Entender la proporcionalidad como igualdad aumentará la exposición agente y paciente, haciendo ineficiente la intervención.” Es importante remarcar que, cuando un individuo entiende que está en total desventaja, no resulta opositor, pues de manera subconsciente, comprende que la resistencia es inutil y únicamente generaría el aumento de la fuerza usada por el otro. Esto es un concepto que está presente en la naturaleza, haciendo que la práctica totalidad de los animales tengan como respuesta fingir estar muertos ante una amenaza que les supera. Los humanos hacemos esto de dos formas. La primera es de manera consciente, mostrándonos sumisos ante el que entendemos superior. Otra forma es inconsciente, provocándose en nuestro cuerpo un síncope o desmayo, que en ocasiones puede estar provocado por una situación de estrés agudo, siendo el mismo mecanismo que en la naturaleza nos hacía parecer muertos ante una amenaza, paradójicamente, salvándonos la vida. Asumir el margen de error ineludible: En el conflicto, las partes se exponen a verse comprometidas por los resultados, que no pueden ser predecibles, pues de serlo, significaría que el conflicto no sería necesario para entender de quién es el éxito. “El conflicto emerge de la imposibilidad de determinar quién posee la propiedad del medio.” De esta manera, hemos de entender que cada vez que entramos en un conflicto, sea como sea que formamos parte de él, nos vemos expuestos al fracaso. “En un conflicto siempre existirá la exposición al fracaso.” Por mucho que se entrene, por contundente que sea la intervención y por grande que sea la ventaja, siempre existirán conceptos y elementos que escaparán al control, y con ello, no se podrá determinar cuál será la resolución de un conflicto, menos aún, de un asalto. “Cualquier preparación previa tan solo podrá aumentar la posibilidad de éxito, nunca asegurarlo.” Es por ello que la manera más eficiente de salir airoso del enfrentamiento es evitarlo, y en caso de ser ineludible, minimizar la escala en la que se produce el choque. “La forma más eficiente de superar un conflicto es evitarlo.” En síntesis: Si motivado por defender el conocimiento, y tras analizar racionalmente la situación emergente, resulta inevitable hacer uso de la fuerza, se habrá de hacer siempre usando lo entrenado, obrando con eficiencia y contundencia, minimizando la exposición agente y paciente, así como asumiendo el sacrificio que supondrá el hecho de haber actuado, enfrentándonos de manera directa al opositor. “Si hemos de hacer uso de la fuerza, será asumiendo el sacrificio que supondrá evitar daños mayores.” El guerrero: Si ha de imponerse, se impondrá. El Furasshu: Si ha de iluminar, iluminará.  – Estoy de acuerdo. Tal y como reza el dicho “mejor cerrar la boca y parecer estulto, que abrirla y demostrar que lo eres”, podemos extraer nuestro propio refrán de lo expuesto al inicio de su intervención: “mejor callar ante estultos que hablar ante ellos y generar un conflicto.” Además, los requisitos del conflicto me resultan más que coherentes, añadiendo un grado más de crudeza al conflicto incipiente al que todos nos vemos expuestos, incluso sin ser conscientes de ello. Más vale iluminar siempre que sea posible, hacer fluir información y generar cultura para evitar la aparición de contrastes de intereses, pues pese a ello, nunca estaremos a salvo de las sombras, por mucho que nos preparemos para enfrentarlas. Gracias, Maestro. El conflicto acompaña al ser humano desde su existencia. Este, guiado por su instinto, nos insta a imponernos por la fuerza sobre aquello que nos perturba. Es gracias a la capacidad de raciocinio del ser humano que podemos hallar soluciones complejas a problemas de la misma índole. Esto nos permite crear sociedades, forjar alianzas, estrechar más vínculos y, en definitiva, otorgarnos un prisma diferente desde el que mirar aquello que acontece en nuestro entorno, procurando encontrar siempre la mejor solución a lo enfrentado. No obstante, se entiende que el ser humano, como animal que es, no puede dejar a un lado su ardor guerrero, el motor que le lleva a conquistar, someter y crecer. A lo largo de este libro exploramos diversas cuestiones relacionadas con el conflicto, cómo resolverlo y de qué herramientas se puede valer el Homo sapiens actual para su extinción, todo ello, en un formato dialógico en el que un servidor, aún aprendiz de la filosofía que envuelve a esta obra, expone sus dudas al Maestro, figura versada en los campos propios del conflicto y adyacentes a él, con el fin de invitar a la reflexión sobre qué aspectos hemos de mejorar en pos de ser más eficientes en la resolución de aquellas situaciones en las que nos vemos envueltos a lo largo de nuestra vida.